“Llevábamos un tiempo en los montes cercanos a Ceuta”, narra Souleman; “aquel día íbamos a cambiar de sitio por miedo a las redadas, cuando nos enteramos de que los militares nos seguían. Nos la jugamos y a algunos nos salió bien”, relata tras terminar sus clases en la Asociación Elín. En las fotografías publicadas al día siguiente por El Faro, se le puede ver con el agua a la cintura cantando victoria al grito de España, España.
Este subsahariano corrió mejor suerte que las 15 víctimas, hasta el momento, del asalto a la frontera del jueves pasado. Las autopsias concluyen que murieron por asfixia por sumersión en el mar, es decir, por ahogamiento en el fragor de la oleada humana. “Corríamos por el campo a oscuras, solo guiados por las luces que veíamos al fondo. Estaba rodeado de otros muchos africanos que ni conocía, hasta que nos adentramos a la carrera en la playa. Algunos sabían nadar y otros iban equipados con flotadores para salvar el último obstáculo”, reconstruye Souleman, quien se declara muy afortunado por su experiencia.
Los inmigrantes que salen de las clases en Elín también expresan su tristeza por las vidas que se secaron en el tramo de playa que se encuentra entre Marruecos y Ceuta. Como ha ocurrido esta semana en los entierros de Santa Catalina, algunos de los africanos presentes reconocieron entre las fotografías difundidas por las redes sociales a compañeros de viaje o a caras conocidas cuyos caminos se cruzaron, compartiendo esperanzas e ilusiones de prosperar.
Souleman coincidió con tres de ellos en el asentamiento chabolistas autorizado por la Universidad de Oujda por razones humanitarias, al este de Marruecos y junto a la frontera con Argelina, donde llegó herido en un pie tras sufrir un accidente huyendo de las fuerzas de seguridad marroquíes en el Monte Gurugú, limítrofe con Melilla. “Desconocía sus nombres, pero todos les llamaban Kenzo, Tamo y Perika”, enumera el ciudadano del Chad.
Salió a los 12 años
Convivieron en este campamento donde acaban los inmigrantes heridos y deportados a Argelia durante el mes de agosto de 2013, hasta que el subsahariano recuperó fuerzas y emprendió de nuevo el viaje. Su siguiente parada fue Fez, al sur del país vecino, donde se separó de su amigo Zacari, con quien cubrió parte de su camino a España.
Abandonó su país a los 12 años y en la actualidad tiene 28, es decir, tardó 16 años en alcanzar ese sueño que un día le animó a dejar todo lo que conocía atrás. Una decisión que le sobrevino con el fallecimiento de sus abuelos, con quienes vivía. “Me quedé solo, con dos cabras, sufriendo porque no tengo familia. Nadie te considera una persona, para ellos eres como un animal”, confesó este joven.
“Desde que soy pequeño nunca estuve en un sitio tan bueno y que me diera tanta tranquilidad como éste”, dice en referencia a la ciudad autónoma. “En el CETI y en la Asociación Elín me siento en familia. Ahora me viene bien descansar un poco, salí de Chad con 12 años... Es la primera vez en mucho tiempo que me siento como una persona”, una relevación que abruma.
El único deseo de futuro de Souleman es conseguir un trabajo con el que normalizar su situación y obtener la documentación que le otorgue la libre circulación.
Él cayó herido en una redada en marruecos
Sobre Kenzo “Yo andaba con muletas por la lesión en el pie y él me llevaba al Hospital”
Souleman llegó al campamento de la Universidad de Oujda con un corte de gravedad en el pie, lesión que sufrió cuando se fugaba de las autoridades marroquíes. De los rostros familiares que, desgraciadamente, encontró entre las instantáneas de los caídos, tres de ellos fueron sus compañeros en la ciudad marroquí fronteriza con Argelia. Con quien mantuvo mayor contacto, señala el chadiano, fue con Kenzo. “Yo andaba con muletas por la herida en el pie y él me llevaba al Hospital para que me hicieran las curas”, recuerda quien ahora es residente en el centro del Jaral, lo cual describió como el compañerismo en las rutas de la inmigración. “Nunca más volví a saber de él, le deseé lo mejor y esperábamos vernos al otro lado de la frontera”, explica. Aunque Souleman logró entrar en Ceuta en septiembre, no contactó con Kenzo por teléfono porque cuando se conocieron el chadiano carecía de móvil.