Desde el momento en que se Los políticos y sus correspondientes adeptos pueden llegar a ser asombrosamente hipócritas. En esta ocasión la atención se centra en los socialistas, quienes se han congratulado en los últimos días por el “gesto democrático” que supone la convocatoria de unas elecciones primarias para discernir qué persona debe comandar el Partido Socialista Madrileño de cara a las elecciones del año venidero. Hasta aquí todo bien, pero realmente, ¿hasta qué punto se podría considerar como “gesto democrático” el sucio movimiento de José Luis Rodríguez Zapatero para desbancar al líder del Partido Socialista Madrileño, Tomás Gómez, y sustituirlo por la actual Ministra de Sanidad Trinidad Jiménez?
En todo caso tendríamos que hablar de un desenlace democrático como consecuencia imprevista de una jugada deplorable por parte del Presidente del Gobierno español, sólo comprensible si este último anhela excluir a la ministra de su gabinete. Pues si no fuera este el verdadero fin a alcanzar, ¿qué lógica tendría apartar del liderazgo de un partido a quien desde 2007 lleva forjando la formación en Madrid de cara a las elecciones de 2011? Si con ello pretende aumentar las posibilidades de victoria en dichas elecciones, se retrata como menos lúcido de mente de lo que se puede pensar al evaluar su gestión en los dos últimos años. Primero, porque Trinidad Jiménez no mejorará los hipotéticos resultados de Tomás Gómez, y segundo, porque ni siquiera vencerá en las primarias, por lo que todo este jaleo que no tiene razón de ser ha terminado convirtiéndose en otro innecesario paso de escarnio para el recuerdo.
Asimismo el señor Zapatero ha demostrado tener poco respeto hacia aquellos que han optado por Tomás Gómez (una mayoría apabullante) y que lo han vuelto a hacer en fechas recientes. Actitud más propia de la petulancia de quien cree más en la inquebrantable voluntad del máximo líder que en las decisiones democráticas; una tibia exhibición de autoritarismo que debería sonrojar a todo liberal. Un absurdo sin defensa posible que no eluda la realidad más aproximada de los hechos, la que parece evidente tanto para los liberales como para los conservadores, menos para el círculo que se halla en liza y que, en casi todas las ocasiones, antepone la subjetividad sectaria a un sobreesfuerzo autocrítico.
Sería un gran avance que los defensores de las primarias no olvidaran que estas fueron apoyadas y reivindicadas por Tomás Gómez, quien no tenía por qué hacerlo dada las circunstancias, no por el presidente. Este último se limitó a intentar borrar del panorama político al líder del Partido Socialista Madrileño. Lo demás es una aventura de ficciones, eufemismos y soflamas, la misma con la que se ha querido defender y al mismo tiempo excusar (contradictoriamente) las necedades del presidente español durante su segundo mandato.
Habiendo contemplado lo acaecido, le propongo algo, presidente: ceda el gobierno de la nación a algún/alguna compañero/a de partido y preséntese a las primarias. Así será el responsable directo de dar dos alegrías al país: por una parte, dejará de gobernarlo, y por otra, será irremediablemente aplastado y enterrado políticamente o bien en las primarias, o bien en las elecciones de 2011, un año antes de lo previsto. ¿Le complace la idea?