Este nombre hace alusión directa a una manera de ramificar, literalmente sería como un árbol. El título alude a un género de coral ramificado y cubierto de pólipos que asemejan a “flores”. La primera vez que se observan bajo el agua colonias desarrolladas del género Dendrophyllia se tiene la sensación de estar ante un arbolito de intensos colores y contrastes sorprendentes. En el caso de la más común y habitual de todas las especies del género, Dendrophyllia ramea, la brillante estructura esquelética teñida del vivo color anaranjado (a veces algo amarillento incluso en los pólipos) queda bellamente rematada con el usual blanco intenso de unos pólipos enormes de amplio disco y gruesos tentáculos terminados en punta redondeada cargados de células urticantes. Cuando se estudia el esqueleto de estas criaturas coralinas, descubrimos una estructura de septos bien planificada para desarrollar un bello laberinto de recovecos y paredes que se unen y separan en diferentes lugares creando una intrincada morfología estrellada llamada técnicamente plan de Portualés. En el centro de cada una de los cálices esqueléticos aparece una pequeña empalizada que se unen para formar la base donde se asienta la boca del coralito.
Observado en planta, con suficiente perspectiva, se descubre que todo el conjunto de tabiques que soporta el cuerpo blando forma una curiosa filigrana, que nos recuerda en cierta manera a las composiciones arquitectónicas del estuco árabe-musulmán. Sin duda que podemos afirmar el adagio “artis natura magistra est” (la naturaleza es la maestra del arte). Las especies del mentado género son mucho más que obras de arte natural para la contemplación y la elevación interior; se trata de bio-constructores de primera magnitud: un grupo de corales muy relevantes dentro del firmamento coralino debido a sus capacidades ecológicas.
La familia Dendrophylliidae está bien distribuida por el planeta y tienen la característica común de presentar su esqueleto pleno de pequeños poros exteriores que solo son visibles cuando las partes blandas del coral son eliminadas. Según los fósiles analizados, son relativamente recientes, hacia finales del periodo paleozoico (300 millones de años). No obstante, su historia evolutiva, y grupo estructural del que provienen (otro tipo de corales ya extintos denominados Tabulados) se gestaron durante la explosión cámbrica, hace más de 500 millones de años. En realidad, la mayor parte de los corales actuales provienen del periodo final mencionado, y se supone que sustituyeron a los primeros corales tabulados que pudieron formar arrecifes de corales. La vida siempre ha estado ensayando planes estructurales que se han estado adaptando al planeta según los cambios acaecidos a lo largo de los periodos geológicos. De hecho, según los registros fósiles conocidos actualmente, la vida microscópica, unicelular estuvo muchos miles de millones de años preparando la primera gran explosión de vida pluricelular, que al parecer, se produjo durante el Cámbrico. Sea como fuere, el género Dendrophyllia comprende formas coloniales que forman un esqueleto calcáreo secretado por la capa más exterior de tejido vivo y compuesto por diminutas fibras o agujas de aragonito.
Una vez que se fija la larva del coral al fondo del mar, la primera parte del esqueleto en formarse es la lámina basal que va creciendo hacia arriba generando la típica morfología en copa; podríamos decir entonces, que ha nacido el primer pólipo. En nuestra región geográfica, las especies del género Dendrophyllia forman los bancos de corales amarillos/anaranjados pues sus esqueletos y pólipos presentan estas coloraciones tan llamativas. Dicho de otro modo, forman paisajes sumergidos concretos en fondos de penumbra (entre 80 y 200 metros de profundidad) y ofrecen soporte en sus esqueletos a una pléyade de otras especies de invertebrados marinos que se aferran a las partes muertas del coral para poder sobrevivir. Su valencia ecológica es la capacidad para adaptarse a ambientes sumergidos afectados de sedimentación, cuestión nada fácil, y que pueden hacer debido a una larva resistente y poderosa, que desarrolla una base colonial ancha y un pólipo alto, unido a su crecimiento arborescente que lo eleva de los fondos rocosos afectados por acumulación de arenas, y a unos pólipos poderosos que favorecen la captación de presas de cierto tamaño y la eliminación de sedimentos blandos con eficiencia.
