Opinión

El cambio de régimen en España en 1975

En principio pensé que no me parecía idóneo abordar el tema sobre lo que fue en España el cambio de régimen político que se produjo a partir de 1975, ya que nunca he sido político, jamás he pertenecido a ningún grupo de tal naturaleza y suelo ser reacio a escribir sobre temas políticos. Pero, después he pensado que, precisamente, el hecho de no ser político, es lo que más me avala para poder opinar sobre tal asunto, porque eso me permite poder tratarlo asépticamente, con neutralidad, con absoluta independencia e imparcialidad objetiva,
Más, lo hago, porque creo que los españoles de las dos últimas generaciones, apenas han sido informados sobre lo que fue la Transición española del antiguo régimen autoritario y de partido único al nuevo régimen democrático que en España restauró la Constitución que, quienes tenemos más de 80 años, antes no habíamos disfrutado. En mi caso concreto, nací en 1942 y no conocí el disparate - o más bien la aberración - de tener que ver luchar en las trincheras a padres contra hijos, hermanos o demás familiares entre sí; aunque imagino lo cruel y triste que eso debió ser, sin que ello debiera haber ocurrido nunca, jamás entre compatriotas y hermanos. Pero, como aquello sucedió de forma real y efectiva, es por lo que, a las nuevas generaciones que como la mía no conocimos la guerra, pero sí conocimos sus efectos perversos sobrevenidos en la paz, pues no se les puede negar tal información y tienen perfecto derecho a saberlo.
Existe cierto consenso en situar el inicio de la Transición en el 20-11-1975, cuando el denominado Consejo de Regencia asumió, de forma transitoria, las funciones de la jefatura del Estado hasta el 22 de noviembre de ese mismo año, fecha en la que fue proclamado rey ante las Cortes y el Consejo del Reino don Juan Carlos I de Borbón (actual rey emérito), que había sido designado seis años antes por el anterior Jefe del Estado como su sucesor «a título de rey», asegurándose por aquel viejo régimen , como el mismo entonces informó oficialmente, que, de esa manera, "todo quedaba atado y bien atado". Pero la dificultad extrema que suponía tan radical cambio ideológico, que incluso podría haber desembocado en algún conato de revolución si no se hacía de forma atemperada por la moderación y el necesario equilibrio para que pudiera resultar razonable y pacífico, pues hacían aconsejable que el cambio no se hiciera con demasiada premura y que, además, fuera acometido con la necesaria prudencia y juicio ponderado aunque, a la vez, con la imprescindible y decidida determinación, para que todo se produjera sin sobresalto, sin turbulencia, sin violencia, ni trauma político o social; contrariamente a lo que otros muchos esperaban y se temía que el inaplazable cambio que habría de producirse podría ser convulso y violento.
Así, tras suceder al antiguo Jefe de Estado que acababa de fallecer, el rey Juan Carlos I confirmó en su puesto al entonces presidente del Gobierno del régimen anterior, Carlos Arias Navarro. No obstante, pronto se constató la dificultad de llevar a cabo reformas políticas profundas bajo su gobierno que seguía siendo autoritario, lo que produjo un distanciamiento cada vez mayor entre Arias Navarro y Juan Carlos I.
El encuadre político del rey, por precedentes históricos de la monarquía, encajaba dentro de un régimen parlamentario, en el que el "rey reina, pero no gobierna". Eso, necesariamente conllevaba celebrar unas elecciones democráticas para que los españoles pudieran elegir por ellos mismos el nuevo Gobierno en las urnas. Y, como Arias Navarro enseguida se vio que no cubría tales expectativas, el rey le exigió la dimisión el 1-01-1976, y él se la presentó, aunque suscitándose momentos decisivos no exentos de cierta tensión, que finalmente serían reconducidos por senderos de paz que pocos esperaban, porque se trataba de algo así como hacerse a sí mismo el "haraquiri" desde el antiguo régimen autoritario, para convertirse en otro régimen democrático.
