Parecen de cartón piedra, o placa de pvc (ya quisiera) o, simplemente, de cartón plastificado. Sobre esta base se han rotulado, en vinilo decorado, alguna de nuestras calles, y no ahora, que ya hace tiempo que los de urbanismo dieron el cante con esta cutrería, aunque se decía que era provisional en tanto venía rotulación más noble. Y, como de repente empiezan las prisas por correr cortinillas, vale cualquier cosa que dé el pego para ese día. Festejado el evento ¿ya para qué?, que dirá el consejero urbanista de turno. Digo de turno porque dura varios años el timo de esta rotulación de pega; y, como encima, mire Vd, familiares, amigos, admiradores o deudores del finado (porque siempre está muerto-a el sujeto) lo van a agradecer mucho ese día, aunque fuera en cartón de bingo, pues eso ¿qué más da?
No sé si en nuestros barrios pasará igual, pero en el centro hay unas cuantas de estas rotulaciones: entre nuevas calles, paseos que siempre estuvieron ahí y nadie vio (o faltó entonces o sobró ahora), pasajes y callejones, hay unas cuantas del falserío. No es que yo vaya mirando las fachadas, pero salta a la vista cuando al pasar el tiempo se empiezan a despegar de la pared, se tuercen o doblan sobre la fachada la cartelería, porque es lo que son, carteles.
La rotulación de la vía pública tiene carácter de servicio público y va más allá de la identificación de las calles y edificios para una fácil localización de las viviendas y locales de forma unívoca y ágil; también es pieza fundamental en los proyectos cartográficos de georeferenciación, planos de la ciudad, planos temáticos, etc.
Cuando vemos una rotulación de calle o plaza estamos viendo ciudad, mucho más de lo que a primera vista parece, por ejemplo: a sus políticos, que son los que conceden en Pleno tal honor («atempore», que no es de ahora); a sus líderes sociales, políticos o no, que son los que hacen la movida para la solicitud; a sus ciudadanos, que demuestran interés por corresponder a la meritoria vida del personaje subiéndolo a ese altar urbano que es el callejero (a tres metros de altura en fachada); a sus técnicos municipales, que habrán de estudiar el estilo, material, distribución del texto y lugar de colocación; a sus operarios, encargados de que aquello quede bien y no se despegue, se caiga, esté derechita, a la altura correcta y lugar que procede…en fin, toda una suerte de labores que no sé yo como se ve lo que se lee, a poco que nos fijemos: disparidad de formatos de rotulación; colocación inadecuada en el inicio de la calle, inexistencia de ella en puntos intermedios o de confluencia con otras vías y casi nunca al final de las mismas; título incompleto y, en algún caso, referencia al sobrenombre en vez del nombre real del sujeto, por mucho que lo consienta la familia, pues no se trata de agradar a estas sino reconocer la importancia para la ciudad del personaje.
En Ceuta podíamos haber aprendido del desastre que fue la rotulación en la ciudad hermana de Melilla, así que ya tienen donde aprender de los errores.
¡Ah!, echo de menos un libro de referencia para consulta del callejero de nuestra ciudad, lo que sería muy interesante para conocer -o no olvidar- nuestra historia y sus ilustres personajes, de esta forma, los “bien intencionados” no vendrían a realizar propuestas que sólo dan la medida de su ignorancia.