Un naturalista jamás olvida los trabajos científicos iniciales, y, sobretodo, la primera especie que se describe, es un momento intenso, pues da comienzo una carrera científica. Corría el año 1992 cuando se publicó este trabajo en la bien conocida e histórica revista del Museo Nacional de Historia Natural de Holanda, me acompañaron Alberto Brito, catedrático de biología marina de la Universidad de La Laguna y el profesor Jorge Nuñez también profesor en la mentada institución y experto reconocido de anélidos poliquetos. En aquel momento, cuando la estudiamos por primera vez, todo el material estaba fijado en alcohol, pero no por ello, fue menor mi emoción, al empezar a conocer esta extraña especie que solo se había recogido en los fondos marinos de Canarias.
En esa época los endemismos de especies marinas no estaban en boga, y la moda científica, era considerar que las especies marinas poseían amplios rangos de distribución geográfica. La exageración consistía en suponer, que en la mayor parte de las especies marinas, las corrientes que mueven a las masas de agua, son muy capaces de desplazar las larvas a miles de kilómetros o millas marinas de distancia. Todo esto reduce terriblemente las posibilidades de aislamiento geográfico, uno de los principales motores de producción de especies tanto en el mar como en las tierras emergidas. Ciertamente, las masas de aguas favorecen la expansión de larvas pero su capacidad de supervivencia es limitada o simplemente desconocida, y por otra parte, la inmensidad de las distancias oceánicas, aconseja prudencia antes de realizar semejantes suposiciones.
Hoy en día, podemos afirmar, que existen multitud de especies marinas crípticas, yaciendo en el cajón de lo aparentemente similar mientras esperan al talentoso naturalista para ser estudiadas y descritas convenientemente. Muchas de ellas, se encuentran incluidas dentro de taxones ya conocidos, por su parecido, pero que al ser analizadas cuidadosamente desde las perspectivas morfológica y genética resultan ser claramente divergentes. En el campo de los corales, en el que he desarrollado una gran actividad científica desde hace años, se dan casos llamativos de especies crípticas, pues, algunas de estas especies, confundidas con otras por sus aparentes semejanzas, ni siquiera pertenecen al mismo género. En ningún caso, quiero decir que se haya realizado mal el trabajo por parte de reputados colegas, todo lo contrario, justamente por su amplio y buen trabajo sistemático, podemos preguntarnos ahora si realmente esas extensas distribuciones corresponden a las mismas especies o mas bien se trata de taxones distintos. Además, en muchas ocasiones, la diversidad de ambientes y ecologías de la misma especie en latitudes diferentes suelen ser factores indicadores que alertan sobre la posibilidad de que no se trate de las mismas criaturas. Y es que, es en estos tiempos, cuando he empezado a entender las convergencias evolutivas morfológicas que se producen entre los organismos, es decir, de lo que no cambia y se mantiene invariable por razones de viabilidad adaptativa. Esto resulta fundamental para dirigir el foco de atención zoológico hacia un análisis más profundo de otras características que ofrecen las distinciones que necesitamos.
La observación rigurosa en el mar y en el laboratorio resulta imprescindible, y junto a ella, también, desplegar la imaginación creativa. La ciencia debe ser imaginada antes de comprobada rigurosamente, hay que enamorarse de la criatura a estudiar. Con este enamoramiento entre criaturas (humana y coralina) comienza la captación de realidades ocultas que no puede sacar a la luz ningún análisis rápido, pragmático y aséptico. Si analizamos amando el objeto de estudio, ponemos el corazón, y así comenzaremos a captar matices de color, pequeñas diferencias imperceptibles en el esqueleto, discretas especializaciones ecológicas y asociaciones con otras especies diferentes a lo habitual, o incluso, un no sé que inexplicable que nos obliga a continuar analizando lentamente, deleitándonos sin prisa en el estudio, con parsimonia, hasta dar con las claves que explican las divergencias. Todo esto, hace que saquemos la fuerza para atrevernos a decirlo y a discrepar de lo que se ha hecho anteriormente en este campo del conocimiento.
