La frutería El Santo es de esos lugares con historia, tradición y memoria en Ceuta. Sobre todo, porque el nombre que lleva procede de sus propios clientes que apodaron así al hombre que levantó el negocio, al ser fuente de bondad, agradecimiento y humildad.
Este negocio se encuentra en el mercado de Real 90, pero no siempre ha estado ahí. El comienzo de esta frutería no fue siquiera ni considerada frutería como tal.
Su actual dueño es Abdeselam Kaddur, pero el que puso los cimientos de esta conocida frutería fue su padre, Kaddur. Comenzó vendiendo fruta con un saco colgado a la espalda, tras esto se hizo con un burro y unas cestas para recorrer Ceuta vendiendo género y el paso siguiente fue hacerse con una carretilla.
Fue el mercadillo que antaño se implantó en Azcárate, el primer lugar en el que este buen hombre pudo asentar su pequeña empresa.
Cuenta su hijo y actual dueño del negocio que su padre, fruto de haberse recorrido todas las calles y zonas de Ceuta vendiendo fruta a pie, se conocía cada rincón de la ciudad.
En cuanto al mercadillo de Azcárate, relata Abdeselam, estaba formado por varios puestos y un techo instalado para resguardar a los comerciantes de la lluvia.
Kaddur comenzó su andadura siendo “muy joven” y desgraciadamente murió a los 72 años, hace ya casi 20, dejando el negocio en las buenas manos de su hijo que continúa su legado.
En cuanto a su padre, entre risas, narra cómo ayudaba a las familias dejando fiado y apuntando las cantidades por motes. Debían ser motes graciosos porque ha sonsacado unas risas a su hijo. “No hacía falta apuntar nombres y apellidos o DNI porque antes la gente era honrada y sabías que te iba a pagar cuando pudieran”, asegura.
Su padre tuvo seis hijos, una crianza que pudo sacar adelante a la vez que levantaba el negocio con el apoyo de su mujer Fatima Hamud que, según narra Abdeselam, era una increíble cocinera y conocida por todos por sus dotes culinarias.
Abdeselam ya ayudaba a su padre con 12 años, sobre todo en verano, cuando pasaba todos los días en la plaza de Azcárate y se sacaba unas moneditas ayudando a los clientes a llevar las bolsas “en el tiempo de las pesetas”.
“La fruta la hemos mamado”, afirma Abdeselam haciendo referencia a la gran cantidad de horas que ha compartido con su padre en el negocio familiar, un negocio que pasó a su poder hace ya más 30 años, llevando el negocio número 40 en Real 90.
“Yo empecé muy joven a trabajar con mi padre, con unos veinte años"
“Yo empecé muy joven a trabajar con mi padre, con unos veinte años y poco después mi padre me dejó al frente del negocio. Me enseñó mucho y sobre todo lo hacía dejándome solo ante todas las responsabilidades de la tienda. Al principio no lo entendía y creía que yo no iba a ser capaz, luego entendí que lo hacía para que aprendiera”, cuenta con una mirada de orgullo y ternura.
La relación de Abdeselam con su padre era “muy buena”, al igual que con los clientes fieles heredados del emprendedor del negocio, aunque tristemente, “muchos de ellos ya han fallecido”.
En la frutería El Santo, este hijo que decidió continuar el negocio de su padre todavía guarda una reliquia que hace mucho, mucho tiempo sirvió a éste.
“Tengo un peso que no es eléctrico de la marca Mobba. Cuando se va la luz lo cuelgo y me sirve igual que cuando estaba mi padre. Al ser manual me sirve cuando todos los eléctricos no lo hacen”, indica.
Además, el dueño de la frutería El Santo no dispone de caja registradora, él hace las cuentas de cabeza, a la vieja usanza, como antiguamente cuando no necesitábamos recurrir a una máquina para todo.
Para el hijo de El Santo, que sus clientes valoren la calidad de sus productos es de lo más importante en su negocio. Le gusta conocer la opinión de su clientela y saber que están disfrutando de su género.
Por otro lado, Abdeselam lamenta que poco a poco se está perdiendo la tradición y la cercanía.
“La gente hoy va a lo más cómodo y todo el mundo va corriendo. Además, muchos prefieren recurrir a la comida precocinada. No dicen voy a ir al frutero y del frutero al carnicero. La juventud no tiene paciencia, prefiere ir a un sitio a llenar el carro rápidamente. Los pobres tampoco tienen tiempo porque la vida ha cambiado mucho”, se lamenta Abdeselam.
Este hijo que decidió continuar el negocio que con tanto esfuerzo su padre levantó ha sabido como mantenerse en el mismo lugar en el que su padre lo dejó durante más de 30 años, aunque ya había comenzado en Azcárate.
Abdeselam tiene 4 hijas y un hijo, y aunque no lo dice con seguridad, pues todo puede pasar, no descarta ser el último en estar al frente de la frutería, pues como él bien dice, “este negocio requiere mucho trabajo, quita mucho tiempo y los jóvenes de hoy en día no se sienten atraídos por estos negocios”.
A pesar de ello, todos sus hijos han crecido en la frutería con su padre, pero solo para visitarlo, eso sí, “para trabajar bien poco”, dice Abdeselam sonriendo. Su único hijo varón sí ha ayudado a su padre en más de una ocasión.
“Este negocio es muy sacrificado. Hay que levantarse temprano, ir al almacén por la tarde a comprar, aguantar un día bueno, un día malo, hay que echar muchas horas y hoy en día eso no se aguanta”, concluye Abdeselam.
Descubrir la frutería El Santo y escuchar a los clientes narrando la historia de su nombre ha sido un auténtico placer. Kaddur debió ser un hombre admirable, tal y como cuentan, pues todos coinciden en lo mismo, era conocido por su gran bondad, su afán por ayudar a los demás y brindar su ayuda a quien lo necesitara.
De estas cualidades ha heredado muchas Abdeselam, pues los clientes confirman que es una bella persona, además también es conocido como El Santo, legado también de su padre.