Restaurar un monumento es complicado. No solo se trata de preservar las piezas de valor y recuperar aquello que se encuentre en el subsuelo, también hay una labor importante de interpretación y divulgación del conocimiento. ¿Cómo reconstruimos lo que ya no está? ¿Cómo creamos una explicación lógica que pueda entender cualquier persona que lo visite? Todo se complica aún más si el sitio no ha gozado de un entorno limpio y cuidado. Por ello, el arqueólogo municipal, Fernando Villada, dice sentirse “muy orgulloso de esta intervención”. “Esto era un sitio infesto e inmundo”.
Villada ha realizado este domingo una visita guiada por los Baños Árabes de la Plaza de la Paz, en el marco de las jornadas nacionales de Arqueología promovidas por el Ministerio de Cultura de Francia y a las que se ha sumado este año la Consejería de Educación y Cultura. Una veintena de visitantes se han sumado a este recorrido por este hammam ceutí, que hasta la fecha había permanecido cerrado al público “desde hace meses” y con una falta de mantenimiento evidente.
El arqueólogo ha comenzado la visita detallando cómo se encontraron estos baños en los años 70: con las demoliciones de unos edificios en Marina Española se encontraron una serie de bóvedas sin comprender muy bien cómo estaba estructurado el hallazgo. Por entonces, se decide conservar pero sin hacer nada con ello, sirviendo como una especie de almacén para aperos de jardinería en los que crecía mucha vegetación.
Para facilitar la comprensión a todos los públicos –con una asistencia infantil importante-, Villada ha explicado cómo se organizaba la plaza cuando los baños estaban en pleno funcionamiento entre los siglos XI y XIV. La actual plaza de la Paz servía como una especie de mercadillo de productos de baño; las letrinas y uno de los aljibes se encontraban junto a la puerta del baño; un pequeño vestíbulo hacía las funciones de vestuario y a partir de aquí comenzaba las termas árabes con la sala fría, seguida de la templada y la caliente, bajo la que se encontraba unas diminutas galerías que conducían el calor del horno.
No se conserva ni conoce cómo era la instalación al completo, ha explicado el arqueólogo, ya que las numerosas reformas por falta de espacio cambiaron la estructura de estas termas. Además, el pequeño tamaño de algunas galerías y entradas hacen interpretar que eran niños los responsables de algunas tareas de mantenimiento y funcionamiento de los baños. Como curiosidades, ha detallado que a financiación provenía de fundaciones y legados estamentales de la época: los beneficios de algunos comercios servían para cubrir algunos costes.
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