Plazoletas, casas bajas, bloques de pisos, viviendas militares y un buen puñado de calles resguardadas tras las históricas Murallas Meriníes dan forma al popular barrio del Mixto.
Una barriada de pescadores llegados desde otros puntos de la ciudad para dar forma a una vecindad que fue creciendo y cambiando hasta convertirse en uno de los barrios más grandes de Ceuta, donde conviven gente de todas las culturas en total cordialidad desde hace décadas.
“El Mixto es un barrio donde cristianos y musulmanes conviven en armonía desde hace muchísimos años. Aquí todos nos conocemos y somos amigos. Si alguien necesita ayuda, se le presta. Así somos en esta barriada; todos a una; sin diferencias ni de raza ni de color”, explica Francisco Ayora, presidente de la Asociación de Vecinos San Pedro.
Una asociación que, como la mayoría de las existentes en Ceuta, se encuentra un poco inactiva a causa de una pandemia que ya pesa sobre las espaldas de todos y que ha pasado factura a este tipo de entidades.
Desde la explanada del local social del barrio, Ayora recuerda todas las actividades, fiestas e iniciativas hechas tiempo atrás, deseando que pronto pueda volver la normalidad: “Hemos organizado tantas cosas: verbenas, carnavales, actos de Semana Santa…, llevábamos a cabo propuestas tanto para pequeños como para mayores. Desde caños de espuma, hasta un toro mecánico ha habido en el Mixto; lo hemos pasado en grande en este barrio. A ver si este verano, para las fiestas, podemos ya retomar la vida en la asociación y organizar de nuevo la famosa Escala en Hifi, donde venía gente de toda Ceuta a ver a los niños cantar”, comenta Ayora quien incide en el espíritu carnavalero del vecindario.
Unos vecinos que hablan del Mixto como un lugar tranquilo, donde se vive bien. Explican que, como en todas partes, a veces pasan cosas pero de manera puntual. En el día a día, la tranquilidad es la protagonista de este barrio ceutí. “Es como en cualquier lado, que de vez cuando hay algún altercado, pero es un barrio seguro, donde todos se conocen y se cuidan”, señala Ayora.
Un barrio donde sus gentes, las de siempre, se muestran orgullosas de pertenecer a él: “Yo soy de Pedro La Mata de toda la vida y no puedo estar más contenta de serlo. Me lo he pasado muy bien en estas calles, en carnavales nos hemos disfrazado, hemos salido, nos hemos divertido…, tengo muy buenos recuerdos”, indica Eva Poyato.
Un sentimiento que comparte Francisco Alcaide, un vecino que llegó al Mixto con solo once meses de vida para no marcharse jamás: “La vida entera me la he pasado en este barrio. Aquí tengo a mis amigos, a mi gente. Cuando no trabajo, me gusta bajar a la calle y tomarme un botellín de cerveza mientras hablo con los vecinos, comprar el pan y echar el rato entre buena gente. Cosas sencillas”, relata.
El corazón de esta barriada es su mercado, en otros tiempos conocido en toda la ciudad por ser uno de los mejores lugares a los que acudir para llenar la cesta de la compra. Según recuerdan sus vecinos con tristeza, la plaza de abastos del Mixto tenía prácticamente de todo, hasta una tienda de costura a la que acudir para remendar la ropa o hacerse un vestido. Ahora, la mayoría de los locales están cerrados, quedando algunas tiendas en la parte exterior, donde los habituales siguen acudiendo no solo a comprar, sino también a convivir, comentar e informarse del día a día del vecindario.
“Es una pena lo del mercado. Había de todo: pescaderías, jugueterías, carnicerías, fruterías…, era impresionante. El Mixto siempre ha sido un referente donde la gente ha venido a comprar por la variedad que ofrecía. Yo tenía un puesto dentro, pero tuve que cerrar porque no entraba ni el aire. Ahora, trabajo en la tienda que mi hijo abrió en la parte exterior vendiendo golosinas”, cuenta Francisca Pérez.
Beli Camúñez lleva toda su vida en el Mixto, donde regenta una panadería y es feliz: “Llevo 53 años en este barrio y no me iría de aquí por nada en el mundo, porque es el mejor sitio de Ceuta. El día a día es sencillo y la gente es buena. Durante el confinamiento, nos ayudamos mucho entre los vecinos. A las personas mayores, por ejemplo, les llevábamos la compra para que no tuvieran que salir, porque en eso consiste una buena vecindad; en apoyarse”, argumenta Camúñez, quien no duda en incidir en la necesidad de que vuelvan las fiestas para dar alegría a la barriada.
Un barrio que cala entre sus habitantes tanto como para retornar a él después de media vida fuera: “Tuve que marcharme a trabajar a Holanda con 22 años y dejar el Mixto, porque, en aquellos tiempos, no había nada aquí, pero he vuelto a los 65 años y aquí me voy a quedar”, explica Antonio Sánchez.
Una vecindad donde el que llega se queda, como María del Carmen Benito, una pamplonica que se mudó con su marido hace más de cuarenta años a vivir al Mixto una temporada y ya nunca lo abandonó: “Me gusta tanto la vida aquí, que, aunque salieron plazas para cambiar de destino, yo no quise ni oír hablar del tema. Me encanta bajar a tomarme un zumo y hablar con mis vecinas un buen rato; es un buen lugar para vivir por eso nadie se marcha una vez que lo conoce”, concluye.
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