La pasada noche fue complicada para los agentes de la Guardia Civil destinados en el puerto, al verse implicados en una auténtica batalla campal con los inmigrantes, subsaharianos y magrebíes, que merodean por la zona. A los efectivos adscritos a la Compañía Fiscal tuvieron que sumarse otras patrullas de servicio para contener la agresión que estaban llevando a cabo. Una agresión que “se veía venir”, apuntaban los agentes, debido a la presión, cada vez mayor, que protagonizan los sin papeles que buscan, a toda costa, abandonar la ciudad.
Los agentes tuvieron que hacer uso de material antidisturbio para frenar la lluvia de piedras lanzada en el muelle de la Puntilla, cuando los inmigrantes que merodean por la zona querían esconderse en las bateas de los camiones para conseguir el embarque en alguno de los ferrys que cruza la línea a Algeciras. Ante el acoso protagonizado, los agentes de servicio tuvieron que repeler la agresión contando con apoyo de unidades que estaban de guardia en otros puntos de la ciudad, como es el caso de las patrullas rurales.
Este episodio de violencia es el reflejo de la constante presión que se registra en el puerto, debido al repunte en los intentos de entrada en los camiones y barcos que llevan a cabo los inmigrantes.
Unos intentos que se dan por separado: por un lado los que protagonizan los subsaharianos y por otro, los magrebíes, sobre todo argelinos. Se trata de dos grupos enfrentados entre sí, que ya han protagonizado tanganas y agresiones en la avenida portuaria al querer hacerse con la parcela de territorio. Primero llegaron los magrebíes, dominando el terreno y controlando los embarques. Luego llegaron los subsaharianos, comenzando la presión por hacerse con los huecos en los camiones y también con las plazas de aparcacoches para poder financiarse. La situación resultante de este combinado es la mayor presión en el puerto que al final repercute en los servicios de vigilancia que realizan los agentes. La auténtica batalla campal registrada en la Puntilla es reflejo del regreso de los “viejos tiempos”, como apuntaba un agente, debido a la mayor presión de inmigrantes que pululan por la zona de las escolleras, conviviendo con el desarrollo de las obras de ampliación del puerto.
Fuentes policiales estiman en un centenar la bolsa de inmigrantes que convierte el puerto en su lugar de tránsito, con ánimo de embarcar de manera clandestina. Los subsaharianos están censados en el CETI pero pasan la práctica totalidad del día entre las escolleras, buscando la forma de alcanzar las bateas. ‘El Faro’ fue testigo ayer de varios de estos intentos. Los magrebíes se apostan en la Puntilla, conviviendo mayores con adolescentes, enganchados al pegamento. Éstos duermen entre los callejones portuarios o lo intentan en la zona de las escolleras, de donde son desalojados por las patrullas de la Benemérita que llevan a cabo, de forma aleatoria, batidas en el lugar. Ayer mismo, intentaban el desalojo, a la carrera, del entorno del embarque.
“Intentamos dejar el CETI, es una cárcel”
Mirando a través de la endeble valla que separa las obras de ampliación del puerto de las bateas de los camiones listos para el embarque, se encuentran varios subsaharianos. Buscan pasar desapercibidos y también conseguir el pase. Algunos compañeros, aseguran en su conversación con este medio, lo han conseguido ya. Y ahora les toca a ellos. “Intentamos dejar el CETI, es una cárcel”, señala uno de los francófonos, llegados, hace escasamente un par de meses, hasta Ceuta.
Lo hizo engañado por unas mafias que les aseguran un traslado fácil a la península. No es así. El efecto llamada que provocó la dispensa de las tarjetas amarillas todavía colea y consigue atraer hasta la ciudad a inmigrantes que piensan que en breve marcharán a la península. Cuando llegan al CETI, el panorama es bien distinto.
“Cuando llegué me encontré con compañeros que llevaban tres años. Yo no quiero estar aquí todo este tiempo, qué va a pasar conmigo...”, se lamenta uno de los subsaharianos. Es por ello que tanto él como otros compatriotas buscan cada mañana este pase alternativo. Se levantan, salen del CETI -en donde duermen- y emprenden el trayecto hasta el puerto. Y allí esperan pasar los camiones, cargar las bateas y conseguir que el guardia de turno no se percate de su intento de pase.
Algunos de sus compañeros lo han conseguido. Los que no, regresan al campamento para dormir. Y así, día tras día. El objetivo es común: marchar del campamento, “su Guantánamo”, “su falta de libertad”, como dicen.
De los magrebíes cuentan poco, o nada. Aseguran que nada tienen que ver con ellos, que no se relacionan. Y eso, a ojos de cualquiera, es cierto, ya que los intentos de embarque se hacen también por nacionalidades. Entre ellos hay enfrentamientos, intentos de coacción, presiones y amenazas que terminan en enfrentamientos y reyertas, a las que ya está habituada la Benemérita.
Presencia de menores en las escolleras controlados por adultos
La presencia de menores magrebíes en el entorno portuario está a la orden del día y también los contactos que mantienen con adultos que son los encargados de manipularles y, también, controlarles. Estos chicos participaron también en el lanzamiento de piedras contra la Guardia Civil provocado la pasada noche y, según los comerciantes, están detrás de algunos de los robos que se han registrado en el lugar. Y eso no es algo accidental sino buscado. El hecho de que los robos los lleven a cabo los menores es la coartada perfecta para una población delincuencial de adultos que, en algunas ocasiones, no busca, con su estancia en el puerto, sólo el embarque, sino, más bien, hacerse con objetos que después revenden, dando forma a una vena delincuencial que es denunciada por los empresarios de la zona. En las escolleras y vallas de seguridad distribuidas y reforzadas para separar se han detectado varios sabotajes como agujeros y rotura de tuberías para facilitar la escapada de un lado a otro.