Luces rojas o azules que brillan en una sala tenue. Tonos llamativos, figuras de frutas o dados. Son los elementos comunes de mayor atractivo que comparten las máquinas instaladas en los salones y casinos en Ceuta. Una llamada de atención para invitar al visitante a sentarse y participar. Detrás de este escaparate de ocio se esconden también casos de ludopatía, una adicción que acarrea una serie de consecuencias para quien la sufre.
Los porcentajes de personas afectadas varían en función del espacio en el que desarrollan estos problemas de control. Los datos más recientes recopilados por la Unidad de Conductas Adictivas revelan que un 26,3% de la población entre 15 y 65 años presenta estos comportamientos tras su contacto con establecimientos a nivel presencial. Un 3,6% los manifiesta en el entorno online.
“Una persona puede empezar a jugar. Va a un local un día y no vuelve, pero, igualmente, quizás comience a ir frecuentemente y a apostar cada vez un poco más”, explica África Guerrero, médica coordinadora de la entidad citada. Lo que se inicia inocentemente como un momento de entretenimiento, puede desembocar en esos primeros impulsos de repetir. La encrucijada llega cuando el que hace estas prácticas se siente incapaz de resistirlos, aunque no parar conlleve perjuicios personales, económicos, profesionales y sociales.
Nadie es ludópata de la noche a la mañana. De hecho, existen tres grados, en concreto, leve, moderado y grave. “Es un proceso. Cuando este se emprende, avanza progresivamente y va en aumento”, cuenta. Lo ideal sería reconocerlo al poco de percibir esa necesidad de acudir a los establecimientos o a las plataformas digitales. “Es este motivo por el que también lanzamos unos folletos con cuatro cosas básicas para que, si alguien se ve reflejado, pida ayuda”, detalla.
La mente del adicto
Se puede detectar a un adicto por su actitud compulsiva de recurrir a estos divertimentos. Sin embargo, desde fuera no es tan tangible ver cómo funciona su cabeza y el mecanismo que lo lleva a actuar de este modo. “Esta acción debe producir un placer o una recompensa porque, de no ser así, esta conducta no se inicia. Es lo mismo que sucede con otras similares. Lo que ocurre es que para conseguir ese mismo estado de satisfacción hay que hacerlo más y ese comportamiento va ocupando tu tiempo”, comenta.
A esto hay que añadir que, en este trayecto hacia la afección, se teje una idea que retroalimenta aún más sus actuaciones. “Se meten en el pensamiento mágico de que pueden recuperar lo perdido. Ahí aparecen conclusiones como ‘si juego voy a ganar’ o ‘si sale este número debo seguir’ entre otras”, apunta.
Componente genético
Al igual que otras enfermedades, en la ludopatía también hay una carga de genes que puede interferir en que florezca. El hecho de contar con ella no se traduce directamente a que se vaya a manifestar por la fuerza. “Sí que existe, pero no por tener un familiar que haya pasado por esto, va a ocurrir lo mismo. Es uno de los tantos factores como el social u otros. Está, pero no es determinante”, aclara.
Es acertado también afirmar que cualquier circunstancia emocional o del entorno que sea negativa no es favorecedora. “A veces, la manera de evadirse o evitar problemas lleva a una dependencia ya sea en este terreno o en otro”, señala. Sin embargo, el mayor foco de influencia es, a juicio de Guerrero, la accesibilidad a la que se presta esta oferta de ocio en el presente. “Creo que ahora lo que acontece es la normalización. Al menos, se percibe que hay más gente joven. Esto es porque se ha transformado en una forma de divertimento para adolescentes. Las opciones lúdicas tienen el peligro de quedarse en un punto o ir a más, como en cualquier otro consumo, como, por ejemplo, el de alcohol”, expone.
La unidad atendió en 2024 once casos, en su mayoría hombres. Las mujeres ocupan un menor cupo, en concreto, en torno al 10%. El aspecto más llamativo desde la perspectiva de la facultativa es la disminución de la edad promedio que, en el presente, se coloca en los 28 años.
