Hay mucho por hacer

Nacemos para ser útiles a la sociedad a la que pertenecemos, al Mundo en toda su extensión aunque nuestra labor, la de cada cual, se centre en ámbitos más reducidos.

Sólo algunos, los más preparados, pueden llegar a ocupar puestos de gran responsabilidad mundial. Pero esos son unos más de los muchos que forman parte de cada generación; no nacen predestinados a ocupar esos puestos principales, aunque el ambiente que los rodea sí puede ser el más adecuado para singularizarse por su calidad. Pero toda persona tiene capacidad de pensar y de luchar por lo que considera es lo más importante para ella misma y también para los demás, aunque a veces se equivoque gravemente. Pensar es una facultad que todos tenemos, pero el ambiente que nos rodea es muy variable.
A veces se atiende la necesidad personal más inmediata, aunque ello pueda producir daños - incluso graves - a los demás. Ese ha sido el caso de ese joven de Liberia que escapó del Hospital porque tenía hambre y pensó que en la calle encontraría el alimento que en el Hospital no le proporcionaban a su gusto. No pensaba en los demás, a los que podía contagiar la enfermedad que padece, sino en esa necesidad de comer lo que le apetecía. Muchas son las ocasiones en las que actuamos de una forma parecida a esa, aunque sin que nuestra salud esté resentida; actuamos de una forma determinada, la que sea, porque queremos y sin pensar detenidamente en las consecuencias que para uno mismo se puedan presentar.
 Son muchos los factores que intervienen en las decisiones personales. No se nos pasa por alto la gran diferencia de ambientes que existen en la sociedad, así como las fuerzas que actúan sobre ella y que sirven a determinados intereses no siempre beneficiosos para que el ser humano pueda desarrollar, con libertad personal, su propio pensamiento y alcanzar las metas que considera más adecuadas para su vida y también para las de los demás. El ser humano necesita un ambiente personal, creado por sí mismo con grandísimo esfuerzo, para poder desarrollar toda su capacidad para el bienestar de la sociedad a la que pertenece, que es tanto la de su pequeño mundo como la del mundo entero. Todo está dentro de las posibilidades de su capacidad humana.
Es necesario favorecer el sentido de responsabilidad personal. Toda persona es libre y debe darse cuenta de que también es responsable de sus actos, tanto en lo que afectan a si misma como en la influencia que tienen sobre los demás - pocos o muchos - los que sean que, a veces, son más de los que nos figuramos y hasta en cosas del común de la vida. El comportamiento personal es fundamental en la formación de otras personas; a veces en detalles tan simples como el ceder un asiento en el autobús. Es mucha la responsabilidad que se tiene en la actuación personal de la vida corriente. Hay que demostrar que se tiene en cuenta a los demás y ello se hace patente en muchos detalles pequeños de la vida corriente.
La vida de cualquier persona es sumamente importante y hay que dedicar a ello toda la fuerza del alma. Hay mucho por hacer en ese campo tan fundamental. No se debe perder el tiempo en cosas intrascendentes, dando mal ejemplo a los demás, mientras hay cuestiones fundamentales que se ignoran, que no se atienden personalmente y haciendo recaer esa función en los demás. Nos debe servir de ejemplo la acción de esas personas que se preocupan de los demás porque ven en ellos necesidades fundamentales. Todo ser humano, cualquiera que sea su personalidad, debe dar algo de su propia vida en beneficio de los demás, aunque sea una sóla persona y poco lo que se le puede aportar, tanto moral como materialmente. Hay mucho por hacer, ténganlo por seguro; por favor.