Dice Philip W. Powel en el libro “Los grandes engaños históricos”, que la llamada “Leyenda negra” contra España fue un invento. Y añade: “La propaganda que tan efectivamente se empleó para estimular ataques contra España, y a la vez levantar a las naciones que le sucederían en la cumbre del poderío europeo, contribuyó en gran manera a la debilitación y declive de aquel país y de su imperio” (España). Así, durante los siglos XVI y hasta el XIX, varias naciones europeas, sobre todo, Holanda, Inglaterra y Francia, y también los EE.UU. de Norteamérica con ocasión del apoyo que dieron a la independencia de algunas de las colonias españolas en América, protagonizaron una campaña de insidias contra nuestro país, unas veces inventándose una serie de hechos negativos que nunca existieron, otras veces magnificando meros hechos aislados y sin apenas trascendencia y, en otros casos, engañando a base de elevar a verdades absolutas lo que sólo llegaron a ser medias verdades, tergiversadas luego con maliciosa intencionalidad para producir efectos múltiples que enfrentaran al mundo contra nuestro país, atribuyéndole a España atrocidades que luego ellos cometieron.
Un ejemplo de lo que se dice se tiene en la denuncia que dichos países hicieron ante el mundo sobre masacres y exterminio cometidos por los conquistadores españoles en América, que no se discute que sí se dieran algunas atrocidades que fueron de todo punto injustas y reprobables, pero que era casi normal que se cometieran por ambas partes en una época en que existían el derecho de conquista y el radical choque entre religiones, en el caso de España por defender la unidad de la fe católica que entonces era confesional, y en el caso de los países conquistados, por el culto a sus dioses con el ofrecimiento de cruentos sacrificios de jóvenes cebados que descuartizaban para así ofrecerlos a sus ídolos religiosos. Por eso, los excesos que entonces se cometieran habría que medirlos con el metro histórico de los tiempos en que se vivieron y, también, teniendo en cuenta la gran obra evangelizadora y el encuentro humanitario y civilizador que España llevó a dichos territorios, como acredita toda la avanzada legislación social y humanitaria que nuestro país promulgó y aplicó en favor de los indios, como buen ejemplo son de ello las antiguas Leyes de Indias, que fueron vanguardistas y modélicas en su especie para aquella época, regulando los derechos de los indios, el descanso de los días festivos, el peso máximo que podían trasportar, la jornada de ocho horas, flexibilizando el trabajo en las minas, en qué condiciones podían únicamente trabajar las mujeres y los niños, la abolición de los duros castigos, etc.
Pero lo más reprobable es que, precisamente, fueran esas potencias europeas que auspiciaron, promovieron e inventaron la “Leyenda negra” contra España, las que luego más atrocidades, racismo y discriminación cometieron y practicaron tanto contra los indios en América del Norte como en África y otros territorios; porque lo que es una realidad innegable es que los españoles no tuvieron el menor escrúpulo en mezclar su propia sangre para hermanarse con la de los aborígenes de aquellas tierras, lo que pronto daría lugar al mestizaje, razón por la que casi todos los apellidos que todavía hoy llevan los ciudadanos de los países de Hispanoamérica son españoles, y en su gran mayoría de clara descendencia extremeña, como prueba bien patente de que también extremeños fueron el grueso de los conquistadores y las figuras más estelares de aquella gesta, por más que algunos se empecinen en verla de otra manera, que parece como si tuviéramos ahora que avergonzarnos de la obra de España en América. Las demás potencias colonizadoras, en cambio, lo que hicieron de forma sistemática fue practicar el “apartheid”, la purificación a toda costa de su sangre de raza blanca y la más deshumanizadora discriminación basada en el predominio y la superioridad del hombre blanco sobre los indígenas, como se ha visto en Sudáfrica hasta que hace pocos años se hizo con el poder la gente de color.
Es muy significativo que hace unos 15 años los pocos indios norteamericanos que quedan solicitaran del gobierno norteamericano que se les reconocieran los mismos derechos, idénticas prerrogativas y las tierras y propiedades que el rey español Felipe II les había otorgado en el siglo XVI. Y es que los ingleses cuando llegaron a América del Norte, lo mismo que los holandeses y los franceses, comenzaron a arrasar el espacio, las tierras, la cultura, los medios de vida, y hasta hicieron desaparecer a los propios indios. Y, curiosamente, de ello qué poco quedó escrito, qué poca “leyenda” existe y qué nula propaganda se ha hecho, quizá porque, contrariamente a la “Leyenda negra” que se orquestó contra España, en el caso de tales países se trató de minimizar sus excesos. Pero en adelante vamos a ver algunos de los muchos datos tristemente elocuentes de lo que en realidad allí pasó, donde de unos 150 millones de indios de todo el norte de América que había en el siglo XV, sólo quedan ya unos cuantos centenares como último vestigio de todo un pueblo y raza humana que fue exterminada casi por completo, sin piedad ni compasión. Y así como de los indios de Hispanoamérica queda todavía una fuerte presencia en numerosos países como Méjico, Perú, Colombia, Bolivia, Guatemala, etc, de los indios USA, en cambio, sólo quedan las películas de comanches que tan de moda estuvieron en el siglo pasado.
