Un modo de enterrar que aún continúa siglos después en el presente. La forma de dar sepultura en la sociedad islámica tiene raíces en el medievo y día de hoy existen vestigios de ello. No es necesario irse lejos para conocerla ya que, en Ceuta, se halló un cementerio en 2018.
Este 2025 los investigadores ya cuentan con algunas conclusiones en torno a lo que se descubrió bajo los cimientos de un edificio: 180 tumbas y 300 cuerpos. Este jueves se ha dado a conocer esa información a la ciudadanía en una jornada divulgativa en el salón de actos del Revellín de San Ignacio.
Actualmente todos los ajuares y restos mortales se encuentran en los fondos del museo de la ciudad. Allí, su muerte tendrá un sentido y no habrá sido en vano ya que su análisis contribuirá a la documentación histórica. Gracias al uso de una serie de técnicas, se podrán saber aspectos tan concretos como su alimentación o cuál fue la causa de su defunción.
La iniciativa se ha ideado con la intención de arrojar más luz de este capítulo del pasado en España. La intención es que este estudio dé pie a más proyectos que aborden la cuestión. El libro ‘Maqbara: espacios, rituales y ceremoniales de enterramientos islámicos’ de Bilal Sarr ahonda en este asunto a través de 22 trabajos de expertos.
Análisis nuevos
Precisamente el autor de este título y profesor titular de la Universidad de Granada ha estado a cargo de la primera ponencia de la jornada. José Manuel Pérez, presidente de Septem Nostra, ha impartido la segunda.
“No solo se están reuniendo datos de distintas maqbaras. Se están haciendo análisis que antes no se habían hecho. Un ejemplo es el empleo del carbono 14 o de isótopos para saber de dónde procedían estos individuos o que es lo que comían”, menciona el docente de la institución académica nazarí.
Las diferentes labores llevadas a cabo en los distintos espacios localizados en Andalucía y en Ceuta han revelado que, en la ciudad, los ritos funerarios diferían un poco de los que se hicieron en la Península.
Yacimiento local
El cementerio islámico encontrado en la ciudad data entre mitad del siglo X y el XIII, que fue en el momento en el que dejó de usarse. “Se documentó una calle que discurría junto a él, una vía de dos metros y medio de anchura. Para esa época, eso significa que era de importancia”. La estructura está compartimentada por muros y se componía de panteones familiares en los que se erigieron 180 tumbas en las que fueron sepultados alrededor de 300 cadáveres. Estos enterramientos son fosas cavadas en la roca tangibles a la vista.
El arqueólogo señala que no todos los cuerpos han pervivido en un buen estado de conservación. “Algunos están bastante deteriorados porque sobre la zona había edificaciones posteriores. Los materiales ulteriores han alterado a los niveles más antiguos”, explica.
El volumen que abarcó la necrópolis fue considerable. Prueba de ello es la presencia de sepelios secundarios. “Hubo una saturación porque el espacio se quedó pequeño. Se enterraba a una persona encima de otra”, comenta.
Enterramientos secundarios
Otro dato curioso son las inhumaciones secundarias. “Varias de ellas eran restos de personas que habían fallecido anteriormente. Recogieron sus huesos para colocarlos en cajas de madera o arcones muy elaborados con piezas metálicas”, cuenta.
No solo correspondían a difuntos que fueron retirados del lugar para liberar huecos para otros muertos. “Posiblemente una parte eran traídos desde fuera. Hubo quienes quisieron su sepultura aquí. Existen fuentes textuales que hablan sobre figuras importantes”, destaca.
El sepelio se basó en los ritos islámicos, que se caracteriza fundamentalmente por posicionar al difunto hacia un lado con la mirada orientada a la Meca. “Se conoce como de cúbito lateral derecho. Está totalmente extendido”, incide Sarr. “Es una de las diferencias palpables respecto a cualquier otra ceremonia de este tipo. Por cierto, todavía sigue siendo la misma. No ha cambiado desde el inicio del islam hasta la actualidad”.
Particularidades de Ceuta
Paso a paso, resurgió de la tierra el yacimiento funerario y, con ello, se dio cuenta de las particularidades que distinguen los cultos que se practicaron en Ceuta de los que se produjeron en la Península.