El rey Juan Carlos I, sustituyó a Arias Navarro por Adolfo Suárez, quien se encargó de entablar las conversaciones con los principales líderes de los diferentes partidos políticos, de cara a instaurar un régimen escogido por libre votación de todos los españoles conforme al sistema de sufragio universal. Al conocer los españoles la persona que había sido designada, Suárez, muchos casi no llegaron a creerse que él fuera a dirigir los destinos de España por el nuevo sendero de paz, concordia y libertad que el pueblo ansiaba.
Además, el camino emprendido por Suárez para llevar a cabo la Transición, se presentaba harto difícil, debido a las muchas dudas y recelos que su figura política inspiraba, más el choque generacional que representaba en nuestro país sustituir un régimen autoritario que gobernó durante 40 años como partido único, para, de la noche a la mañana, pasar a ser otro régimen democrático de distinto signo y naturaleza política. El propio Suárez había sido el jefe del llamado "Movimiento Nacional" del régimen anterior, o algo así como el ideólogo del anterior partido único del viejo régimen.
Como consecuencia de las dos posiciones tan radicalmente opuestas, en principio, hubo que limar bastantes asperezas y surgieron distintos grupos de presión y de lucha por el poder, en medio de fuertes presiones, presentando su dimisión irrevocable los ministros militares que formaban parte de aquel Gobierno, en señal de protesta por el nuevo rumbo que se perfilaba. Así fue como surgió el intento de golpe de Estado llamado del "23-F" de 1981, con el general Armada como supuesto responsable "intelectual", al que los golpistas llamaron, "in péctore", el "Elefante Blanco" y teniendo como autor "material" de la asonada al teniente coronel Antonio Tejero Molina.
Una vez descubierto el golpe, fue desactivado, gracias a la intervención del actual rey "emérito", Juan Carlos I, sin que tuviera que derramarse ni una sola gota de sangre, habiendo resultado varios golpistas enjuiciados y condenados, tras haberse sublevado Tejero, irrumpiendo en las Cortes Generales, pistola en mano y a los gritos de: "¡Que nadie se mueva!". "¡Todo el mundo al suelo!", siendo secundado casi en la sombra por el general Alfonso Armada y el teniente general Jaime Miláns del Bosch, capitán general de Valencia, entre otros, según sentencia. Todos los diputados del Congreso se echaron cuerpo a tierra escondidos entre los asientos, excepto Suárez, que contraviniendo las órdenes dadas por los golpistas, supo mantener su figura erguida en todo momento, y su vicepresidente del Gobierno, teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, que lo secundó exigiendo con toda contundencia a los revoltosos que depusieran su actitud, jugándose él la vida, en una acción encomiable.
Como la "personalidad militar, por supuesto", que había sido anunciada no llegó a presentarse en el Congreso, a partir de ahí cundió el desorden, las distintas fuerzas en pugna por el poder fueron neutralizadas y los españoles hemos podido gozar luego de 47 años de paz, contrariamente a como se auguraba en principio. Y esta es una cuestión que considero que habría que haberle ya explicado al par de generaciones posteriores de españoles, dado su valor histórico y para que así cunda el ejemplo de lo que nunca se debe hacer, es decir, utilizar la fuerza de las armas contra el pueblo soberano. Una vez fracasado el golpe, el camino legal utilizado, de principio, fue la elaboración de una nueva Ley Fundamental, la octava, la Ley para la Reforma Política que, no sin largos debates y fuertes tensiones, fue finalmente aprobada por las Cortes y sometida a referéndum el día 15-12-1976. Como consecuencia de su aprobación por el pueblo español, promulgándose el 4-01-1977. Esta norma contenía la derogación tácita del sistema político anterior en solo cinco artículos y una convocatoria de elecciones democráticas.
