Extraordinario recital de la Orquesta Filarmónica de Lemberg en un repleto Teatro Auditorio del Revellín que vibró con clásicos que nunca mueren
Arrastrada por la aureola que envuelve a toda banda clásica ucrania, la Orquesta Filarmónica de Lemberg, compuesta por 36 músicos y dirigida por Yuriy Holota, cumplió con las expectativas y ofreció anoche en el Teatro Auditorio del Revellín una pieza sublime que no hizo sino deleitar al público que prácticamente coparon las butacas. Se trataba de una cita ya tradicional de la ciudad, el Concierto de Año Nuevo, que encuadrado en el ciclo ‘Tocan los clásicos’ y organizado por la ‘Sociedad Cultural Amigos de la Música’ en colaboración con la Consejería de Educación y Cultura, supuso una cita de altura para abrir la programación anual. Y el espectáculo resultó realmente hermoso en buena parte gracias a la voz, imponente, fresca, total, de Tatiana Zhuravel, un torrente que volaba por el ambiente entre nubes de sonidos armoniosos, candentes, líricos. El concierto, de hora y media, fue un descomunal de principio a fin, dando cabida, a través de un hilo genial y la mano maestra del director, a un programa en el que destacaron todas las piezas, algunas eternas: ‘Vals de la Serenata para cuerdas op. 48 P’, de I. Tschaikowsky; ‘Fuegos artificiales, polka francesa op. 269’. de Josef Strauss; o la ‘Danza Húngara nº 3 en fa mayor’, de Brahms. Los principios de la Sociedad Filarmónica Estatal de Lemberg, que se remontan a la primera mitad del siglo XIX, si bien fue en la segunda mitad del siglo XX cuando el trabajo de la orquesta comenzó a tener más proyección internacional, parecían asentarse en el hoy, evidenciando que la música clásica de calidad, como era el caso, no se afectada, ajada o maltratada por el paso del tiempo, sino que, como sucede con los más exclusivos vinos, mejoran al abrigo de los años. Por tal motivo, el sonido parecía inmortal y genuino, un sonido que gira por Alemania, Italia, Francia, Polonia o Suiza y que anoche hizo una parada en Ceuta, para gloria del arte.