La Ciudad ha presentado una campaña para concienciar sobre el cuidado medioambiental el Día de la Mochila. Quiere, sobre todo, que los más pequeños de la casa sepan que los montes no son estercoleros, que ocupar un día ese espacio conlleva que cada uno se lleve su basurita.
Ya es triste que haya que organizar una campaña para que la ciudadanía sepa qué es lo que hay que hacer, entienda que ese espacio común es de todos y que cuidarlo será positivo para nuestra salud y la de generaciones venideras.
No dudo del objetivo loable perseguido por la Consejería, pero parece olvidar que son los propios padres los que deben educar a sus hijos para hacerles entender que celebrar la Mochila o acampar con los amigos supone respetar lo que tenemos, no encontrarnos una auténtica leonera 24 horas después.
Porque suele ser, desgraciadamente, lo que sucede. Que tras la Mochila llega el desastre que otros deben limpiar.
Los niños deben salir concienciados desde casa. Deben saber respetar los montes como las calles, esto se aprende en el hogar y se refuerza en los colegios.
Inventarse campañas como la presentada por Medio Ambiente parece más una forma de justificar un gasto y unos cargos que de entender la necesidad de que la ciudadanía sepa cuáles son los límites de una convivencia básica para que sintamos que, realmente, somos humanos.
Si a estas alturas hay que enseñar un mínimo de civismo es que en algo estamos fallando. Y bastante.






