Soy el blocao de la muerte.
Ataúd de chapa, madera
y ochenta sacos de arena.
Simulacro de fuerte.
Le deseo mucha suerte,
a aquél que se atreva
a defender mi trinchera.
¡Que dé un paso al frente!
En el tercio nada se teme,
aunque en el Gurugú pereciera.
Por defender mi bandera
iré voluntario, con otros quince valientes.
A la orden de usted mi teniente,
soy el Cabo Suceso y aunque vivir quisiera,
entrego mi paga entera,
pues no creo que volvamos a verle.
¡A cubierto, refriega! En un periquete,
fogonazos y polvareda.
La posición, sitiada, quizá reuniera
unos seiscientos rebeldes.
No pudieron sorprenderles,
a pesar de pasar la noche entera
atrapados en aquella fiambrera.
Un cañón tuvo que abrir un boquete.
Al entrar los jinetes, uno gritó: ¡Respeten!
Que por mucha enemistad que hubiera
y una venganza ciega,
estos son, en verdad, los novios de la muerte.