Biometría: un etiquetado de personas (I)

La norma ISO/IEC 2382-37 define la biometría−sinónimo de reconocimiento biométrico− como “el reconocimiento automático de individuos en función de sus características biológicas y de comportamiento”. En consecuencia, las tecnologías biométricas estarán relacionadas con las partes físicas del cuerpo humano o los rasgos de comportamiento de los seres humanos y con el reconocimiento de los individuos en base a una o ambas partes o rasgos. La característica biométrica perfecta para que sea aplicada por una tecnología debe cumplir: ser distintiva y diferente para cada persona; repetible o permanente en el tiempo; accesible fácilmente a un sensor; universal, es decir observable en todas las personas y aceptable por el sujeto.

El reconocimiento biométrico a través de las tecnologías se utiliza para realizar la verificación o confirmación de la identidad de un individuo que la reclama, por comparación con sus datos biométricos almacenados previamente en el sistema, o como método para identificar a un individuo, por contraste con una base de datos de individuos conocidos. En la actualidad, la biometría tiene innumerables aplicaciones en muchos campos: control de accesos físicos e informáticos, aeropuertos, pagos, manejo de móviles, aplicación de leyes, identificación de cadáveres, detección de delincuentes y criminales y otras muchas. En España, según Eurostat, el 20% de las compañías la utilizaron, en 2019, para identificación, ocupando el tercer lugar de la Unión Europea.

En sentido estricto la biometría se ha utilizado desde la antigüedad. Hace 6000 a. C. la civilizaciones asirias y babilónicas ya conocían el carácter único de las impresiones dactilares y autentificaban en arcilla los registros de las huellas dactilares. En el siglo XIV, en China los mercaderes distinguían los niños estampando con tinta sobre un papel, las huellas de las palmas de la mano y de los pies. En 1686 el italiano Marcello Malpighi, detectó por vez primera diferencias en los patrones de las huellas digitales y en 1823 el médico checo Jan Evangelista Purkine identificó la naturaleza única de las huellas digitales.

La identificación en el mundo occidental se reducía a la memoria fotográfica. En 1882 el policía francés Alphonse Bertillon aplicó una metodología−que se bautizó como “bertillonaje”−basada en la medición de dimensiones corporales e inclusión de cicatrices, tatuajes, marcas y características personales. Se trataba de una antropometría descriptiva, convirtiendo la biométrica en un campo de estudio y aplicación. Su método fue adoptado en Europa y EEUU, hasta que, en 1903, por un posible ingreso en prisión, dos personas−los gemelos Williams−presentaron los mismos valores de medidas. Con este hecho, el procedimiento sufrió un rechazo.

El antropólogo inglés Francis Galton, estudió los relieves dactilares y en 1892 publicó sus resultados que demostraban el carácter distintivo individual de las huellas dactilares y su invariabilidad. El antropólogo, nacionalizado argentino, Juan Vucetich mejoró el método de Galton y su aplicación empezó a generalizarse mundialmente sustituyendo al inexacto método de Bertillon.

La biometría como método de identificación comenzó a considerarse en diversas aplicaciones y su desarrollo no se ha detenido−continuando en la actualidad− dando lugar a muchas técnicas de utilización. No hace mucho escribí un artículo, publicado en El Faro, sobre una de estas tecnologías− el reconocimiento facial− por la actualidad y la controversia que su utilización había generado. Ya puntualizaba en el mismo, que son muchas las técnicas biométricas que se utilizan−quizá sorprenda su número− y se investigan en la actualidad, por lo que parece interesante reflejar algunas de ellas, aunque de forma necesariamente resumida.

Pueden diferenciarse, por una parte, las que registran los componentes fisiológicos o morfológicos, es decir aquellas que detectan las características físicas inalterables de los seres humanos. De otra parte, las que indagan en el comportamiento o conducta de los individuos. Entre las primeras se encuentra las huellas dactilares, características del iris o vasculares de la retina, la geometría de la mano y otras muchas. Entre las segundas, la firma, las pulsaciones del teclado, discurso, etc.

Reconocimiento por huellas dactilares:

Una de las técnicas más antiguas y de amplia utilización por ser fáciles de obtener, poco coste y aceptación generalizada. Se localizan en las yemas de los dedos de las manos y de los pies y las constituyen unas crestas papilares y unos valles o surcos interpapilares. La identificación se basa en la captura y comparación de las características de estos patrones incluyéndolas, primeramente, en una de las seis categorías definidas. Su fiabilidad se basa en que son unos rasgos individuales, únicos, permanentes e invariables.

Reconocimiento del iris:

El iris, es un diafragma pigmentado y circular del ojo, entre el cristalino y la transparente córnea, que lo hace visible y protegido del exterior. En cada ojo, es único – son diferentes, incluso en los de una misma persona−invariable en el tiempo y el ambiente. Posee alrededor de 266 puntos únicos, por lo que identifica indubitablemente a una persona

El pionero de esta tecnología fue en 1936 el oftalmólogo Frank Burch que propuso el usar los patrones del iris como método de reconocimiento individual, aunque no fue hasta 1987 cuando los también oftalmólogos Leonard Flom y Aran Safir, patentaron el concepto de Burch y John Daugman, desarrolló un algoritmo de reconocimiento de iris

Reconocimiento por retina:

La retina es una membrana fina y transparente que constituye la capa más interna del ojo y es el órgano sensorial.

Los oftalmólogos Carleton Simon y Isodore Goldstein, en septiembre de 1935, plantearon que los patrones vasculares de la retina son únicos en cada individuo y, en agosto de 1978, Robert Hill B patentó un aparato y un método para identificar individuos a través de sus patrones vasculares de la retina.

Reconocimiento de la geometría de la mano:

Se capturan por cámara óptica más de 90 medidas: ancho, alto, longitud de los dedos, distancia entre las juntas, formas de los nudillos, etc. y es un método rápido.

Reconocimiento venas de la mano:

Cada ser humano posee una única distribución geométrica, e invariable con el tiempo, de las venas de la mano. A través de una luz infrarroja pueden hacerse visibles en negro y sirve como identificación biométrica de una persona. Tiene incluso más fiabilidad que la huella dactilar y es rápida.

Reconocimiento por la oreja:

La oreja como instrumento de identificación biométrica tiene dos versiones. Una es su distintividad personal, única para cada individuo y su permanencia en el tiempo que permite la detección y medición de características como rigidez, elasticidad, tamaño, bordes y terminaciones. Otra es el análisis del otograma− huella o marca que deja la oreja sobre una superficie− similar a las huellas dactilares.

Reconocimiento por el ritmo cardiaco:

El ritmo cardiaco es una de las características única de las personas. No puede ocultarse y es incontrolable. Como elemento de identificación biométrica se está utilizando con diversos mecanismos y algoritmos. Concretamente, en EEUU el ejército posee un láser con vibrómetro que puede detectar a una persona por su latido e identificarla a más de 200 m de distancia y a través de la ropa.

Reconocimiento por el ADN:

El ADN es el ácido desoxirribonucleico, una compleja proteína en el núcleo de las células. Se dice que es el mapa genético y para cada persona es único y exclusivo. Permite por tanto la identificación individual, aunque su análisis requiere un proceso de laboratorio por lo que no es una técnica biométrica de identificación instantánea. Se utiliza en la medicina forense, en la judicial para identificación de parentescos y en ella y en la criminalística, para identificación de delincuentes y criminales