Las elecciones se celebraron finalmente el día 15-06-1977. Eran las primeras libres desde las celebradas en febrero de 1936. La coalición Unión de Centro Democrático (UCD), liderada por Adolfo Suárez, resultó la candidatura más votada, aunque no alcanzó la mayoría absoluta y fue la encargada de formar gobierno. A partir de ese momento comenzó el proceso de reconstrucción de la democracia en España y de la redacción de una nueva Constitución. El 6-12-1978 se ratificó en referéndum la Constitución española con el 87,78 por ciento de votos favorables, que representaban el 58,97 % del censo electoral, entrando en vigor el 29 de diciembre. Adolfo Suárez terminaría dimitiendo a principios de 1981, según dijo, en bien de la Nación.
Como todo salió bien y terminó siendo pacífico, todo el mundo nos miró desde fuera y nos puso como ejemplo de modelo de Transición pacífica, respecto de las numerosas turbulencias y tensiones que se esperaban. Efectivamente, durante la celebración de la votación en el Congreso de los Diputados para elegir como sucesor a Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD) se produjo el golpe de Estado de los más radicales que se oponían al nacimiento de un nuevo régimen, conocido como "23-F", que fracasó.
Las tensiones internas de UCD provocaron su desintegración a lo largo de 1981 y 1982, llegando finalmente a disolverse en 1983. El segmento democristiano terminó integrándose en Alianza Popular, pasando así a ocupar la franja política de centroderecha. Por otro lado, los miembros más cercanos a la socialdemocracia se unieron a las filas del PSOE. Mientras, el expresidente Suárez y un grupo de disidentes de UCD iniciaron un nuevo proyecto político centrista que mantuvo representación parlamentaria en el Congreso hasta las elecciones de 1993, el Centro Democrático y Social.
El PSOE sucedió a la UCD tras obtener la mayoría absoluta en los comicios del 82, ocupando 202 de los 350 escaños, y comenzando así la segunda legislatura democrática. Por primera vez desde las elecciones generales de 1936, un partido considerado de izquierdas, iba a formar gobierno. La mayoría de los historiadores sitúan en este acontecimiento el final de la Transición, aunque algunos lo prolongan hasta el principio de1986, cuando se produjo la entrada de España en la Comunidad Europea.
Durante la Transición tuvieron lugar varios centenares de muertes por ETA en el País Vasco y el GRAPO en toda España, de extrema izquierda, así como otros grupos de extrema derecha, calculándose entre 500 y 700 víctimas mortales entre los años de 1975 a 1980, hasta que dicha organización se vio despreciada por el pueblo y anunció su cese de actividades violentas. Pero tales muertes nada tuvieron que ver con la llegada del nuevo régimen democrático, habida cuenta de que ya venían produciéndose con anterioridad debido a grupos independentistas y terroristas que venían operando desde tiempo atrás.
De forma casi paralela, se registraron entonces en nuestro país los últimos acontecimientos de aquella época vividos, primero, en el territorio de Sidi Ifni y, después, en el Sahara Occidental, que ambos tensionaron la vida nacional. Las últimas palabras allí pronunciadas por el general Federico Gómez de Salazar en noviembre de 1975, fueron las siguientes: ·«Quede aclarado que no considero que haya habido capitulación alguna de España ante Marruecos. Quienes así lo piensan están equivocados, y no deben olvidar que se ha evitado mucha sangre y el luto de muchas familias españolas en una horrible contienda armada». Así se puso fin a casi un siglo de presencia española en aquel territorio africano. Fue una acción llevada a cabo en contra de los planes de la ONU que preveían la celebración de un referéndum de independencia.
«Fue emotivo e inolvidable el momento de arriar la bandera. Anochecía en Villa Cisneros y el coronel Torres , formando a los escasos hombres con que contaba, nos dijo: "Ante la imposibilidad del toque de oración, guardemos un minuto de silencio por los compañeros que en este territorio rindieron el último servicio a la Patria" (contaba el corresponsal de la agencia «Cifra», el 13 de enero de 1976).
La retirada se había iniciado 72 días antes, tras el final de la Marcha Verde y la firma de los Acuerdos tripartitos de Madrid, el 14-11-1975. Más de dos meses de evacuación, en la llamada «Operación golondrina», cruciales para entender la historia de este conflicto histórico cuya herida no se ha cerrado del todo.

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