El 23 de abril de 2016 un joven de 17 años cruzó la valla de Ceuta junto a otras 118 personas. Trescientas cincuenta lo intentaron esa jornada. Había tardado cuatro años, desde que salió de su Camerún natal con trece, en lograr llegar "al país de blancos, donde tener una vida mejor" que le había prometido su amigo de la infancia, con el que emprendió viaje.
Su primera pelea fue "contra un guineano" en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Ahora, siete años después, es campeón de España de boxeo amateur. Su nombre, Bocas Junior Djeke.
Inconformista, duro e inquebrantable. Así ha forjado la vida el carácter del deportista camerunés que vivía "en la miseria" en su país natal. "Mis padres estaban separados, estaba en casa con mis cuatro hermanas y mi madre". Ella iba desde la aldea hasta la ciudad a comprar "sacos de cacahuetes y aguacates" tres veces por semana, para luego venderlos y "subsistir".
Sin una figura adulta permanentemente a su lado, Junior, que no iba a la escuela, aprendió a soldar con 12 años y empezó a trabajar: "Así ganaba un poco de dinerito", rememora.
El que era su "gran amigo" de la infancia "se dedicaba a ir a Nigeria a comprar zapatillas deportivas y luego las vendía en Camerún". Fue entonces, con la docena recién cumplida, cuando recibió la primera oferta para salir de su país. "Me dijo que podía irme con él a trabajar y que nos iría mejor, pero no lo vi claro, no quería dejar el trabajo que me daba algo de ganancia".
Un día, el plan de su colega cambió, volviéndose más complejo, pero también más prometedor. "Me vino diciendo que se iba a Marruecos para intentar cruzar a España. Yo no tenía ni puta idea de eso, pero me explicó que era 'un país de blancos' donde podríamos tener 'una vida mejor”.
Junior se vio a sus trece con algo de dinero ahorrado, tras más de un año trabajando como soldador y decidió emprender una aventura que le arrastraría durante cuatro años por los límites de la miseria.
Él y su amigo cruzaron a Nigeria. "Es un país muy grande. Cuesta moverse y tienes que gastar dinero. No me quedó otra que ir avanzando de ciudad en ciudad haciendo trabajos de soldadura para poder continuar, pero para eso tuve que pagar por un certificado que permitiera a las empresas emplearme", explica el boxeador.
Entre tiempos muertos de "tres o cuatro meses", consiguió alcanzar Mali y después Argelia. Allí su viaje se complicaría todavía más.
"Estábamos sin un duro, en un país completamente distinto", recuerda Junior, que se encontró en Tamanrasset, en pleno Sáhara argelino, trabajando "de albañil".
"Hacía lo que fuera para seguir adelante", viéndose forzado a "perder seis meses" hasta la siguiente parada, la capital, Argel, donde se rearmó durante un tercio de año para poder alcanzar la frontera con Marruecos.
Al tercer intento consiguió que la policía del Reino Alauita no le devolviera al país vecino. Sin embargo, su vida, lejos de mejorar, continuó empeorando: "Dormíamos en la calle, como en el resto del camino, pero allí ya solo me quedaba pedir. Me ponía en los semáforos e intentaba sacar algo de dinero cuando paraban los coches y así al final me podía acabar pagando un sitio para dormir, aunque fuera con más gente", cuenta.
Finalmente, uno de los compatriotas que conoció en el recorrido le llevó hasta Nador con la intención de cruzar la frontera de Melilla. "Estuvimos en el bosque medio año. Fue un momento muy complicado porque no teníamos casi ni para comer".
Tras dos intentos fallidos, un Junior agotado fue trasladado por las autoridades policiales más lejos de su objetivo, a Rabat. "Dormía en la estación de autobús y pedía al lado de un banco. Comíamos lo justo y entre un grupo de personas juntábamos dinero para irnos a Tánger a comprar una patera", abunda el camerunés.
Tampoco salieron bien sus intentos marítimos. Acabaron siendo cazados por la Policía marroquí tras varias horas a la deriva.
"Estaba harto y opté por volver a la frontera, pero esta vez en Ceuta. Tuve la suerte de llegar al bosque y que allí hubiera trescientas cincuenta personas que iban a cruzar al día siguiente. También me salvó que llegó la televisión y la Cruz Roja, porque la Guardia Civil quería devolvernos en el momento", concluye Junior el relato de su camino hasta alcanzar Ceuta.
Fue a parar al CETI, "una cárcel" para él. Allí veía solucionados los problemas de carencia de comida y techo que le habían venido persiguiendo desde los catorce hasta los recién cumplidos diecisiete años, pero coartada su libertad: "No podíamos hacer nada, apenas podía conseguir dinero pidiendo o lavando algún coche, solo teníamos un chándal, el que nos daban, y encima había muchos líos".
