Un Ayuntamiento de pueblo tiene que llevar la humildad por bandera. Pero cuando un concejal se cree que es algo así como un ministro y los asesores van por la calle Real mirando por encima del hombro a la ciudadanía pues sucede que son no solo incapaces de asumir sus errores sino también de dar ejemplo.
Vamos a hablar de la dichosa bolita de Navidad. Y lo vamos a hacer porque el patinazo supone algo más que el chisme de estas semanas.
Resulta que la Ciudad reconoce sin complejos que sobre el papel pensaban que la bolita cabía sin problemas en la Gran Vía. Después de levitar llegaron los Bomberos y les dieron un baño de humildad. Porque claro, con la bolita en plena Gran Vía a ver cómo narices cruza un camión del SEIS en plena emergencia.
24 horas después no había bolita pero sí gasto. El sobrecoste no ha sido cuantificado. No porque no sepan lo que vale la broma sino porque no quieren decirlo. Así que el desaguisado de la bolita lo pagaremos entre todos porque el dinero público parece que no duele tanto a los que deben administrarlo.
Lo de la bola es algo más que una anécdota porque supone el reflejo del nivel que tienen varios de los fichajes del alcalde. Para ejercer un cargo público hay que merecerlo y sobre todo se tiene que dar la talla ante la ciudadanía. Consentir los ridículos públicos es una especie de estafa.
Un concejal o cualquier asesor debe ser atento con sus decisiones, estudiarlas y no creerse que esto de la política es un juego en donde los experimentos forman parte del día a día.
Lo sangrante no es que se meta la pata con la bolita, lo sangrante es que las consecuencias pasen por la inacción, por consentir el despilfarro del dinero público y por apuntar una más en la agenda de malas notas como si se estuviera en el colegio.
A mí me da igual las simpatías que pueda tener el alcalde por unos o por otros, cada uno con sus amistades o querencias puede hacer lo que estime. Lo que no me da igual es que mantenga a incompetentes en puestos públicos que juegan no solo con el dinero de todos sino con la imagen que se le presupone a un ayuntamiento.