Que los funcionarios no trabajan, que los sindicatos están corrompidos, que la Administración es un desastre, que los políticos son unos ladrones, que trabajar en un ayuntamiento es rascarse la barriga y que todo el mundo que puede se escaquea, es una generalización tan mezquina e injusta y un ataque a la clase obrera inadmisible.
Si fuera cierto, los pilares de nuestra sociedad se vendrían abajo como un castillo de naipes.
Luchar contra esa imagen deformada y caricaturesca de la realidad es una de las asignaturas pendientes en todos los sectores laborales.
Vamos a imaginarnos por unos momentos que fueran ciertas esas aseveraciones, que la opinión pública tuviera razón en sus planteamientos y, salvo honrosas excepciones, que nadie moviera un dedo en su puesto de trabajo.
Cerremos los ojos por un instante e imaginemos hospitales, institutos, policías, sindicalistas, alcaldes, camareros, inspectores de Hacienda, periodistas y todos los sectores que cada hijo de vecino quiera incluir. ¿Qué pasaría ante la dejación de funciones de todos los currantes?
Tenemos que reivindicar la verdad, es nuestro deber como colectivo ponernos en pie de guerra para salvar la dignidad robada a la inmensa mayoría de los trabajadores.
Todos debemos formar una piña y abandonar el posible corporativismo, no camuflar lo que funciona mal, no escudarnos en los sindicatos, en los derechos que tanto nos ha costado conseguir para utilizarlos de una manera torticera cuando sabemos que no se responde a la función laboral en la que defendemos un sueldo a cambio de un servicio.
Hoy, sin ir más lejos, una compañera que ocupa un cargo directivo en mi Centro fue advertida que sería denunciada por acoso laboral. El motivo era exigir que se cumpliera el horario, el organigrama de funcionamiento y con las funciones asignadas en su puesto de trabajo del plan de empleo.
Los trabajadores, los sindicalistas, las plataformas reivindicativas, los colectivos de todo tipo que intentan defender a los más vulnerables, no deben cerrar los ojos cuando desde dentro se tiran piedras contra un tejado que tantísimos años nos ha costado construir.
No pasarán los que empañan y ponen piedras en el camino para justificar las críticas generalizadas sin nombres ni apellidos.
No podemos perder esta batalla porque los que tienen el poder irán mermando la posibilidad de conseguir una sociedad más justa.
Todo lo que hacemos, debemos hacerlo entre todos. No es legítimo lavarse las manos. El compromiso debe partir de uno mismo.
La verdadera solidaridad se rompe en el momento en el que somos incapaces de ser críticos con lo que no funciona.
Pongámonos definitivamente todos a una y seamos capaces de no admitir en la clase trabajadora a cualquiera que intente destruirla.
Todo el apoyo a mi compañera que hoy fue amenazada por ese " presunto acoso laboral". Yo como sindicalista no lo puedo admitir.
¡¡¡Viva la clase trabajadora!!!