En la Habana Vieja, en la esquina de las calles Prado y Dragones, se encuentra el Hotel Saratoga. Su historia se inicia cuando en 1863 se demuelen las murallas de La Habana y empiezan a urbanizarse los espacios liberados. En 1874 la marquesa viuda de Villalba adquiere el solar nº1, manzana 20 y lo vende a Don Gregorio Palacios que, en 1879, establece un contrato para edificación de un edificio. En febrero de 1881 demanda a los constructores por no realizar en plazo la construcción, lo que paraliza las obras. Finalmente, a finales 1888 se termina la edificación, de estilo neoclásico distribuida en tres plantas, la primera dedicada a tienda y almacén de tabacos, la segunda con cuatro viviendas y la tercera como hotel o casa de huéspedes, con 43 habitaciones y salón comedor. En abril de 1911 se convierte en hotel con el nombre de Alcázar. En 1933 se unifican los espacios con una fachada monumental, que dio a la esquina un ángulo circular rematado con una cresta. Mientras las arcadas inferiores eran dóricas, las de los pisos superiores eran jónicas y corintias y el inmueble pasa a denominarse Hotel Saratoga.
Ya en 1935 lo registran como uno de los mejores hoteles de La Habana, especialmente por las actuaciones de bandas y orquestas en su terraza denominada Aires Libres a las que asistía un gran público, que incluso se agolpaba en los alrededores del hotel para escucharlas.
Al llegar la Revolución, la intervención gubernamental y la conversión en un edificio de vecinos con una serie de subdivisiones, ocasionó que se produjese un deterioro notable y la posterior desocupación por su lamentable estado. En 1998 ante la necesidad de buscar nuevos recursos al país y fundamentalmente el turismo, se promueve la recuperación de hoteles desarbolados entre ellos el Saratoga. En 2001 Se inician trabajos de restauración y remodelación. Solo permanece la fachada que es ampliada con dos nuevas plantas, pero conservando la añadida el estilo de la original e integrándose con la misma, aunque los nuevos niveles carecen de balcones y rejas. En noviembre de 2005, tuvo lugar la inauguración del nuevo Saratoga de cinco estrellas.
Como datos curiosos señalo que no he podido tener información del origen de su topónimo, aunque es posible que, de alguna manera, esté relacionado con el balneario de aguas termales existentes en el condado de Saratoga, en EEUU. Asimismo, que fue el primero en Cuba que utilizó cristales de seguridad templados o laminados en su remodelación.
Su restaurante recibe el nombre de Anacaona, en homenaje a la primera y legendaria orquesta femenina que animaba las actuaciones en la terraza Aires Libres. Durante su existencia ha gozado de la presencia de numerosas personalidades, por ejemplo, la habitual de Antonio Guiteras, ministro de la Gobernación durante el Gobierno de los Cien Días, así como la de senadores y políticos, por la proximidad al Capitolio.
Entre los ilustres huéspedes que ha acogido el hotel pueden contarse Rafael y María Teresa León; la exótica bailarina Patricia Schmidt y recientemente Beyoncé con su esposo Jay Z; la banda The Rolling Stones; Madonna y sus hijos; el rey Mohamed VI y su séquito y el actor y cantante Will Smith.
Fuera de las murallas que protegían a la población, a partir de 1774 se comenzó la construcción del Paseo del Prado que se convirtió en el eje de la vida social habanera. Derribadas ya las murallas obsoletas en 1863, aledaña al Paseo, en la esquina de Trocadero y Zulueta, se inició la construcción del Hotel Sevilla en 1880. Los arquitectos Antonio y Rogelio Rodríguez le imprimieron un estilo neomorisco – inspirado en la entrada al Patio de los Leones de la Alhambra de Granada– distinguiéndose por sus arcadas, columnas y paredes recubiertas de mosaicos y azulejos sevillanos. La brillante inauguración se celebró el 22 de marzo de 1908. Su bella arquitectura, su lujoso mobiliario, su decoración, sus servicios y su céntrica localización lo convirtieron en uno de los más lujosos, elegantes y confortables de los frecuentados en las primeras décadas de la República. Disponía de 300 habitaciones y nueve suites, todas con baño y teléfono, novedad en aquella época
La compañía norteamericana Bowman Hotels compró en 1919 el hotel y un edificio colindante. Los arquitectos Arellano y Mendoza los unieron en 1924, ampliándolo con una torre de diez pisos sobre la que se encuentra su célebre Rooftop Garden– el balcón del Prado– salón de moda de la alta sociedad. A partir de entonces fue conocido como Hotel Sevilla Biltmore.
