Ayer se celebró el día mundial de la fisioterapia. Somos frágiles, estamos expuestos a caídas, contracturas, pinzamientos, accidentes que necesitan mucha rehabilitación.
Parte de nuestro cuerpo se rompe como un puzle, como si fueran piezas desordenadas e inconexas que tienen que volver a funcionar.
Someterse a una operación, entrar al quirófano, sustituir parte de esas piezas por otras artificiales para que la estructura, los cimientos del organismo no se vengan abajo.
Después llega el momento de la rehabilitación, volver a recuperar movilidad, aliviar el dolor, volver a andar, conseguir poner en marcha un brazo aquejado de una tendinitis, una cadera, los efectos de cualquier enfermedad cuyos síntomas nos encierran en el desánimo de retirada, en la inacción.
Tememos al no ver una salida a un proceso muy largo en el que pierde la esperanza por no volver a ser lo que éramos, por pensar mil veces en las secuelas, en las heridas cicatrizadas, en el cómo nos cambiará la vida cotidiana.
Las técnicas de los fisioterapeutas son muy variadas dependiendo de la dolencia y el paciente; intervienen los conocimientos técnicos, los instrumentos, las terapias: masajes, corrientes, aplicación de frío y calor, ejercicios estudiados minuciosamente para completar estrategias necesarias conectadas unas con otras que nos cuesta entender, aunque nos las expliquen infinidad de veces.
También el fisioterapeuta cuenta con un instrumental invisible: El ánimo, el optimismo, la psicología, la empatía, el ir dando razones sobre lo que se está haciendo en cada momento, el avisar para poner en guardia a la persona que pasará momentos que se harán eternos.
Volver a ser los que fuimos, amoldarse a las circunstancias que compartirán el día a día, aprender de nuevo para integrarnos en lo cotidiano.
También existen intrusos en esta profesión que pueden causar daños irreversibles. Se presentan con la panacea de la curación como si ésta fuera un milagro , un don que Dios les dio y que requiere la fe del doliente. Allí, en esa casa de estafas, acudimos acompañados con la esperanza de la sanación. Cada vez emergen más estafadores, mercenarios, analfabetos que cuelgan en las paredes estampas de santos y vírgenes que miran al cielo esperando la gracia.
Allí nos destrozan y echarán la culpa al diablo o a la bruja coruja
La magia no consiste en rezar tres padres nuestros sino en las manos del fisio, en sus conocimientos de anatomía, en la fuerza de sus brazos, en el trabajo entre el paciente y el profesional.
Hay veces que la medicación no puede resolver los efectos de un accidente, o de un ictus. Ahí estarán ellos que irán ganando nuestra confianza a sabiendas del dolor inevitable que deberemos soportar.
Después del túnel veremos la luz aunque cueste contemplar los primeros rayos.