El año 1614 una expedición inglesa arribó a las costas de Virginia, asesinando su tripulación a considerable número de nativos y capturando a otros para venderlos posteriormente como esclavos; pero, además, expandieron entre la población india una epidemia de viruela, entonces incurable entre los nativos, que arrasó numerosas aldeas para fundar los ingleses allí lo que entonces comenzó a ser conocido como Nueva Inglaterra, y el 11-11-1620 establecieron sus primeras colonias en Playmouth y Mayflower. En 1625 los indios Pemaquids acogieron con buena voluntad a los colonizadores británicos, entregándoles sus tierras en lo que fue su primera cesión como gesto de acogimiento y de paz. En 1637 hubo una masacre de indios Pequot en Connecticut (Nueva Inglaterra), a mano de los colonos puritanos ingleses, por negarse los nativos a formar alianzas con otras tribus de su raza menos hostiles a los europeos y porque negaban el paso a los británicos cuando éstos pretendían secuestrar indios para venderlos como esclavos.
En 1644 una rebelión indígena en Virginia, capitaneada por el jefe indio Opchanacanough que intentó recuperar el territorio que antes les había sido arrebatado por los ingleses, pero las represalias por parte de éstos llegaron casi a la total destrucción de aquella confederación de nativos. En 1675 estalló la llamada “Guerra del rey Phillip” (Metacomet), y unos 12.000 indios de las tribus Wampanoag y Narragaset atacaron los poblados de Nueva Inglaterra, arrasando nueve de ellos y asesinando a unos mil colonos ingleses. Como represalia por tal acción, estos últimos los derrotaron con una potente fuerza inglesa en Swansea. Tras haber capturado al jefe indio Metacomet, fue ejecutado y, como ejemplo de odio y mano dura hacia los pieles roja, su cabeza fue públicamente expuesta durante 20 años en Playmouth y Massachussets, y toda su familia enviada como esclavos a las Antillas. En 1695 fue aprobada una ley en la segunda de dichas ciudades por la que se permitía disparar contra cualquier indio sospechoso, su texto dispositivo era el siguiente: “Cualquier persona, inglés o indio, que encuentre a indios viajando o escondiéndose en cualquier pueblo, puede ordenarles que se acerquen, examinarlos o matarlos como puedan”. O sea, que eran tratados como si de cazarlos como animales se tratara.
En 1640 los indígenas de Canadá iniciaron hostilidades contra los asentamientos franceses en la zona. Como represalia, los tramperos galos fueron esquilmando sistemáticamente las fuentes de caza y supervivencia tradicionales de los indios, poniendo así en grave peligro el futuro de las tribus. Un grupo de unos 50 misioneros fundaron en 1642 Ville Marie de Montreal, origen de la actual ciudad canadiense. De los nativos de aquella época, ni siquiera existe ya vestigio alguno conocido. En 1624 los holandeses fundaron Nueva Ámsterdam (hoy Nueva York). En 1641 el quinto gobernador holandés en dicha ciudad, William Kieft, ofreció una recompensa dineraria por la entrega de cabezas de los indios. Su afán fue eliminar cualquier vestigio nativo. En sus violentos raids, o cacerías, contra los nativos mohicanos llevó a cabo un ataque nocturno sobre varios poblados de indios mohicanos, cogiéndoles por sorpresa de noche y asesinando a todos, sin tener en cuenta su edad ni sexo, o sea, barrieron con ancianos, mujeres y niños, con los que cometieron una verdadera masacre.
Pero una realidad es innegable; y es que lo verdaderamente cierto fue que desde que las potencias europeas comenzaron a colonizar América del Norte, millones de amerindios fueron desapareciendo misteriosamente sin apenas dejar rastro. Muy poco o prácticamente nada hay escrito sobre esta cuestión, que bien que merecía la pena que se le hubiera investigado, dedicado algún espacio, o que el mundo se hubiera interesado por el destino de tantos millones de almas nativas, por sus cadáveres, que tiene que haberlos, y por sus fosas comunes, que seguro existen. ¿Por qué no se ha hecho?. Algunos medios oficiales se empeñan en pretender hacernos ves que no desaparecieron por medio de la violencia utilizada contra ellos, sino que su exterminio tuvo lugar porque fueron víctimas de enfermedades, epidemias, o por la mezcla e interacción con las distintas culturas europeas lo que les hizo desaparecer, apoyándose en datos falsos y tesis manipuladas. Porque lo verdaderamente cierto fue que desaparecieron, que fueron arrasados, que no dejaron ni rastro y que, por eso, que nunca se ha vuelto a saber más de ellos. Y eso sí que es una vergüenza que aun no se haya investigado de cara al esclarecimiento de la desaparición de casi toda la raza de un gran pueblo que hoy está casi desaparecido.