La Ciudad publicó ayer un decreto que contiene las nuevas medidas de cara a estas fechas, medidas que estarán en vigor hasta el 10 de enero y que podrían variar si la situación empeora. El toque de queda o el aforo se ve alterado únicamente en las fechas clave del 24 y 25 de diciembre, además del 31 y 1 de enero. Pero la clave, lo que todos estaban esperando era conocer qué iba a pasar con los desplazamientos a la Península. Y es aquí donde se ha aplicado el reinado de la ausencia de sentido al reconocerse la imposibilidad de controlar los viajes que persiguen encontrarse con familiares y allegados. El propio Vivas reconocía ayer que es imposible controlar que ese movimiento se adecue a tal fin, dejando todo en manos de la responsabilidad del propio ciudadano. Y eso nos lo está diciendo un Gobierno que, a su vez, reconoce que no se están cumpliendo las medidas dispuestas en algunas terrazas o que da a conocer prácticamente cada semana los datos relativos a las sanciones impuestas a quienes no acatan las normas por sistema: hacen fiestas privadas, no llevan la mascarilla, no guardan la distancia de seguridad...
Un Gobierno no puede dejar en manos de la responsabilidad social algo tan determinante como las salidas a la Península. No lo puede hacer sobre todo cuando lo que se pone en riesgo es la salud pública, la de todos. Si nos estuviéramos jugando otra cosa no existiría opción a crítica, pero lo que nos estamos jugando es la salud de todos.
La lección deberíamos tenerla más que aprendida: repuntan los casos, empieza a haber ingresos y la gente muere. 57 se han quedado en el camino y son muchísimas las personas que han pasado el virus y que hoy por hoy no están bien. De esas no se habla, quizá deberíamos hacerlo, deberíamos contar más casos de los que habiendo superado el virus ya no son los mismos, ya no pueden llevar a cabo la misma vida. Díganle ustedes, señores políticos, que han dejado en manos de la responsabilidad ciudadana el que cumplan con lo permitido, que la salidas sean para visitar a familiares o allegados, cuando ni tan siquiera nos ponemos de acuerdo con lo que representa el segundo de los términos.
No se están haciendo bien las cosas, parece que nos hubiéramos tomado a la ligera todo lo que ha pasado y todo lo que se ha sufrido. Yo no creo en la responsabilidad global ciudadana, la creo de una parte de la población, de muchos otros no. Y no lo creo porque salgo a la calle, no me hace falta ir al puerto, y veo los comportamientos normalizados que nos van a pasar factura. Y digo normalizados porque ya ni siquiera generan miedo o rechazo social. Antes nos indignábamos con gestos así, ahora ni eso. Ojalá no tengamos una mala resaca navideña. Ojalá por el bien de todos, de los que sí han cumplido y de los que no. Se está cometiendo una auténtica temeridad.