Mientras acaba de recuperar la gestión directa del servicio de transporte público en autobuses urbanos, la Ciudad anunció ayer que ahora va a emprender la externalización de la gestión de la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) de Acemsa, que para justificar la decisión alega que en breve (no tanto, durante los próximos cinco años) se jubilarán dos tercios de la plantilla que tiene dedicada a esa infraestructura y que no encuentra personal cualificado para cubrir las vacantes existentes.
La administración local ya tiene en manos privadas a través de esa misma sociedad municipal, que con 46 trabajadores en nómina dedicará este año más de 4,6 millones de euros a su capítulo de Personal, la gestión de la planta desadora y la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR). El del agua es un negocio que sigue pujante.
El sector público debe tener unos criterios claros y coherentes a la hora de elegir, sin anatemas, cuál es el mejor modelo de gestión de cada servicio mirando por el interés general del conjunto de la ciudadanía, que debe ser lo primordial, tanto en términos de eficiencia económica como de calidad de la prestación, especialmente si se trata de ámbitos fundamentales como estos. La gestión directa o indirecta no tiene por qué ser en sí misma y en todos los casos mejor o peor, pero la administración está obligada a explicar de forma inteligible para el conjunto de la ciudadanía cuáles son las razones que llevan a elegir una u otra en cada caso.
Autobuses urbanos al margen, sobre la mesa está también de forma recurrente el debate sobre si servicios como el de la limpieza pública viaria y la recogida de basuras, por ejemplo, también deberían prestarse directamente o no, y su resolución no puede depender del capricho o el equilibrio de intereses, sino de principios firmes y conocidos para la toma de decisiones de calado.