Uno de ellos le costó la expulsión del centro durante treinta días. Fue un enfrentamiento "con los guineanos", con los que los cameruneses no se llevaban muy bien. "No entendían cuando hablábamos en francés y pensaban que les estábamos insultando".
La sangre llegó al río un día y Junior acabó a puñetazos con otro interno. "Me pasé un mes expulsado, durmiendo fuera, sin ducharme y prácticamente sin comer", rememora.
Hasta entonces no había oído hablar del boxeo, pero tras el suceso, tomó la determinación de hacer algo para evitar que cuando regresara al CETI se volviera a repetir una situación similar: "Decidí empezar a hacer deporte, salir a correr e incluso me apunté a alguna carrera en Ceuta, todo para desahogarme y estar centrado", cuenta el ahora peleador, que con lo que sacaba pidiendo y limpiando automóviles se compró ropa deportiva.
Pasados seis meses le llegó el momento de partir a la Península. Le llevaron a Madrid, donde estuvo dos semanas y finalmente le buscaron alojamiento en un centro de Avilés (Asturias). "La pregunta fue clara, si quería quedarme en España o irme a otro país, como otros que iban conmigo. Yo dije que no tenía nada en ningún lugar, así que me quedaba", cuenta.
En la costera localidad asturiana descubrió finalmente el boxeo: "Fui a un gimnasio y el dueño me ayudó mucho, me permitió entrenar y empecé a aficionarme".
Cuando se le acabó la estancia en Avilés se trasladó a la capital, Oviedo y, a través de Cáritas y con unas complejas gestiones burocráticas, logró que le dieran una plaza en el Centro de Menores de Miraflores, en el concejo más pequeño del Principado, Noreña. Fue entonces la primera vez que acreditó su edad, 17 años, habiendo estado antes en el Ceti, siempre según su versión, siendo menor de edad.
Su primer combate lo disputó en Oviedo, aunque sin saber muy bien lo que le esperaba. "Llevaba cinco meses practicando y el entrenador me dijo que si quería pelear. Me puso sobre el ring contra Emmanuel Reyes. Un cubano que había hecho 150 peleas y venía de la selección. Me pegó una paliza. Luego estuve dándole vueltas toda la noche a la cabeza sobre si quería continuar. Al levantarme vi que tenía ganas de entrenar y desde entonces lo tengo claro", subraya.
Cumplidos los dieciocho años se vio de nuevo en la calle y sin papeles. "Fui a Badajoz e hice un curso de capacitación para albañilería, pintura y electricidad, pensando que quizás así conseguiría el contrato de un año que necesitaba para la residencia".
Su optimista previsión no se cumplió y vio con buenos ojos trasladarse a la sierra de Madrid, donde vivía su cuñado --español--, que había conocido a su hermana en Marruecos, se había casado con ella en Camerún y planeaba llevársela a vivir pronto a España.
"Me dijo que quería ayudarme, que fuera, pero la realidad es que solo me tuvo como un esclavo trabajando en la casa para ponerla en condiciones para cuando fuera mi hermana", lamenta Junior, que encontraba consuelo en bajar a la ciudad durante las tardes para entrenar a boxeo.
En una de estas acabó por quedarse en Madrid y logró lo que tanto ansiaba, un contrato para obtener los papeles. "Me lo dio una asociación sin trabajar ni nada, ellos pagaban a la Seguridad Social y eso y así conseguí la residencia", detalla.
Ahora, Junior, de 24 años, vive en Carabanchel y dice no estar aún "feliz del todo". Su objetivo es pasar a profesional, pero en opinión de sus entrenadores debe "hacer unas cuantas peleas más en amateur para conseguir experiencia".
De momento lleva diez combates, seis ganados y cuatro perdidos. Sin embargo, más allá de las cifras, la evolución es evidente, habiéndose proclamado recientemente campeón de España amateur.
Al no ser profesional podría participar en los Juegos Olímpicos, sin embargo, no cuenta con el apoyo de Camerún y tampoco con la nacionalidad española, su próximo objetivo.
Mientras, sobrevive de lo que saca entrenando a jóvenes durante las tardes y planea completar formaciones oficiales como soldador.
Siempre con la mirada puesta en la opción de partir hacia otro país una vez tenga la nacionalidad: "Aquí el boxeo va muy lento, te puedes tirar nueve meses sin combatir. Si puedo, querría seguir con mi carrera como profesional", concluye, tranquilo e inconformista, el peleador que un día acabó a puñetazos en el CETI, tras salir de Camerún a los trece años.
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