Amleto Battisti, un uruguayo de origen italiano, ligado a la mafia e intermediario de Lucky Luciano en las operaciones de tráfico de heroína hacia los Estados Unidos, adquirió en 1935– según se dice de una forma no muy clara– por dos millones y medio de pesos las acciones del Sevilla Biltmore. Realizó una serie de adaptaciones y reparaciones, entre ellas el primer bar con aire acondicionado que existió en Cuba y por supuesto, la instalación de un casino. A partir de 1939 se convirtió en el hotel más elegante y refinado de La Habana.
La Revolución cambió radicalmente el Hotel, ya que el 1 de enero de 1959 – con la llegada de los hombres de Fidel Castro a La Habana– al igual que otros hoteles fue asaltado por la población, su casino destruido y el propietario Battisti refugiado en la embajada de Uruguay. El Hotel Sevilla fue intervenido por el gobierno revolucionario, aunque hasta 1965 continuó prestando sus servicios al turismo nacional. Se cerró en 1966 para someterlo a unas reparaciones y adaptación a una escuela de hostelería. En 1969 se abrió como hotel escuela, en 1989 se realizó una revitalización remozando completamente su aspecto y en 1993 recuperó su esplendor de antaño, ofreciendo de nuevo sus servicios al turismo internacional.
Graham Greene, en su novela publicada en 1958, Nuestro hombre en La Habana, localiza en el hotel Sevilla la entrevista de uno sus protagonistas con miembros del servicio secreto británico MI6. En la época de esplendor – con el auge del juego– el mafioso Al Capone alquiló una planta entera, la 6ª, para él, su comitiva y sus guardaespaldas. Según me ha comentado un veterano empleado, Ernest Hemingway se alojó inicialmente en el Sevilla, aunque luego se trasladó al Ambos Mundos. Incluso me comentó que, para efectos de documentación personal y recepción de correspondencia mantuvo, durante un tiempo, su dirección en este hotel.
La cita de huéspedes ilustres y famosos del Hotel Sevilla sería interminable pero, citando a algunos de ellos, encontramos a escritores como Georges Simenon, Blasco Ibáñez, Herbert Mathews; cantantes Enrico Caruso, Lola Flores, Libertad Lamarque, Imperio Argentina, Josefine Baker, Jorge Negrete, Pérez Prado; actrices Merle Oberon, Gloria Swanson; compositor Ernesto Lecuona; deportistas Luis Angel Filpo, Ted Williams, James Roy, Joe Louis; pintores Alvaro Siqueiros y López Mesquita; Ajedrecista José Raúl Capablanca; mafiosos como el citado Al Capone y Santos Trafficante.
El Hotel Plaza se encuentra en la Habana Vieja, en la calle Zulueta. En 1895 sobre las ruinas del antiguo barrio de Las Murallas–en terreno que había sido adquirido en 1592 a la corona española por Gaspar de Arteaga, tatarabuelo de Gertrudis Gómez de Avellaneda– ocupando una esquina de lo que luego sería el Parque Central, la familia Pedroso construyó un edificio de vivienda de dos plantas. En 1898 se convierte en la oficina central de Diario de la Marina que comparte edificio con el hotel Leal. En 1901 el inmueble lo adquirió un ciudadano norteamericano que amplió, remodeló y rediseñó el edificio, conservando su carácter ecléctico para convertirlo en hotel. En 1906 lo adquiere el Marqués de Pinar del Rio y en enero de 1909 se inaugura oficialmente el Hotel Plaza, con un baile de caridad.
En los años 30 se intentó la conversión en un casino, aunque no fueron concedidos los permisos. Sin embargo, en los años 50 sí obtuvo las licencias el gánster italo norteamericano Angelo Bruno y funcionó como tal garito. Por poco tiempo, ya que en 1959 los revolucionarios lo destruyeron totalmente. Durante los años 60 perteneció al sistema nacional de turismo
En las décadas 70 y 80 estuvo cerrado y entre 1987 y 1991, con la apertura al turismo, se demolieron las partes en mal estado y se añadieron nuevos espacios para modernización, aunque sin afectar a la estructura principal. Ha albergado en sus instalaciones a ilustres huéspedes como: Albert Einstein, Anna Pavlova, Isadora Duncan o los ajedrecistas Franz Marshall y Capablanca.
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