De nuevo el sector del taxi ha vuelto a ser noticia y para nada positiva. Un taxista ha sido agredido salvajemente, tanto que le rompieron la mandíbula y tendrá que ser intervenido en un hospital de la Península para ser tratado.
No es la primera vez que ocurre una agresión, de ahí el hartazgo de un sector que necesita de mayor protección dada su exposición a este tipo de sucesos.
Son trabajadores que se juegan la vida a diario y que lo único que piden es protección para poder estar seguros. Es un gremio expuesto, no tienen defensa alguna, y tienen que arriesgar en los servicios para poder llevar el ‘pan’ a su casa.
Llevan meses, o mejor dicho años, esperando que se autorice o se haga al respecto por parte de la Delegación del Gobierno o de la Ciudad para colocar unas cámaras de seguridad. Piensan que la persona que se suba a hacer daño estará mucho más cohibido y que eso ayudará a que puedan estar tranquilos.
Se niegan a señalar a ninguna barriada, por desgracia hechos similares les han ocurrido en distintos puntos. En la noche del domingo le tocó el turno a Haddu Amar, el propietario del taxi número 40, uno de los veteranos de este sector.
Sí, le tocó a él, pero a quién le tocará ‘mañana’. Esa es la pregunta que atemoriza a cada uno de los taxistas que a modo de protesta se plantaron en la explanada del Chorrillo y estuvieron durante media hora concentrados por su compañero. Pidieron una y otra vez perdón a la ciudadanía por parar el servicio pero solo querían ser escuchados y que de una vez por todas se mire por ellos y por su seguridad.