El rostro habitual del ludópata era hasta hace unos años el de un adulto que usaba las tragaperras en los bares. La introducción de plataformas por internet o el cambio de concepto en esta vía de entretenimiento han conllevado una modificación en el usuario más común. Usualmente en el pasado las personas que requerían de ayuda solían presentar dificultades de control con otras sustancias. “Antes normalmente lo que más se asociaba a esto era el alcoholismo porque la actitud de jugar se daba en un ambiente donde se acababa bebiendo”, destaca. “Ahora eso no ocurre. No se observan otras patologías por lo general, aunque siempre pueden suceder. Hay historias particulares”, incide.
El modo de participar ha cambiado. Las modalidades favoritas son distintas respecto a unas décadas atrás al igual que los entornos en los que suelen darse estas prácticas. Los ceutíes que toman parte de esta problemática son más jóvenes y pertenecen, por norma, a núcleos familiares con estudios medios o universitarios. “El inicio suele darse online, por ejemplo, con las ruletas. A veces los chavales se cuelan y hacen mucha apuesta deportiva, que es de una proporción muy grande en el comienzo”, indica. Los menores también pueden tratar de sortear las limitaciones legales para adentrarse en el mundillo. “No suelen venir a consulta. Es algo excepcional. Frecuentemente tienen principios de este comportamiento. Alguno que otro sí que ha estado aquí. Sus padres, por suerte, han estado atentos, han visto que dedicaban mucho tiempo a ciertas cosas y por eso se han acercado”, relata. Estos usuarios cuando empiezan se sirven de importes bajos. Manifiestan cambios como estar más rato con el teléfono o en la habitación. Otra de las señales es notar que falta dinero en casa. “A veces es complicado. Están en la calle o con el móvil todo el rato y se puede pensar que es normal porque regularmente están con él, pero quizá no se sabe lo que están haciendo en realidad”, reflexiona. “Es muy importante que se informe a los chicos porque cuando juegan ni si quiera conocen dónde están metidos y creen que es un comportamiento normal porque los demás lo hacen”, concluye.
Terapia paso a paso
No todo está perdido. Un antes y un después es posible. Algunos dependientes abren los ojos por su propia experiencia y deciden ponerse en manos de profesionales. Otros se presentan a las puertas de este servicio porque son los propios familiares los que perciben que se esconde algo más tras el pasatiempo.
Los asuntos económicos derivados de esta alteración son, por costumbre, los detonantes.
Cuando se detecta una circunstancia anormal, lo adecuado es recurrir a quienes pueden solventarla. “Lo primero es pedir ayuda y ponerse en manos de expertos. Por ir antes de tiempo y de que progrese a peor, no pasa nada.
Es más grave cuando se vuelve más compleja la cuestión”, cuenta. “Si todavía no se ha entrado en la adicción, se puede prevenir que vaya a más con el desarrollo de medidas”, añade. No es fácil para los afectados dar este paso. De hecho, la estigmatización desempeña un papel relevante. Reconocer una dependencia o personarse en la UCA no es sencillo ante el temor de quedar “tachado”.
Otras veces la traba se da simplemente porque “la conducta de juego está muy generalizada”, tal y como detalla Guerrero. “Cuando llegan es cuando ya lo identifican como un problema. Hasta alcanzar ese punto, pasan por mucho”.
El equipo a cargo de esta prestación pública pretende borrar esta etiqueta. “Puede venir todo el mundo. El hecho de hacerlo no califica de nada a nadie”, recalca.
“Es mucho más importante que eso acudir a especialistas. Es cierto que intentan por su cuenta solucionarlo, pero al final se acumula”, enfatiza.
El trabajo a realizar con cada paciente implica una labor multidisciplinar.
La valoración la efectúa un trabajador social, un psicólogo y un médico. Una vez realizada, se decide cuál es el mejor tratamiento. Los allegados también reciben apoyo para que sepan “cómo enfrentar la realidad en casa”.
