La política hace tiempo que perdió enteros. La gente no se fía de sus representantes, estos tampoco hacen mucho por hacerse respetar, por dar ejemplo.
Dejamos una semana con varias sesiones plenarias en las que se han apreciado situaciones indignantes que no pueden volver a repetirse. Y no puede ser porque quienes están sentados como representantes públicos deben, al menos, tener una mínima decencia para respetar el lugar en el que se encuentran, coparticipar y estar presentes.
No, no es así. Y lo más grave es que no es una situación anecdótica ni casual. Resulta vergonzoso que haya diputados que han tomado como norma ya no incumplir los horarios llegando tarde creyéndose los rebeldes de la clase, sino ausentarse horas y horas sin excusa alguna demostrando una dejación absoluta de sus funciones y un desinterés por la acción política.
Si ellos no creen… díganme ustedes los ciudadanos.
Hemos asistido a una sesión plenaria con una Mesa de la Asamblea desangelada sin la representación permanente de la triada. El PSOE podría explicar por qué quien otorga una de las vicepresidencias permaneció horas y horas sin asistir a la sesión plenaria hasta el punto de que, ya terminado, el propio portavoz tuvo que recogerle sus pertenencias. Sería un ejercicio transparente y digno de cara a los ciudadanos.
En Vox no es necesario hacer ese ejercicio porque se han convertido en una especie de pequeño grupo de amigos mermado en el que prima un absoluto descontrol. Capaces de entrar tarde en un pleno irrumpiendo mientras se mantiene un minuto de silencio o saltarse los puntos de otras formaciones a las que parece que no respetan. Bueno, ese ‘parece’ sobra.
Son estos solo unos ejemplos de otros tantos que se vienen produciendo y que todos vemos. Si quienes deben estar, comportarse y participar en la acción política mensual no lo hacen, no esperen que la ciudadanía tenga interés ya no por lo que se debate, sino por todo lo que tiene que ver con una gestión pública que le afecta.