La política tiende a prostituir todo. Reconvertida en negocio, se mueve en base a intereses. Se apuesta por sectores concretos según convenga y se respalda a colectivos en base a los votos. No hay más.
Las familias con hijos con TDAH, TEA y otros trastornos se han convertido en arma arrojadiza. Llevan años exigiendo ser atendidos en condiciones, que no es más que contar con los suficientes recursos para que sus hijos reciban igual atención que los residentes en cualquier lugar de España.
No piden más. No exigen lo imposible. Solo quieren no ser discriminados, contar con medios y que no les mientan.
Quieren que el residir en un lugar concreto no suponga una penalización por caer en el olvido, que sus hijos puedan disfrutar de los mismos medios sin tener que hacer malabarismos, como ocurre ahora en nuestra ciudad.
Sus quejas se han convertido en arma arrojadiza para partidos e instituciones. Pareciera que no les interesa atenderles, solo quieren aprovechar la situación de acuerdo a sus intereses. No hay más.
Las últimas críticas vertidas por estas familias no han conseguido implicación de quienes deberían haber solucionado esta grave situación hace años. No se está contando nada nuevo, se están trasladando las mismas reclamaciones de tiempo atrás, pero con la diferencia de que ahora se produce en un escenario que se torna violento, desagradable, arisco, porque así es como lo hacen sentir quienes deberían centrar sus esfuerzos en solucionar problemas y no en extenderlos.
La política prostituye todo, hasta la reclamación más pura de un colectivo que solo pide dignidad y acabar con la discriminación.