El proceso se aborda de forma individualizada y se basa fundamentalmente en la terapia cognitivo-conductual, orientada a ayudar a transformar el pensamiento negativo en uno saludable. Ello no significa que no se haga uso de utilidades médicas. Es más, se ejercen cuando uno de los usuarios manifiesta un cuadro ansioso o depresivo como consecuencia de su afección. Ya dado el alta, se hace un seguimiento. “Los tratamientos son largos. Poco a poco, las revisiones se van haciendo cada vez en un espacio mayor de tiempo”, especifica.
A lo largo de las sesiones no es de extrañar que en algún momento se vuelva a actuar acorde a los impulsos. “La recaída está contemplada en estos casos. Es normal que pase. Es este motivo por el que son muy importantes los seguimientos. Hay que intervenir para que no llegue a más y se pueda salvar la situación”, narra.
Deudas económicas y distancia social
Los primeros impactos de la dependencia recaen en la persona que la vive. A la par que en su interior acrecenta esa especie de “necesidad”, surgen las deudas y el distanciamiento social. Cuando ambos toman más forma, empujan, como si se tratara de un efecto dominó, a los familiares y los arrastran a las repercusiones de la ludopatía.
El asunto se torna más preocupante cuando no puede responder a su rutina diaria vital. Un supuesto que puede ilustrar esta explicación sería que por encima de sus responsabilidades en el trabajo esté satisfacer este estímulo. “Tienen que ir a su puesto, hacer cosas, pero el juego empieza a ocupar mucha parte de su día y de su mente”, comenta Guerrero.
El cambio en el comportamiento es el primer indicio de que esa opción de entretenimiento se le va de las manos. Lo más notable es la inversión de gran parte de sus horas solo en acudir a salones o portales web. “Lo hacen online o en centros. Pierden en ello mucho tiempo. Ahí es cuando su entorno debería darse cuenta”, expone. Los importes pendientes de pago son una de las consecuencias tangibles.
“Intentan sacar dinero para ir a cualquier sitio y apostar para recuperar o ganar más. Lo buscan donde sea. Lo piden a conocidos o solicitan préstamos rápidos”, menciona. El vínculo en su hogar, su núcleo, se desestructura. “Imagina que una familia de pronto se encuentra con un adeudo que no puede abonar y del que no sabía”, expresa la doctora. Los lazos con las amistades también se ven perjudicados en este empeño por poner el foco en dicha actividad.
“Empiezan a deteriorarse porque se dedican a eso. Se meten dentro de una rueda de pensamientos y, en el momento en el que reparan en ello, ya están muy atrapados”, traslada. “Es algo que los extrae de su grupo social y los aparta”, apunta.
Este compendio de situaciones encadenadas provoca reacciones emocionales, en especial, ansiedad, estrés e irritabilidad. “Cuando no pueden hacerlo, empiezan a sentirse así”, subraya. Puntualiza que, en definitiva, “no se encuentran bien”.
A pesar de que todos estos hechos se convierten en un daño para quien sufre la adicción y para sus seres queridos, existe la solución para cortarlos de raíz. “Es imprescindible que demanden ayuda. Nosotros informamos e incluso contamos con un servicio de prevención con el que se pueden asesorar”. La médica invita a todo aquel que lo precise a ir a la unidad para recibir atención especializada. “Estamos aquí para lo que haga falta. Hay esperanza. Se trata y se cura”.
Inspeccionar máquinas en salas
La preocupación ante esta problemática social ha crecido en los últimos años y ha llevado a implantar una serie de filtros para vigilar el funcionamiento de este sector del entretenimiento.
La aplicación de la ley de regulación del juego, la 13/2022 del 27 de mayo, implica la ejecución de seguimientos en los locales de las empresas dedicadas a esta actividad. Ello conlleva inspecciones de las máquinas y la implantación de un sistema de acceso cuya finalidad es evitar la entrada de menores o de inscritos en las llamadas listas de auto prohibición.
Tragaperras, ruletas u otras opciones tienen que contar con informes por los que las empresas y las autoridades deben velar. Las distintas regiones de España cuentan con la policía autonómica para encargarse de este asunto. A diferencia de ellas, la unidad territorial de seguridad privada de la ciudad es la responsable de llevar a cabo estas labores. Manuel Quesada, inspector de la Policía Nacional al mando de la Jefatura de la citada área, está al frente de la misma desde noviembre. “Esta se dedica a examinar el juego. ¿Cómo lo hace? Atendiendo a la norma”, comenta.
