A pesar de que el 500 aniversario de la conquista de Ceuta por la armada de Juan I de Portugal no tuvo una gran respuesta local, hay que reconocer que la actitud de las instituciones culturales de aquel país fue muy diferente.
Proclamada la República en 1910 en Portugal, no eran pocos los políticos e intelectuales que miraban a África recordando las gestas de sus antepasados. Destacar al primer Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Anselmo Braamcamp Freire, historiador y arqueólogo unido a la historia ceutí por ofrecernos la transcripción del relato de la conquista de Antonio La Salle; o Affonso de Dornellas Cisneiros, militar, historiador, e incansable defensor de la Cruz Roja portuguesa, con una enorme producción de estudios sobre Ceuta.
El éxito de las publicaciones sobre nuestra ciudad de instituciones y universidades llevó a estudiosos locales a hacerse de ellas y contactar con sus autores. Entre los más activos en el paso de los años 10 a los 20 estuvo Mariano Ferrer Bravo, quien promovió un intercambio cultural entre instituciones lisboetas y ceutíes, cuyo primer hito fue la presencia de una comisión portuguesa en la Feria de 1923, a la que seguiría una visita a Portugal de una comisión ceutí en diciembre de 1923.
En el orden institucional, la visita tuvo el más alto nivel posible, con la presencia de las autoridades políticas y militares, ocupando la alcaldía Demetrio Casares Vázquez y el gobierno militar el general Manuel Montero Navarro. Incluso se contó con la presencia del obispo de Cádiz Marcial López Criado. Muy importante fue también la participación de la Asociación de la Prensa de Ceuta, que presidía Cayetano González Novelles y de la que formaban parte redactores y corresponsales numerosos, muchos de los cuales tenían su ámbito de acción en Marruecos.
Los ilustrados visitantes llegaron el día 4 de agosto a bordo del cañonero de la Marina de Guerra Portuguesa Bengo, lo que evidenciaba la importancia que querían dar a su presencia desde la Presidencia de la República que ostentaba António José de Almeida. Por cierto que esos días estuvieron en el puerto el acorazado Alfonso XIII, los buques España y Reina Regente y otros menores como el cañonero Laya, que se puso a su disposición para la excursión que hicieron a Alcázar Seguer.
La comisión estaba presidida por Raul Marques Caldeira, senador de la Cámara Municipal de Lisboa y la integraban los Senadores de la Cámara Alberto Eduardo Valado Navarro, Caetano María Beirao da Veiga y Antonio Augusto Rodrigues; Affonso de Dornellas, Presidente de la Cruz Roja portuguesa venía en representación de la Academia de Ciencias y Asociación de Arqueólogos portugueses; Luiz Filipe d’Andrade Alburquerque de Bettencourt, Joaquim d’Andrade Alburquerque de Bettencourt, D. Jacinto d’Andrade Alburquerque Bettencourt y Joaquim Moreira Fontes de la Asociación de Arqueólogos, y Antonio da Rocha Junior y Norberto Araujo, como redactores de Diario de Noticias y Diario de Lisboa, respectivamente.
Hospedados en el Hotel Majestic, visitaron instituciones como el Ayuntamiento, el Hospital de la Cruz Roja, El Tercio -en sus instalaciones del Cuartel del Rey-, el Patronato Militar de Enseñanza o el Colegio de los Agustinos y edificios, entre ellos sus iglesias -principalmente Africa y Valle- y fortificaciones como la fortaleza del Hacho. No faltó tampoco la visita a las canteras de Benzú y al puerto, su fábrica de bloques, y los depósitos de combustible. Además, participaron activamente en los Juegos Florales, de los cuales ese año fue mantenedor el diputado a Cortes José Estrada. Por su parte, el Ayuntamiento nombró Hijo Adoptivo de Ceuta a Dornellas.
Muchos de estos actos contaron con la presencia de las autoridades de la Alta Comisaría, principalmente el secretario general Diego Saavedra; y jalifianas, como el ministro de Hacienda, Sidi Abselam Bennuna, a quien el Jalifa nombró delegado imperial ante la Misión portuguesa de 1923.
Los portugueses vinieron cargados de libros y se fueron, el 7 de agosto, despedidos con banda y música -Regulares y Scouts- así como con abundante material gráfico y documental con el que seguir su vinculación con Ceuta. En Tetuán el Secretario General de la Alta Comisaría impuso la Encomienda de Isabel la Católica a Affonso de Dornellas, la de Carlos III a Luiz de Bettencourt y entregó los nombramientos de caballeros de Isabel la Católica al resto de participantes, que había concedido el Rey.
El Ayuntamiento, por iniciativa de su Bibliotecario y Presidente de la Asociación de la Prensa, decidió crear en el nuevo Palacio una biblioteca-museo hispano-lusitano, con los fondos entregados por la misión, que quedó en eso y en el nombramiento de cinco presidentes honorarios, y una muy nutrida lista de cargos, con el académico Criado Hoyos como “presidente efectivo”. Luego… nada más se supo…
El programa de Feria de 1923 no difiere mucho de los de otros años. Hubo cultos religiosos, concursos de belleza, dianas floreadas, repartos benéficos, cabalgatas, veladas nocturnas y fuegos artificiales; elevación de globos y fantoches en la plaza de Africa, concursos de vehículos y proyecciones de cine al aire libre. El deporte ese año constituyó un éxito de la Real Sociedad Hípica de Ceuta, con un concurso que tuvo repercusión nacional, pero no faltaron pruebas de atletismo, ciclismo, natación y partidos de futbol.
Por cierto, el texto del programa debió trasladarse de otro anterior y volvió a introducirse una inauguración de la Cantina Escolar que no tuvo lugar, llevando esta en funcionamiento desde junio de 1920.
Todo ello quedó contado y bien contado, a nivel local, en la revista Ceuta y sus Festejos que editaba la tipografía Arturo Sierra, dirigida por Francisco J. García de Ezpeleta, con numerosos anuncios y fotografías, principalmente retratos de sus protagonistas. Sin embargo, las 36 páginas de la revista no tienen comparación con las casi 500 del libro que publicó Dornellas a su vuelta a Lisboa y que tituló De Ceuta a Alcacer Kibir em 1923.
En él se incluyen las excursiones que los miembros de la Misión y sus acompañantes hicieron a Alcázar Seguer, Tetuán, Arcila y Larache. Textos e ilustraciones tienen hoy un gran valor y podemos decir que se trata de una obra muy interesante para conocer no solo la Ceuta de ese año, sino también la mirada nostálgica de Portugal sobre las que fueron sus primeras plazas ultramarinas.