La arqueología vuelve a tender puentes entre Marruecos y España. Un reciente estudio publicado en la revista African Archaeological Review ha sacado a la luz descubrimientos sin precedentes en la región de Tánger, donde se han documentado antiguos enterramientos que podrían reescribir lo que se sabía sobre los vínculos entre el norte de África y el sur de Europa en la prehistoria.
Los investigadores han identificado tres yacimientos funerarios en la península de Tánger, con tumbas megalíticas del tipo cista, menhires y grabados rupestres. Algunas de estas estructuras datan de entre el 3000 y el 500 a.C., es decir, de las edades del Bronce e Hierro.
Una tumba única en el noroeste africano
El hallazgo más destacado se sitúa en Darwa Zidan, donde se ha identificado la primera tumba tipo cista documentada en el noroeste de África con datación precisa por carbono 14. Según los resultados, la estructura fue utilizada entre los años 2119 y 1890 a.C., un dato clave para entender la evolución de los rituales funerarios en la región.
La investigación, liderada por Hamza Ben Attia (Universidad de Barcelona), junto con Jorge Onrubia-Pintado y Youssef Bakkbout (INSAP de Rabat), revela además una gran diversidad de enterramientos: desde cuevas y fosas excavadas en tierra hasta sepulturas con losas de piedra dispuestas en forma circular.
¿Tumbas vacías o símbolos rituales?
Uno de los aspectos más llamativos del estudio es que algunas tumbas estaban completamente vacías, lo que lleva a los expertos a pensar que podrían tratarse de cenotafios —es decir, tumbas simbólicas sin restos humanos—. Esta práctica también está documentada en la prehistoria del sur de la Península Ibérica, lo que refuerza la idea de rituales compartidos a ambos lados del Estrecho.
En el mismo enclave de Darwa Zidan se encontraron también herramientas de piedra y restos óseos fuera de las estructuras funerarias, lo que podría deberse a antiguos saqueos.
Menhires, rutas y memoria colectiva
Además de los enterramientos, el equipo de arqueólogos ha documentado grabados rupestres y alineaciones de menhires, colocados en puntos clave del paisaje. Todo ello sugiere que esta zona fue un centro ritual de gran relevancia, posiblemente conectado con rutas marítimas y comerciales que enlazaban el norte de Marruecos con el sur de España.
El estudio respalda la hipótesis de que el norte de África no era un territorio aislado, sino parte activa de una red de contactos culturales que incluía el Atlántico europeo y el Sahara.
Más allá del relato colonial
Los investigadores concluyen que estos hallazgos obligan a replantear las visiones eurocéntricas que históricamente han relegado al norte de África a un papel secundario en los relatos de la Antigüedad.
Las estructuras funerarias, la riqueza simbólica y la complejidad de los sitios descubiertos demuestran que existía una tradición local sofisticada, integrada en dinámicas de intercambio y expresión cultural autónoma mucho antes de la llegada de los romanos.
Tánger, una vez más, se confirma como una encrucijada histórica de civilizaciones, y esta vez, lo dice la tierra.