Categorías: Carta al director

Con la puerta en las narices

No es de recibo lo sucedido el viernes a las puertas del Auditorio del Revellín. Cinco minutos antes del inicio de la representación de El médico de su honra, el vigilante de seguridad de la entrada me indicaba que ya no podía acceder al recinto, de acuerdo con el cartel de la puerta en el que se indicaba que cinco minutos antes de la hora de comienzo anunciada no se permitiría el acceso. Pero mire, es que son menos cinco, le dije, al tiempo que le rogaba llamase a un responsable para aclarar el asunto. Imposible. Mientras tanto, al fondo del vestíbulo, se veían todavía espectadores que en ese momento se disponían a acceder al patio de butacas del teatro.
Preso de mi sorpresa y contrariedad, no había reparado en que otras personas que habían llegado antes que yo –me aseguraban que a las nueve menos diez–, habían tenido idéntica suerte. Pasados dos minutos éramos ya una veintena a los que se nos había dejado fuera.
Solicitamos la presencia de alguien de Cultura o que, cuando menos, se nos devolviese el importe de las entradas. Imposible. Vistas las circunstancias llamamos a la Policía Local para denunciar la situación. Amablemente los agentes trataron de mediar en el asunto, pero tampoco sirvió de nada. Tan sólo se nos dijo que presentásemos en el Registro Municipal una instancia con nuestra reclamación y santas pascuas. Con la burocracia hemos topado. Pero, ¿y el libro de reclamaciones – solicitamos – es que no existe en este millonario y mal aprovechado Auditorio? Por lo visto tampoco.
Nos parece muy bien que se exija puntualidad, pero que se refleje claramente en las localidades la hora exacta a la que no se permitirá el acceso al local, localidades que, si no me equivoco, son un documento contractual en toda la regla para el espectador con todas sus consecuencias legales. El caso también de quienes habiendo adquirido sus entradas por Internet denunciaban la no advertencia de tal aviso en la página correspondiente.
Al final y tras tres cuartos de hora de una inútil espera decidimos abandonar el lugar con la consiguiente desazón, si bien hubo quienes manifestaron su intención de dirigirse a la vecina Comisaría para presentar una denuncia. Pues ya lo saben, acudan con bastante antelación al Revellín pues de lo contrario pueden correr la misma suerte que nosotros. Claro que, la próxima vez, ya estaremos bien atentos para comprobar también la puntualidad del espectáculo de turno.

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