El fallecimiento, ayer, en Melilla de tres inmigrantes subsaharianos tras arder las chabolas en las que dormían reabre el debate de la seguridad en el entorno del CETI, salpicado por decenas de chabolas que son utilizadas por los sin papeles para hacerse sus propias comidas, para reunirse o para sus escarceos privados. La dirección del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes ha advertido en varias ocasiones de esta situación, por la inseguridad que de la misma se deriva. Son varios los incendios que han tenido que controlar los Bomberos en las inmediaciones del CETI y todos ellos son provocados por hogueras mal apagadas por los propios sin papeles. En estos accidentes dos inmigrantes han sufrido heridas graves. Uno era un indio del monte que fue trasladado el año pasado a la península después de sufrir graves quemaduras cuando cocinaba en su chabola del Pantano. Meses después un argelino era ingresado en el Hospital Universitario después de explotar una bombona de camping-gas con la que se hacía la comida.
La Policía Nacional reconoce la dificultad para controlar este tipo de asentamientos, más aún cuando se trata de chabolas que son usadas para usos momentáneos habiendo pocas que se emplean para dormir. “Los inmigrantes van, se reúnen, intiman pero luego acostumbran a volver al CETI”, apunta una fuente policial.
Algunas de estas chabolas se mantienen en pie aunque estén abandonadas porque los inmigrantes que las poblaban ya no están. Es el caso de las que usaban los indios del monte. Otras fueron retiradas por los propios militares y las hay que todavía son utilizadas. Incluso se han levantado asentamientos nuevos, esta vez más escondidos en el monte para pasar desapercibidos estando incluso camufladas a ojos de cualquier montañero.
La Delegación del Gobierno tiene conocimiento de estos asentamientos a través de los informes que, desde hace meses, les trasladan las fuerzas de seguridad. Buscar soluciones es harto complicado. Primero, porque el derribo de las mismas no garantiza que vuelvan a levantarse o que se busquen chabolas más escondidas. Y segundo, porque los inmigrantes tienen libertad de movimiento y mantienen ciertas costumbres que no son permitidas en el campamento, de ahí que busquen esas ‘viviendas alternativas’ en el propio monte. ¿Cómo ir contra la voluntad de estas personas? La Policía tiene conocimiento de que algunos colectivos de subsaharianos, sobre todo los nigerianos, pueden intentar controlar negocios de prostitución o tráfico de drogas en alguno de estos asentamientos, pero no se ha llevado a cabo intervención policial alguna que vete este tipo de prácticas ilícitas.
La Policía Nacional reconoce la dificultad para controlar este tipo de asentamientos, más aún cuando se trata de chabolas que son usadas para usos momentáneos habiendo pocas que se emplean para dormir. “Los inmigrantes van, se reúnen, intiman pero luego acostumbran a volver al CETI”, apunta una fuente policial.
Algunas de estas chabolas se mantienen en pie aunque estén abandonadas porque los inmigrantes que las poblaban ya no están. Es el caso de las que usaban los indios del monte. Otras fueron retiradas por los propios militares y las hay que todavía son utilizadas. Incluso se han levantado asentamientos nuevos, esta vez más escondidos en el monte para pasar desapercibidos estando incluso camufladas a ojos de cualquier montañero.
La Delegación del Gobierno tiene conocimiento de estos asentamientos a través de los informes que, desde hace meses, les trasladan las fuerzas de seguridad. Buscar soluciones es harto complicado. Primero, porque el derribo de las mismas no garantiza que vuelvan a levantarse o que se busquen chabolas más escondidas. Y segundo, porque los inmigrantes tienen libertad de movimiento y mantienen ciertas costumbres que no son permitidas en el campamento, de ahí que busquen esas ‘viviendas alternativas’ en el propio monte. ¿Cómo ir contra la voluntad de estas personas? La Policía tiene conocimiento de que algunos colectivos de subsaharianos, sobre todo los nigerianos, pueden intentar controlar negocios de prostitución o tráfico de drogas en alguno de estos asentamientos, pero no se ha llevado a cabo intervención policial alguna que vete este tipo de prácticas ilícitas.
Y siguen escapando en balsas de plástico
Y mientras las historias de inmigrantes siguen copando la actualidad informativa en su vertiente más trágica, también hay episodios para las buenas noticias como la que ayer protagonizó la Benemérita tras rescatar a tres inmigrantes, mayores de edad y de origen subsahariano, que trataban de cruzar el Estrecho de Gibraltar en una lancha neumática. El grupo fue trasladado al puerto de Algeciras, más cercano para el traslado que el de Ceuta.