Categorías
Existen tres tipos de dispositivos a analizar en función de los premios que pueden otorgar. “Hay A, B y C. Las primeras se quedan fuera de esta tarea porque no dan recompensaciones económicas. Son, por ejemplo, los futbolines. “Las segundas las dan hasta los 500 euros. Estas son las típicas que están en los bares. Tanto las B como las C se controlan con la documentación. Estas llevan un símbolo, como si se tratara de coches”, explica.
Los textos escritos en los que se detallan los diferentes aspectos relativos a los distintos aparatos están colocados en sus laterales para localizar rápido la información necesaria. Se precisa de estos papeles para comprobar que acata con la reglamentación tanto técnicamente como legalmente.
Las C son las que más exigen ya que en ellas no hay una limitación numérica en el galardón. La sala puede fijar un máximo en estos casos, pero, en inicio, no hay uno establecido. “Lo que hacemos es una vigilancia como la que efectúa la Guardia Civil a un vehículo que está en circulación.
Es decir, se verifica que todo está en regla, que cuenta con los permisos adecuados y que ha sido revisada”, indica. “Si se da algún problema, se nos comunica para que vaya un técnico a ver qué le ocurre, pero, en principio, nuestra misión es simplemente constatar que todo está al día”, menciona.
Posee una cifra de bastidor, que es la que se analiza para ver si encaja con la documentación que tiene y que se presenta a los servicios tributarios. “Se confirma también que el establecimiento esté autorizado y que corresponda con el impuesto de actividades financieras para la hostelería”, especifica José María Lázaro, agente de la Brigada de juego.
Las máquinas B conceden importes cada cierto tiempo en base a un software, momento que se produce cuando se combinan varias figuras. A estas hay que sumar otras posibilidades como las mesas de apuestas, el blackjack u otras modalidades. Estas tienen un libro en el que se registran las aportaciones y los usuarios que forman parte de las sesiones. Las barajas también deben regirse bajo unas pautas. Tienen que estar expedidas por la Fábrica de moneda y timbre. Los torneos que se organizan tienen que ser solicitados a la Ciudad para obtener su aprobación.
“El casino es el que menos problemas da. Cumple con todas las demandas. Cuando se da una incidencia, nos avisan rápidamente”, señala. “Tanto este como otros lugares en Ceuta están sujetos a la inspección. La vulneración de la normativa la lleva a la Comisión Nacional del Juego y esta acarrea una parte sancionadora que es muy rigurosa”, incide. La unidad programa de forma habitual registros cada seis meses para cerciorarse de que todo está acorde con lo establecido.
Vigilar los accesos
El control también se efectúa de cara a la galería. A la entrada de estos salones el cliente se topa con una recepción en la que debe mostrar su DNI. El propósito es mantener a los ceutíes por debajo de los 18 años fuera de estos sitios y alejar a todos los que estén inscritos en la lista de auto prohibidos.
Este es un mecanismo de acción obligatorio. “Lo es tanto por la ley vigente como por los procedimientos internos. Para nosotros es vital para la gestión del negocio. Ello evita que estén dentro menores. Hay que proteger a ese colectivo. Es muy importante para que no participen en el juego.
Lo es también por quienes han tenido problemas o han decidido tomarse un descanso. Es relevante respetar esa decisión”, relata Ayoub Haddad, gerente del Gran Casino. “Un trabajador está diariamente en todos los turnos con este objetivo”, comenta.
El segundo grupo permanece durante medio año sin poder estar en uno de estos locales tras registrarse voluntariamente en este catálogo. “Ellos se apuntan por tener una ludopatía o cualquier otra cuestión”, detalla Quesada. “
Deben identificarse y si están dentro no les dejan pasar. Es lo que más problemática genera porque si tienen una adicción, aunque se hayan metido ahí, van a hacer todo lo posible para vulnerar esta vigilancia y acceder”, narra.