"Mi sueño más preciado es poder entender algo de las formas de vida que estudio, describo y protejo con mis aportaciones científicas; no obstante, siendo sincero, diré, que además de la paz y el amor que me regalan por el privilegio de estudiarlas, también las siento como hijas"
La descripción de Canaria fue relativamente fácil debido a su divergente esqueleto; por ello fue incluido en un género provisional de corales pero había algo que lo hacía no encajar del todo en esta denominación genérica. En un principio se llamó Sarcodyction canariensis, hasta que trabajando con mi buen colega y amigo Leen van Ofwegen de la mentada institución holandesa, decidimos crear en el año de 2003, el bello género, dedicándolo a la única localidad conocida para la especie hasta el momento: Las Islas Canarias.
Nunca había podido observarla en el mar ni siquiera en un acuario, la providencia me la mostró durante el transcurso del proyecto de estudio de los corales mesofóticos de Canarias. Tuve mi primer encuentro fugaz con esta maravilla natural, en fondos circalitorales de la isla de Lanzarote entre 50 y 70 metros de profundidad. Es precioso verla crecer sobre los ejes muertos de la gran gorgonia de color anaranjado Ellisella paraplexauroides, pero, para mi sorpresa, también, es bien capaz de crecer sobre rocas afectadas por la sedimentación. Canaria es hija de las islas y está perfectamente adaptada al ecosistema circalitoral al que siempre ha pertenecido por méritos propios de adaptación y supervivencia.
Uno de los secretos de esta especie, es la gran extensión de su cuerpo blando, otro es su capacidad de expansión por el fondo marino, como una planta con estolones rastreros que producen pólipos a intervalos regulares. De esta forma, coloniza el espacio rocoso disponible a la par que genera estructuras para alimentarse. En estos ambientes, las especies de distintos grupos de invertebrados suelen crecer muy cerca, e incluso se recubren los unos a los otros. Tal es la aglomeración en el fondo rocoso, que son muy necesarias estrategias para sobrevivir adaptadas a las circunstancias. Sin embargo, la bella Canaria es muy eficiente pues a pesar de quedar sus estolones basales literalmente enterrados en la maraña de algas, invertebrados y sedimento, sus enormes pólipos coralinos sobresalen altaneros sobre el resto de organismos competidores. De esta manera, extiende sus tentáculos a las corrientes para captar a los pequeños organismos planctónicos de los que se alimenta y en el momento en el que las condiciones se ponen duras debido a la fuerza del mar y las tormentas de turbidez, los pólipos se esconden y quedan ocultos y protegidos por su férreo esqueleto basal que conserva bien sano el tesoro de tejido blando que le proporciona su comida. Se trata de un organismo colonial, formado por individuos que cooperan entre si, para salir adelante y extenderse por el fondo marino. Comparten con muchas otras criaturas, el preciado sustrato rocoso que da estabilidad, a gran parte de la vida sésil en los mares y océanos.
Canaria, posee un portentoso cuerpo blando que ejecuta una danza hipnótica meciéndose a uno y otro lado mientras utiliza sus elongados tentáculos para tomar alimento tanto del fondo como de la columna de agua. Para asegurar su sustento, es bien capaz de introducir el tentáculo, varios centímetros, dentro de su enorme y musculosa faringe, bien preparada para este fin. De esta forma no podrá escapar la minúscula presa que habrá atrapado con su red de apéndices desplegados a la corriente.
Mi sueño más preciado es poder entender algo de las formas de vida que estudio, describo y protejo con mis aportaciones científicas; no obstante, siendo sincero, diré, que además de la paz y el amor que me regalan por el privilegio de estudiarlas, también las siento dentro de mis entrañas como hijas prestadas por el gran hacedor, a las que contemplo con toda la humildad y el recogimiento que mi pobre espíritu me permite.
Espero, que la protección que intento procurar con mi incansable discurso conservacionista, acaso el único consuelo, mitigue los pecados que cometo, al sacrificar algunos ejemplares de estas maravillas de la creación, para poder estudiarlas convenientemente, según lo establecido por la ciencia natural.