Lo más destacable es el predominio de las referencias marinas como caracolas o depósitos de arena de las playas. Incluso se aprecia en un caso la silueta de un barco en un vestigio de cerámica. “Eso indica que en Ceuta el mar era un elemento muy importante. Se ve mucho un tipo de concha, el corruco. Está muy presente”, concreta Pérez.
“A nivel local, son también singulares de candiles de aceite y de lámparas, lo que también contiene su propia lectura simbólica”, apunta. “Otro de los aspectos más llamativos unos espacios a modo de piscinas pequeñas. Se localizaron a los pies de algunas tumbas”, relata. Tras la muerte, algunos seres queridos se decantaron por afrontar la pérdida con una especie de acto. “Era una tradición considerada descendiente del mundo pagano. Una semana después de la muerte, acudían al cementerio para hacer comida en honor del fallecido”.
No fue el único hábito de otra cultura que adoptaron. Erigieron panteones familiares, una modalidad cuya raíz está en el mundo clásico. “Era propio de ese periodo histórico que el fundador del linaje fuera enterrado en un lugar y que se indicara que se trataba de una familia”. No solo hay fosas labradas en la roca. Se hallaron también ataúdes enmarcados en los siglos XII y XIII.
Aportación a la historia
La existencia de la necrópolis confirma su ubicación en el tiempo y permite seguir el rastro de la etapa califal. “No había fronteras, las estructuras no eran tan claras y había cierta confusión”, menciona. Se corroboró con ello que sí estuvo ahí.
Posibilita conocer la evolución urbana de la ciudad y todo lo que revela acerca de la simbología y de las creencias que codificaban a la población de Ceuta en esos más de cien años de sociedad islámica.
“Es cierto que se sabe que eran musulmanes, pero dentro de ello hay peculiaridades, sobre todo, en los ajuares y los ritos, que han sido distintos a lo que se ha contemplado en otros cementerios”.
Enterramientos fase por fase
Las sepulturas plasman un recorrido de principio a fin común en todos los casos. La persona es sometida a un lavado por parte de los allegados del mismo género. Después, se le perfuma, se le rodea con un lienzo hecho de una tela que refleje humildad.
“Está prohibida la seda y otros materiales de lujo”, subraya Sarr. Se le traslada hasta el lugar del entierro no sin antes hacer una oración de despedida donde “se pide por su alma”, narra. “Es muy peculiar y diferente a las demás”, asegura.
“Finalmente se le somete a la inhumación, que es muy característica porque generalmente se cava una fosa simple, doble o con covacha lateral, que es una de los distintivos del ritual islámico medieval”, expone.
Se sepulta siempre hacia el lado derecho con el rostro en dirección a la Meca. Ya colocado, no se lo cubre con tierra, solo se esparcen unos puñados. “Se tapa con algún elemento como, por ejemplo, madera, piedra e incluso ladrillo, aunque esto es poco habitual”. Más tarde, se coloca el resto de arena.
A la vista suele señalizarse el sitio con piedras localizadas en la cabeza o a los pies. “Esto se ha complejizado a lo largo de los siglos. A veces se instalaba una lápida con el nombre del fallecido o una cerámica”, comenta.
Trabajo por hacer
Sarr afirma que aún el trayecto es largo y que queda mucho por analizar y por estudiar; que aún no está toda la historia de las ceremonias funerarias islámicas escrita. “Se posee mucha información que está depositada en museos y en documentos, pero, todavía hay que hacer más”, cuenta.
“No solo solo en cuestiones como la recopilación de datos, también en lo que es la analítica”. El Al-Andalus y el paso de esta sociedad por el norte de África han dejado una huella con nutridos datos aún por cotejar, según traslada.
Considera que esta parte del pasado no tiene tanto peso ni en los libros académicos por norma general. “Una de las propuestas en mente es realizar una exposición sobre este mundo funerario. La mayor parte de los museos no se preocupan por esta cuestión y es un asunto que dice muchísimo del proceso de islamización, del de cambio cultural y de las sociedades medievales”, concreta.
Los más conocidos son los enterramientos prehistóricos y los romanos. Al visitar diferentes ciudades en el mapa español, es menos frecuente encontrar espacios que se dediquen a esta civilización. “Es por ello por lo que el Instituto de Estudios Ceutíes y José Manuel pueden ser agentes que den impulso a esa difusión en institutos y colegios”, incide.