“Es donde más se insiste, sobre todo, con que los empleados que estén sean precavidos y tomen en cuenta las habilidades que utilizan para tratar de colarse. Tienen que verificar bien el carné y que la información que aporten es real, no una ficticia o de otra persona”, destaca.
Burlar el control
Quienes tratan de sortear esta barrera se sirven de distintas técnicas para engañar a la plantilla de los establecimientos. No es poco frecuente que se dé. “Cuando sucede nos lo comunican los jefes de sala. Sí que lo intentan, pero, es cierto que se evita”, subraya el inspector.
Asimismo, recuerda que permanecen en el listado por un periodo de tiempo y que durante el mismo no es posible que entren. “Aunque quieran, si al día siguiente su deseo es borrarse de este censo no pueden. Mínimo deben estar seis meses. Eso es una garantía para las familias. Estas personas se juegan el dinero y pueden perderlo. Es grave y con esto se trata de controlar”.
“Es curioso porque normalmente se dan contratiempos si han entrado a pesar de no poder, han burlado la seguridad y han perdido el capital. Es cuando suelen denunciar. Si lo ganan, se van y no lo hacen”, indica. “Incluso sus allegados la interponen. La mayoría de las ocasiones ocurre porque tratan de recuperar el importe. Su idea es derivar su responsabilidad en otros cuando tendrían que reconocer que tienen esta afección y que no pueden eludirlo”, señala.
“Usan mil mañas para estar en el sitio. Eso pone en un aprieto legal a la compañía. Es este motivo por el que se refuerza constantemente este tema porque es donde está el inicio de todo”, asevera.
Aquellos que pretenden saltar este veto se aprovechan de la confianza que pueden tener con la persona que está en la zona de acceso, decir a viva voz el número del DNI para despistar o enseñar otra acreditación que no es la suya. “Es preciso instruir bien a los trabajadores sobre este asunto; explicarles las artimañas que pueden usar y aconsejarles que estén espabilados. Si se dan dudas de si es o no la persona, habría que preguntarles sobre ese documento. Por ejemplo, dónde han nacido o qué edad tienen. Así pueden salir de dudas”, remarca.
“Si el chequeo se hace bien al principio, se evitan estas situaciones y, sobre todo, inconvenientes para la sala. Esto genera una problemática legal bastante dura por infringir los reglamentos del juego. Implica sanciones muy altas para estas empresas”, cuenta.
Sin un perfil determinado
Existen enfermedades que tienen un perfil marcado. La dependencia al juego no tiene edad ni sexo. Los propios agentes que abordan estos terrenos saben de buena tinta que ven casos de toda clase. “Hay un poco de todo. No tenemos una estadística como tal de qué tipo de persona. Nos hemos encontrado desde muy mayores que tienen problemas desde hace mucho tiempo hasta otros muy jóvenes”, asegura Lázaro.
Sin embargo, recientemente avistan más casos de los segundos. “Se está dando más índice en los portales online. Muchos entre 18 y 20 años se están auto prohibiendo”, revela.
El mayor atractivo en esta categoría de ocio para los ceutíes en la adultez temprana es, por norma general, la apuesta deportiva. “Cada vez más se ve más representación de esta en los últimos años. La juventud ha visto en ella una forma de darle más emoción al visionado de los eventos”, comenta Haddad.
Todos estos motivos arrastran a las autoridades a colaborar con las compañías con la meta de garantizar una diversión segura y de frenar las conductas fuera de la normalidad. “Al final son empresas que generan trabajo y como Administración General del Estado nos vemos en la obligación de asesorarles en ese sentido”, recalca el agente de la brigada.
“Considero que es bueno tanto para ellas como para los ciudadanos afectados que haya un control de acceso y de las máquinas para que todo esté correcto. Es básico”, expresa.
No todas son malas noticias. Se dan casos en los que, tras afrontar esta cuestión, los afectados salen de la lista porque ya han conseguido conciliar con ella. “Hemos sido testigos de gente que lo ha solucionado y que ha tramitado su baja”, cuenta.