Continuando con la descripción de las técnicas más usuales de identificación biométrica.
Reconocimiento por termograma facial:
En el rostro de las personas, la distribución del calor es originada por el flujo de sangre en los vasos sanguíneos y las venas existentes bajo la piel. A través de cámaras de infrarrojos, se detectan los patrones de calor en lo que se denominan termogramas del rostro. Sirven como identificación biométrica porque dichos patrones son diferentes en cada persona, no les afecta las iluminaciones o temperaturas del exterior y pueden detectarse incluso con oscuridad absoluta. Se diferencia del reconocimiento facial porque este se hace con luz visible.
Reconocimiento por la voz:
La voz es un flujo de aire que al atravesar la tráquea hace vibrar las cuerdas vocales. Según las características de estas y la morfología de las zonas que atraviesan las vibraciones, junto con otra serie de parámetros: tono, timbre, intensidad, estatura sexo y edad, hacen que la huella vocal−por su distinta frecuencia− sea una característica única de cada persona. Las técnicas y algoritmos que identifican una huella vocal individual− y la incorporan a un banco de datos− tienen en cuenta la forma y el tamaño del aparato vocal de la persona, así como otras características, léase: frecuencia, velocidad, entonación o acento. Permitirán verificar la identidad de la persona o identificarla por comparación con los bancos de datos.
Reconocimiento por el olor corporal:
Recientemente se ha descubierto la enzima bacteriana responsable del olor corporal. Cada persona tiene un patrón de olor corporal único y diferente por lo que puede usarse como técnica biométrica de identificación. No es algo nuevo, ya que hace más de cien años la policía entrena perros para rastrear personas por el olor. Aunque se sigue investigando sobre ello, ya existen sensores que detectan las partículas volátiles identificadoras de olor sin que la persona tenga que hacer nada. Es una técnica no invasiva y con altos rendimientos de efectividad.
Reconocimiento por la firma y firma en el aire:
En sentido estricto la firma es un texto de puño y letra con nombre y apellidos que identifica a una persona. La rúbrica es el dibujo o garabato que con el que se complementa. Es un sello personal que habitualmente sustituye al propio texto escrito. La firma manuscrita es un elemento biométrico que autentifica de manera legal a la persona. La realizada sobre papel ha evolucionado a la realizada sobre tarjetas digitalizadoras que registran una serie de parámetros−velocidad, inclinación, aceleración o presión ejercida− para compararlos con un banco de datos y confirmar la autenticidad. Actualmente se está utilizando− como técnica biométrica− la llamada firma en el aire, tridimensional, que recoge mayor cantidad de parámetros entre ellos la velocidad angular, la profundidad e incluso el tiempo invertido.
Reconocimiento por la forma de andar:
Cada persona tenemos una particular forma de caminar. Una tecnología − ya bastante utilizada en China para video vigilancia – se fundamenta en esta característica biométrica. Genera patrones de movimiento que identifican la marca única del individuo. Puede hacerlo de una manera discreta, a considerable distancia, sin identificar la cara y sin colaboración de la persona. Tiene campo de aplicación en la seguridad, ocio o medicina.
Reconocimiento por la forma de tecleo:
La técnica biométrica se basa en la forma de pulsar un teclado. La singularidad del movimiento de cada persona y su patrón específico puede ser indicativo de la autenticidad del usuario. Tiene en cuenta el ritmo, precisión, presión del golpe, duración, velocidad o frecuencia de errores.
Reconocimiento por el lecho ungueal:
El lecho ungueal es un área de la epidermis modificada constituyendo un tejido conectivo adherente sobre la que se desliza la uña al crecer. Tiene una serie de surcos, desde la matriz de la uña hasta el final del dedo, y por interferometría una técnica biométrica puede establecer patrones de identificación de personas.
Reconocimiento por el esmalte dental:
El esmalte dental es el tejido más duro del cuerpo humano−constituido por hidroxiapatita y proteinas− es traslúcido y carece de terminaciones nerviosas. Su estructura presenta unas bandas claras y oscuras alternadas, propias de cada individuo que pueden determinar biométricamente su identificación.
Reconocimiento por la huella de la lengua:
La lengua humana es un elemento único, diferente para todos los seres humanos. Tiene especificidad morfológica y textural, así como la distribución de los bultos o crestas. A través de imágenes en 3D, la huella de la lengua constituye una tecnología biométrica de autentificación.
Reconocimiento por movimiento labial:
Esta técnica biométrica establece una identificación, no solo por la voz sino por el movimiento de los labios. La técnica recopila un banco de datos, categorizando las características geométricas de la boca y labios al pronunciar unas palabras preestablecidas. Se miden: la elipse de la boca, el contorno, la altura y anchura de los labios, el color e incluso la visual dentaria y de lengua.
Como resumen, a la vista del catálogo de técnicas expuestas, no cabe duda que en la sociedad actual tan digitalizada −eliminando las utilizaciones de control malévolas de las mismas− se hace necesario proteger la identidad de las personas frente a los delitos de fraudes y robos de datos. El Instituto Nacional de Estadística (INE), recoge que los delitos de falsedad documental en el 2019 alcanzaron la cifra de 8.386 casos, con un aumento creciente cada año. En Europa, algunos datos confirman que la suplantación de identidad se ha convertido en el segundo tipo de fraude y el 30% de los ciudadanos europeos han sufrido en los últimos años robos de identidad.
Ciertamente, las características biométricas son más difíciles de transferir y suplantar que las contraseñas y otros métodos, aunque los expertos delincuentes son cada vez más capaces de duplicarlas. Por esta razón las técnicas biométricas están en constante avance, innovación y perfeccionamiento. Fundamentalmente, se está trabajando y desarrollando la biometría conductual, basada no en los rasgos físicos, sino en las pautas de comportamiento y las reacciones de las personas.