Al fin, tras tres semanas y tres días desde del alta de Urgencias, un especialista vería a mi madre. Esperábamos esta cita con impaciencia, no queríamos que lo del pasado día 24 de julio se volviera a repetir, lo que no nos imaginábamos ni mi madre, cardiópata de 76 años, ni yo que la visita no duraría más de 5 minutos.
Nada más comenzar, la manera de dirigirse a nosotras no ha sido nada correcta, poniendo en duda el porqué de la visita y preguntando, palabras textuales, que quién la había mandado a esa consulta, como si quisiéramos “colarnos” sin ninguna razón. Seguidamente, le preguntó a mi madre qué tratamiento le había pautado, pese a que le habíamos entregado los informes de Urgencias, ésta le respondió que no recordaba los nombres con claridad y, aunque debería todo constatar en el historial clínico, el facultativo nos giró con violencia la pantalla del ordenador diciendo que él “no era adivino”. No le pedimos a nadie que tenga poderes mágicos, pero sí un poco de humanidad y empatía con los pacientes porque nadie va al médico si no le ocurre nada, porque ponemos nuestras vidas en sus manos.