Los meses pasaban y yo traumatizado por lo que había visto tanto cerca de mí como por lo que escuchaba y leía de los muertos en este País Vasco. La fiesta ya sólo no nos incluía a nosotros. Antes buscaban a personas con renombre. Ahora le dieron por la Guardia Civil. Como si nos estuvieran retando. Yo recuerdo las palabras de un mando que decía: “Sé que no os gusta de hablar de esto. Pero si van por nosotros es por que le estamos ‘jodiendo’. Pues sabéis lo que os digo. Seguid trabajando para que se encuentren incómodos. No paréis de currar”. Eran palabras alentadoras. Te calmaban un poco aunque la verdad sea dicha era para unos instantes nada más.
Yo no caí como otros compañeros en estar todo el día en la cantina de mi destino bebiendo y tomando para olvidar lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Tenía por un lado de ahorrar para todo lo que me pedían mis hijos y mi ex. Además de ir a verlos cada cierto tiempo, que lo hacía se me iba un buen pellizco, tanto en el desplazamiento como en los buenos regalos que llevaba para que no se olvidarán de mí. Que estúpido que fui y seré siendo. Parece que no pero son muchísimos los gastos. Aunque se cobraba más pero más te pedían. Y siempre por abogados. Era otro martirio.
Hoy en día cuando escucho peleas a través del teléfono me recuerda inmediatamente lo vivido por mí. Si son amigos siempre les ayudaba diciéndoles que todo en esta vida se pasa. Son momentos de prueba. Y que en el futuro lo contaremos como anécdotas. Pero las cuales duelen mucho y hay que afrontar las. Yo tuve suerte de rodearme de personas que aunque fueran compañeros de profesión pero me demostraron que eran verdaderos amigos. Me sirvieron como psicólogos. Para inmunizarme del campo de batalla donde nos encontrábamos. Aconsejo que busquéis siempre esto. Es un tesoro el saber elegir a vuestros verdaderos amigos. Es muy difícil pero en el futuro os daréis cuenta. Existen las coincidentes laborales. Esos que se visten igual que tú pero que sólo piensan en ellos. Son los egocentristas. El mundo sólo gira para ellos. Los que están para escucharte y luego difundir las noticias que tu dices, haces o comentas. De estos los hay a patadas. Los esponjas que escuchan. Vuelven a escuchar y no dicen nada. Sólo piensan en hacer las horas laborables y marchar hacia su domicilio. Y los verdaderos amigos que saben escuchar. Te dan consejos y están contigo en las horas buenas y malas. Por estos últimos se paga dinero. Muy poquitos quedan.
Tuve uno. Se llamaba Luis. Se quedó en estos parajes pero me llamaron desde estos verdes y lluviosos lugares comunicándome que había fallecido cuando tomaba café en un lugar cercano a la playa de Zarauz. Me recordó la cantidad de veces que habíamos recorrido corriendo ese bello paisaje donostiarra, cada gota de sudor que quemaba los malos pensamientos y te daba una nueva mentalidad, y esas sabias palabras de mi gran amigo. La verdad que lloré muchísimo por mi gran pérdida. Un amigo no se puede ir de buenas a primeras. Teníamos que tenerlos hasta el fin de nuestros días. Me eché la culpa incluso de la muerte de él. Era un gran hombre por los cuatro costados. El que había perdido era el. Yo tenía que seguir afrontando el día a día sólo en este nuevo lugar de España. Era nuevamente un huérfano. Que Dios parara ya de castigarme. Por favor.
Esta bella ciudad autónoma que se llama Ceuta. Aquí me quedaba toda una larga vida donde sigo viviendo aún ahora después de haberme jubilado hace ya unos pocos de años. Es un rincón muy agradable a pesar de todos los peros que digan sobre ella. Aquí tengo la verdad todo lo que yo quiero. Y a esta edad es lo suficiente. Tus rutinas y vivir feliz. ¿ Que más quiero?.
Mi juventud se fue y sólo quedan los recuerdos. Y mis historias que te estoy contando. Unas minucias. Aunque te veo muy enfrascado e interesado tomando varias y muchas notas.