Las pruebas diagnósticas, la organización del trabajo o la existencia de una sanidad dividida en primaria y secundaria captan su atención. Sin embargo, más allá de las diferencias de las que se percatan, se quedan con el cálido abrazo que le ha dado el Hospital Universitario de Ceuta durante su breve estadía.
Emmanuel Kitapindu y Vainqueur Diakengua están en la ciudad autónoma desde hace mes y medio. Su visita no es por ocio. Tienen en mente un propósito más que justificado, que no es otro que el de aprender para enseñar a otros compañeros e impulsar prácticas necesarias en su país.
Kinsasa, su hogar en la República Democrática del Congo, los aguarda. La experiencia llega a su recta final y en las últimas horas que le quedan en España, aprovechan para disfrutar de encuentros sociales. De hecho, este martes han pasado por la sede del Colegio de Médicos para una despedida llena de gratitud.
La entidad ha expresado en un comunicado su agradecimiento a los doctores “por su dedicación y esfuerzo en este tiempo” y ha reconocido “el valor que este tipo de intercambios tiene para el enriquecimiento mutuo de los sanitarios”.
Ambos ejercen su profesión en el hospital Monkole, localizado en la capital del país
Las miradas cómplices y las bromas son el fiel reflejo de los lazos que han creado con el cardiólogo Francisco García Lanzas, que está sentado a su lado. No se conocen de hace poco. Ya tuvieron los primeros contactos cuando el especialista estuvo por su nación el pasado 2024. La nueva cita se presenta como un segundo capítulo en el que los dos refuerzan sus conocimientos y construyen vínculos. Distendidos, como si se tratara de una reunión entre amigos, han profundizado sobre distintos aspectos de la vivencia.
Mejorar la asistencia
La meta de ambos es mejorar el servicio que ofrecen en el hospital Monkole, donde comparten su carrera como facultativo. Emmanuel, del área de Urgencias, aprende sobre ecografías cardiacas para practicarlas a su regreso. La deficiencia de expertos en esta materia lo lleva a adquirir saberes para paliar esta falta y asistir a los pacientes dentro de sus posibilidades.
A Vainqueur le espera un reto de gran envergadura: emprender la primera unidad de cuidados paliativos en su tierra natal. “Va a intentar montarla en un estado con casi 200 millones de habitantes y en una ciudad con 20 millones donde no existe esa atención estructurada como tal”, explica Lanzas. “Se dan muchas neoplasias en fases muy avanzadas en las que los afectados carecen de apoyo médico con todo el dolor y el sufrimiento que conlleva”, cuenta.
Un mes no es suficiente para empaparse al completo. Sin embargo, ambos se muestran satisfechos con esta fase y alegan que su instrucción ha ido viento en popa. Diakengua considera que en torno a estas seis semanas ha logrado alcanzar “las nociones de base para empezar”. Se muestra “contento” con ello. “He tenido que enfrentar varios casos y eso me permitirá saber cómo organizarme una vez que esté allí. Ello también dependerá de mí y del equipamiento que instalemos. Tenemos que formarnos más aún”, explica en francés.
Lanzas, agrega un comentario a su respuesta. “Ha encontrado a profesionales como Gabriel y Luis, que trabajan en esta área desde hace 25 años. Tienen una experiencia brutal”. Kitapindu recuerda que no ha sido su primera prueba al frente de esta técnica propia de la cardiología. “Di los primeros pasos con él cuando estuvo en mi país y ahora lo he completado en España. Ha sido una enseñanza muy amplia”, incide. “Me veo capaz de regresar y educar a mis compañeros”, añade.
Diferencias en la sanidad
Son numerosas las variaciones que detectan entre los dos sistemas sanitarios y en la forma de desempeñar las labores. “La gran distinción que he visto es la organización. Es muy buena esa diferenciación entre el nivel primario y hospitalario. Existe un sistema de citas para ver al médico que es respetado. También debo destacar el buen ambiente de trabajo”, subraya Diakengua.
A su paisano le ha sorprendido la puntualidad y ese entorno laboral cercano. “Hay un equilibrio. Solemos ser más rígidos en nuestros puestos. Se da un buen clima, pacífico y humanista; con relaciones interpersonales. Eso es muy importante”, expone. A esto suma que “se empieza a una hora y se termina a otra. Eso se respeta”, recalca.
Lanzas traduce sus palabras y a estos testimonios une otra cuestión más. Reparan en la opción de ir por emergencias en centros de salud. No es corriente para ellos que puedan desarrollarse estas prestaciones fuera de un hospital ya que siempre se tratan en estos clínicos en el Congo. “Estos suelen estar, en muchas ocasiones, lejos de las personas, de sus casas”, especifica el especialista.
Kitapindu hace hincapié en que “la mayoría de la población debe pagar para tener acceso a pruebas. Tenemos pacientes con enfermedades graves sin acceso a la sanidad”, subraya. Afirma que faltan recursos financieros y que nota “un gran número de empleados con preparación” y de “exámenes de exploración médica de calidad”. Lanzas releva que llevar a cabo tareas como una resonancia o un cateterismo no es tan viable en su nación y de ahí la razón de su comentario.
Lanzas, Emmanuel y Vainqueur siguen con su amena conversación entre plantas. El mar, de fondo, les regala sus vistas. Rulfa, una gata anaranjada, se posa sobre la mesa con su sigilosa presencia mientras están adentrados en su diálogo. Planean su cena. Fufu, un plato típico africano, ensalzado con cerveza.
Las impresiones sobre la ciudad y el reto de la adaptación al clima
Tienen buenas sensaciones sobre Ceuta. “Es muy tranquila, calmada y bonita. Está rodeada por el mar. No es ruidosa. Es segura”, relata Kitapindu.
Lanzas corrobora su intervención y se ve en cierto modo identificado con ella tras su contacto con el Congo. “A nivel personal, hay una diferencia entre una ciudad y otra. Ellos son de la capital. Se fijan exactamente en lo que no hay en la suya, al menos desde hace un tiempo que es esa tranquilidad y esa paz”, narra. “Que conste que la mayoría de ciudades de África subsahariana la tienen. Lo que pasa que puntualmente Kinshasa en estos momentos no es tan segura. Es un caos por diferentes motivos”, indica.
Otro de los aspectos que sacan a flote es la amabilidad con la que son recibidos por la calle. “La gente es cordial incluso cuando no te conoce. Sientes calidez humana”, reflexiona Diakengua.
Lo único que les resulta un obstáculo es el frío. La adaptación a las temperaturas no ha sido sencilla. “Fuimos a un pueblo donde hacía tres grados. Decían que era un frigorífico al aire libre y eso que estábamos en Andalucía”, bromea Lanzas.