Ahora que se acercan las fechas populares de vacaciones, conviene hacer algunas reflexiones sobre una de las prácticas favoritas, el viajar.
Sobre qué es viajar, gracias a la democratización de los medios de transporte, no hace falta aportar mucho. Es conocido por todos y rara es, hoy en día, la persona que no ha emprendido un viaje, al menos una vez a lo largo de su vida.
Lo que a mi parecer no queda tan claro es el porqué. Me da la sensación que muchos viajan por costumbre o por obligación social. Resaltar que en este contexto nos referimos a viaje por ocio, nada de negocios u otros tipos de deberes u obligaciones. Hoy en día, da la impresión de que la gente viaja porque han dicho que es divertido, porque han visto unas fantásticas publicaciones en redes sociales o simplemente porque se sienten colectivamente obligados, ya sea por amigos, familia u otros motivos.
El cómo tampoco es algo que muchos sepan al principio. Siendo españoles vemos verdaderas aberraciones cometidas por los visitantes a lo largo y ancho de nuestro país. Desde turismo de borrachera, cuyo éxtasis se manifiesta en forma de balconing, a terrazas cuya calidad y oferta gastronómica son inversamente proporcionales al aforo y precio de sus viandas, falsificando las fotos de paella y sangría, como si de unas luces de neón de carretera se tratase.
Referente al destino, es decir, el dónde, parece que conocer tu ciudad, la vecina o incluso el país no es suficiente. Las vacaciones solo cuentan realmente si has ido a un país extranjero y, cuanto más lejos, mejor. Culpa de esto es, la anteriormente mencionada democratización del turismo. Ello ha traído muchos malestares a la hora del viajar. Algunos ejemplos son:
Masificaciones: en casi todos los destinos de la tierra. Es casi imposible visitar una ciudad actualmente sin hacer colas interminables. Homogeneización del turismo: La esencia de los lugares se está perdiendo a favor de los gustos y costumbres de los visitantes, globalizándose e uniformándose todos los destinos principales, dejando de lado sus tradiciones históricas y adaptándose, sobre todo, a las necesidades occidentales anglosajonas. Esto convierte de facto sus atracciones de interés en verdaderas trampas para dicho turismo, en lugar de formar parte de la ciudad. De esta manera, si quieres sumergirte en la cultura del lugar, debes recorrer kilómetros para acceder a los sitios más recónditos aun no afectados. Subida de precios: Como toda Europa se suele coger vacaciones en la misma fecha, por lo que la ley básica en el mercado de oferta y demanda no tiene más remedio que hacerse acto de presencia.
"Es casi imposible visitar una ciudad actualmente sin hacer colas interminables"
Por ello, este trabajo no pretende más que dar unas nociones o reflexiones básicas sobre el viajar. Sobre esta práctica, no existe ninguna verdad, pero resulta imprescindible ser consciente. Con ser consciente nos referimos a tener claro, por lo menos, el qué, cómo, dónde y porqué, partiendo de la premisa de que el primer paso es conocerse a uno mismo. Antes de querer profundizar en lo de fuera es importante comprender lo de dentro. Viajar debe ser un disfrute, no una tortura. Es necesario ir con cabeza atenta o será ardua tarea disfrutar, realmente del viajar. Si te gusta el arte, conoce el arte autóctono. Si te gusta la gastronomía, conoce los manjares del lugar. Si te gusta el deporte, conoce las gimnasias típicas y, así con todo.
También resulta imperioso evitar ciertos procederes. Un ejemplo a eludir a toda costa, sería el síndrome del turista, aquel comportamiento o actitud de inercia casi involuntaria, por la cual se tiende a visitar todos los lugares en un tiempo récord y sin discriminación. Un ejemplo podría ser la persona que viaja París y visita la torre Eiffel, el Louvre, el arco del triunfo, Notre dame, la ópera Garnier, el museo de Orsay, el panteón, Pompidou, Versalles y el Parque de los príncipes, en un periodo que concurre desde el sábado por la mañana a domingo por la tarde.
Tampoco se puede caer en el síndrome de hikikomori, que se deduce de aquella conducta común en la persona que viaja al otro lado del globo para hacer lo mismo que haría en casa. Una ilustración de esto sería un grupo de amigos que se van a Phuket a estar una semana en una villa y solo salen para comprar cervezas, si es europea, mejor. Ambas son prácticas que destruyen el placer de viajar.
En este sentido, una vez tenemos claro que tipos de viajes queremos realizar, se debe conocer el lugar que se va a visitar. El mayor dilema suele ser seguridad vs riesgo. Pretender viajar a Marruecos con la misma seguridad que uno visita Austria resulta un despropósito. La gracia de conocer distintas culturas es, en parte, la aventura que conlleva. Si no te van las peripecias y quieres disfrutar de buenas playas, igual debes abandonar las costas libanesas y visitar las gaditanas, no debe haber vergüenza en ello ni confundirlas, pues no son lo mismo.
Por último, y no menos importante, no se deben juzgar las cosas por lo que deberían ser, sino por lo que son. En numerosas ocasiones, habremos escuchado frases del estilo de “como en España, en ningún sitio” o, “cómo echo de menos un platito de jamón” en lugar de especialidades del lugar. Si eres de este tipo de persona déjame decirte que te has equivocado de filosofía de viajes
Uno cuando visita un lugar nuevo, debe pretender precisamente conocerlo, no estar como si estuviera en su casa. No se debe caer en el fácil e intuitivo ejercicio de comparar. Si vas a una mezquita, no pretendas que sea como una iglesia. Si pruebas sake, no pretendas que sea un vino Ribera del Duero.
Parecido pasa con el cómo, no puedes procurar unos cubiertos y servilletas de tela allá donde vayas o, cruzar sin mirar por existir un paso de peatones. Si vas a un sitio tienes que saber qué, cómo, dónde y porqué vas.
A título personal, el viajar es para mí un ejercicio de conocimiento y disfrute, ambos, a partes iguales. Resulta una oportunidad para descubrir nuevas formas de pensar, de actuar y de organizarse, a la vez que te evades de aquellas obligaciones y compromisos cotidianos. Por todo esto, si eres de los que va a viajar estas vacaciones, espero que esta lectura te ayude a disfrutar, más si cabe, de tu viaje y que seas un viajero consciente y no caigas en la vulgaridad del turismo de masas.