Heredera de una tradición de siglos, la voz negra, bohemia y cómplice de Avery Sunshine echó el cierre al Festival, un oasis anual en la Cultura de Ceuta
Avery Sunshine es lo que parece: una dama de la música negra. Una voz que seduce y consuela; que calienta y cobija. Un arrabal de melancolía, un huracán de sentimientos. Un abrazo de la voz. Una cantante digna de los géneros –cosa muy seria– que marcan su estilo: soul, gospel, jazz y R&B.
No defraudó, por tanto, su anhelada presencia dentro del marco de la edición número 21 del Festival de Jazz Ceuta, que organizado por Asociación Cultural La Coctelera, bajo el patrocinio de la Consejería de Cultura, echó anoche el cierre por todo lo alto en el Teatro Auditorio del Revellín, tras tres pases, todos de calidad.
“Buenas noches, Ceuta. Mis discos estarán a la venta al final del concierto”, dijo, a modo de presentación, y con un claro toque de humor, la artista estadounidense. Desde ese primer momento, bien arropada por el guitarrista, Avery supo calentar el ambiente y sumergir al público en esa atmósfera bohemia, tristona e íntima de los buenos conciertos de jazz, dejando, no obstante, resquicio para algunas licencias de divertida locura, acorde con el colorido de su atuendo y su pose enérgica.
El público caballa, cómplice, disfrutó en el claroscuro de un espectáculo que mostró también las tablas de una artista esculpida en largas giras con figuras como –nada menos– BB King.
Heredera pues de una tradición de siglos, la artista paseó su estilo y demostró que pese a su todavía corta carrera profesional, pues sólo tiene en el mercado dos trabajos de álbum, su voz le enseña el camino, una senda repleta de aplausos y gritos de admiración: en el nombre del jazz, claro.