En Canarias, conocemos dos especies capaces de formar paisajes importantes (Dendrophyllia ramea y Dendrophyllia cornigera), por acumulación de sus colonias debido a condiciones oceanográficas que favorecen su crecimiento. Es bueno entender, que cada una de las colonias son también, en sí misma, un hábitat y en muchos ambientes, el sustrato base para el crecimiento de otros organismos es, casi exclusivamente, el propio coral. Son realmente tan importantes porque estabilizan fondos con cierta inestabilidad y sus crecimientos favorecen la concentración de especies diversas que de otro modo estarían mucho más dispersas a lo largo de los fondos; generan hábitats complejos y estabilizan ambientes difíciles para la colonización. En tierra firme, lo podemos comparar con un bosque antiguo donde también se concentra la diversidad biológica. En el caso de D. cornígera que habita a mayor profundidad, hay que indicar que gracias a sus elongadas y sinuosas ramificaciones y enormes pólipos es bien capaz de crecer en lechos marinos con grandes acumulaciones de lodos. Por todo ello, cuando observamos un paisaje dominado por los bancos de corales amarillos/anaranjados, debemos pensar en dos planos paralelos y complementarios a la vez. Son dos perspectivas naturales a distintas escalas. El primero aparece como un amplio cuadro sobre el mundo natural de un pintor de la época romántica, donde se describe el asombro ante tanta belleza y colorido; la pintura de esta época tiende a la sublimación del paisaje. Para captar el segundo paisaje, hay que fijar el ojo al propio esqueleto y al micro-paisaje que genera; forzosamente tenemos que recurrir a otros yacimientos más propio de la interacción científico/artística. El artista dibujante a disposición del científico puede hacer grandes aportaciones en este sentido y como ejemplo están la representación natural contenida en las obras clásicas financiadas por el Príncipe Alberto primero de Mónaco a finales del siglo XVIII y principios del XX. Curiosamente, este tipo de obra de gran maestría, cocción lenta y gran inversión económica, nunca volvió a repetirse en la exploración marina contemporánea. Este modo de hacer ciencia, inaugurada por el pensamiento romántico e impulsado por el altruismo existencial a modo de Humboldt y Goethe, ya no se estila. Una maravilla de clase y sensibilidad, que tal y como funciona el mundo humano actual no parece que pueda volver a repetirse. Si bien, hoy en día, la imagen digital al servicio de la ciencia, está generando una información bella y valiosa para construir tanto el gran como el pequeño paisaje al que nos estamos refiriendo. En Canarias, ya pusimos a disposición información sobre los hallazgos de los grandes paisajes coralinos sumergidos (véase Brito y Ocaña, 2004), que ahora, como progreso inexorable de la ciencia, se están revisando con una notable ampliación de la información al albur del desarrollo tecnológico.
En la región de Alborán, la D. ramea también forma bancos importantes en determinados ambientes de penumbra accesibles al buceo técnico, y una rica variedad de paisajes interesantes para explorar. Los pescadores ceutíes han llamado siempre a esta especie “Candelero” porque sus brillantes colores y sobre todo su forma ramificada recuerda al instrumento que da luz. Hace poco tiempo hemos podido disfrutar en las enigmáticas y únicas islitas de las Chafarinas de unos paisajes muy someros de este coral que junto a otras especies forman bancos muy someros debidos a un efecto de disminución de la luz; fenómeno conocido solo en pocas zonas. Estas especies solo son capaces de desarrollar sus paisajes en zonas con luz disminuidas y por lo tanto en general en ambientes de profundidad.
Realmente todas estas especies son muy bellas y notables ecológicamente hablando y pueden llegar a crear insólitas formaciones, más escasas y que pasan mucho más desapercibidas como son los pequeños bancos que forma en determinados puntos de Canarias y del norte de África la curiosa especie Dendrophyllia laboreli también registrada para la región de Alborán (véase Ocaña et al., 2011).