Buenos días, soy Ernesto, militar de profesión, y específico mi profesión porque fue la causa indirecta de esta experiencia única y extraordinaria.
Mi mujer Beatriz, vecina de Ceuta y maestra de profesión, tuvo que dejar su tierra natal hace ya casi 6 años debido a que me destinaron a Madrid, ella lo hizo con la premisa de mejor juntos con menos recursos que separados, con esta decisión empezó a labrarse este agradecimiento. Ella, para aprovechar el tiempo en Madrid se matriculó en enfermería en la Universidad Complutense de Madrid. Ella que tuvo que retomar después del tiempo los libros y el hábito de estudio perdido, donde se pasaba los días y las gélidas noches bajo una manta que se bajaba para estudiar en una sala sin calefacción de la residencia donde vivíamos ya que esos cinco años estuvimos viviendo en una habitación y siempre sin queja alguna por su parte. Tras estos cuatro años, se graduó con un excelente expediente. A los pocos meses, llegó lo que nunca creíamos que llegaría, el maldito virus. Mi mujer, recién terminada la carrera y sin experiencia alguna en UCI, no dudó ni un segundo en presentarse voluntaria ante esta situación de guerra sanitaria y ante la situación de emergencia vivida en España y especialmente en Madrid por el incremento descontrolado de contagios, le llamaron para trabajar en la UCI del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, hospital que a la postre se convertiría en uno de los más golpeados por la pandemia, ya que en septiembre ya se podía contar con más de 700 muertes.
Ella, mi mujer, que entre lágrimas cogía ese lúgubre autobús N°2, que la llevaba cada día a ese infierno en que se había convertido la UCI del hospital, esa sensación de enfrentarse cada día a lo desconocido hasta la fecha, a sus temores internos por la falta de experiencia, a sus miedos internos por ver como día a día morían una media de 20 personas, unas pocas, las más «afortunadas» con atención especializada debido a la falta de respiradores y los más, simplemente sedadas y llevadas a la biblioteca que se habilitó como lugar marcado en negro para despedirse de la vida en poco más de 20 minutos. Mi mujer, que jamás desfalleció cuando día a día veía casos como el que tanto padre y madre ingresados y fallecidos en un corto periodo de tiempo eran despedidos por sus 3 hijos a través de una ventana, donde sólo las manos de ternura de los sanitarios era la única despedida antes de la muerte, como donde pacientes eran atendidos por sus propios compañeros. Donde poco importaba la salud propia debido a que se enfrentaban a este virus sin equipos de protección adecuados, con mascarillas quirúrgicas.... Ella, que jamás barajó la posibilidad de «abandonar» a sus pacientes incluso cuando veía que sanitarios se daban de baja psicológica o simplemente rechazaban los contratos. Ella, que llegaba a casa totalmente abatida psicológicamente y físicamente después de jornadas interminables. Ella, que hasta la fecha no ha podido disfrutar de vacaciones en estos interminables diez meses; hoy termina su última guardia en el hospital, ya que debido a que me destinaron de nuevo a Ceuta no va a renovar el contrato aunque ya sólo pensarlo, le apena dejar atrás a tantos compañeros y lo tanto vivido allí. Ella, mi mujer Beatriz, se merece todo mi reconocimiento y homenaje por pertenecer a esa clase de personas que aún sin capa, son superhéroes de verdad. Gracias cariño por esta enorme lección de vida y humanidad, ahora te espera tu familia y tu Ceuta, ahora ya podrás disfrutar del merecido «descanso de la guerrera».
* Ernesto Ruiz Cabezas es militar y está casado con Beatriz, vecina de Ceuta.
No tengo el gusto de conocerla, pero leyendo la historia siento un gran orgullo de compartir con ella un porcentaje de sangre materna, nuestra bisabuela era la misma persona. Felicidades Manoli por esta heroínas que tienes por hija. Bravo por ti Beatriz!!!
Los conozco y aprecio a los dos. Beatriz es una gran mujer y una luchadora de las de verdad, de las que no necesitan que las defiendan. Por fin estarán juntos, en casa. Estoy orgulloso de ser amigo de ambos.
Grande