Tampoco es que a estas alturas nos vamos a sorprender del tipo de propuestas que se llevan a pleno. Tampoco de las luces que tiene cada grupo, pero sí llama la atención que teniendo un Gobierno con mayoría aplastante no haya, en la otra bancada, una oposición más o menos unida. Con los mimbres existentes resulta imposible, hay mucho odio personal que impide una aproximación de las llamadas ‘izquierdas’ y hay, por qué no decirlo, incompetentes sueltos que son incapaces de asumir críticas, dejando a un lado su ego para mirar hacia adelante. Así nos topamos con sesiones plenarias marcadas por luces y sombras. El trabajo que resulta de dichas sesiones no se pone en valor y al final la consecución de acuerdos que beneficien al ciudadano brillan por su ausencia. Y así nos topamos con unas sesiones plenarias en las que parece ponerse de manifiesto más el enfrentamiento encarnizado entre facciones políticas fundamentado en personalismos que alcanzar el bien común en forma de acuerdo.
Ejemplos, ayer, hubo para dar y regalar. Caballas y PP tuvieron su guerra particular basada en recordar mensajes más propios de campaña electoral a colación del dariya y la contratación de profesores, utilizando el escenario del debate para unas acusaciones con las que ya nos deleitaron en su día, ¿se acuerdan?, hasta con guerra sucia incluida. Ahora de poco sirve hablar de prejuicios cuando han sido los miembros de la coalición los que se han comprometido a retirar de su discurso un tipo de mensaje que no les ha reportado beneficios.
Los plenos están para alcanzar acuerdos, no para que sirvan de atril político a una exposición de motivos que recuerdan más a un mitin, en muchos de los casos, que a un debate en toda regla.