Herminia llegó a Ceuta y yo, metafóricamente hablando, sufrí los rigores del viento huracanado, los rigores de la lluvia atacando en todas direcciones y una humedad gélida y mojada de la que no podría escapar.
En el suelo de la marina yacían algunas víctinas: ramas, palmeras danzando en el aire, latas corriendo en todas direcciones y algún contenedor de basura preparado para atacar a cualquier transeúnte despistado.
Me levanté media hora antes de comenzar a trabajar: sacar al perro, medicamentos, aseo, café, vestirme, seleccionar material de trabajo, tomar un café en las balsas faltando unos segundos para que el timbre del instituto nos llamara al aula.
En la clase los alumnos quieren estudiar otra materia: "llevan faltando a tres sesiones". Pelea con ellos, convéncelos para que atienda explicar Nietzsche, preguntar por lo explicado y no dar respuesta alguna.
La siguiente hora sigue Herminia en el Camoens: ¡ Chicos, la selectividad! De nuevo repetir lo explicado en otras sesiones pues han decidido faltar a clase cuando hay exámenes: ellos tienen el horario secuestrado e imponen al profesorado el suyo.
Toca guardia: corregir exámenes, ejercicios, disertaciones, elaboro materiales, paso notas al cuadernillo, llamo a dos padres de tutoría. Salgo corriendo a tomar un café en el descanso. Oigo los cristales de una ventana, el bramido de Eolo, las nubes negras, cascotes de una cornisa, tres paraguas hechos añicos y una anciana sujetada a una barandilla con los ojos cerrados y cabellos desmelenados.
Toca última hora, es grupo complicado, un segundo de la ESO, 13 y 14 años, última hora, asignatura que permite relajarse: educación en valores. Hoy repartiré exámenes, corregiremos trabajos, comentaremos la marcha del trimestre.
Un tifón ha entrado en el aula, yo observo durante una hora menos cinco minutos que puedo hablar a trompicones; quiero verlos aunque ellos no me vean, soy invisible, no existo, no estoy, no hay nadie en la mesa del profesor. He dejado de pedir silencio y decido ver y callar: se tiran agua, dos alumnos boxean, 7 alumnos piden ir al aseo compulsivamente, se arrojan papeles, balancean las mesas, arrastran sillas, gritan, se levantan, escriben en la pizarra, golpean el encerado, se ríen, una niña tiene el pelo lleno de tiza, otros miran por la ventana. Intento hablar pero es imposible, pegan a la puerta una y otra vez los que vienen del servicio, corren, se persiguen, vienen a mi mesa, me dan un abrazo. Y yo observo, veo, miro, oteo. Una alumna viene con una fregona para eliminar los charcos esparcidos.
Los quiero, son mis chicos que los jueves a segunda hora volverán a escuchar el tema de los valores de la democracia.
Herminia es la propia administracion que esta boicoteando nuestro trabajo y la que nos esta diciendo: "aprueba a todo el mundo tus clases no valen una mierda, solo eres un bulto".
Salgo del instituto de la mano de la ciclogénesis explosiva. Empieza a chispear, me espera mi perra, loca de alegría. Toca marchar al parque de perros
Enciendo el televisor y una bofetada me deriva en el sofá:
JUNTS votara la ley ÓMNIBUS eliminando algunas medidas, también el Presidente se someterá a una cuestión de confianza. Horas antes Sánchez juraría en Hebreo que no se sometería a la cuestión de confianza y que el Decreto se aprobaría enterito: es Herminia.
Muchos estudios evidencian como este tipo de fenómenos así como los vientos resecos, pueden agravar trastornos como la depresión, la ansiedad, el síndrome de agitación psicomotriz, irritabilidad, jaquecas, disminución de la atención, excitación nerviosa y aumento de la agresividad.
Todo coincide, va a ser eso.