Mohamed Kamal tiene 60 años, creció a las faldas de su abuela en la barriada de Hadú después de que sus padres se separaran. Es, como suele decirse, hijo de Ceuta. Lo es, pero con una diferencia. No tiene derecho a la sanidad pública, carece de una mínima cobertura de protección y vive gracias al apoyo de amigos y entidades humanitarias.
Su expediente para la obtención de la residencia lleva tiempo parado en la Oficina de Extranjería porque tiene que aportar un documento que debe pedir en Marruecos. ¿Cuál es el problema? Si sale, si cruza esa frontera, ya no vuelve a entrar.
60 años, toda su vida en Ceuta, con pasaporte marroquí caducado y condenado a vivir atrapado en un limbo de difícil salida, pero no imposible. Si las administraciones quieren, si existe voluntad política, se podría solucionar cada uno de los casos de hombres y mujeres víctimas de la dictadura del visado, hombres y mujeres que no pueden renovar el pasaporte en Marruecos, hombres y mujeres que han vivido siempre en Ceuta hasta transformarse en ese eslabón roto de una cadena que se rompió cuando la pandemia obligó a cerrar la frontera y se impusieron nuevas normas.
El abuelo de la madre de Mohamed era comandante de Infantería. Su abuelo era sargento de Regulares, uno más de los tantos a los que ahora se alude en los discursos para rememorar la historia y la lucha de aquellas Fuerzas Indígenas. Su madre era española, su padre marroquí. Nunca arreglaron sus documentos y aquella situación perduró en el tiempo hasta este estado imposible de entender.
Como este hombre de mirada triste que vive angustiado por un bloqueo burocrático hay decenas y decenas de personas más. El presidente de la asociación de vecinos del Príncipe Alfonso, Abdelkamil Mohamed ‘Kamal’, y el vicepresidente de esta entidad, Dris Bélgica, conocen los cuantiosos dramas encarnados en hombres y mujeres. Escuchan su desesperación, intentan ayudarles, pero sobre todo darles consuelo.
Driss El Ouhabai, conocido por los vídeos que cuelga en youtube sobre todo asociados a problemas fronterizos y humanitarios, cifra en “unas 200” las personas que, en Ceuta, se encuentran en esta situación. No son españolas, tienen su pasaporte marroquí caducado y no pueden ni solucionar los trámites en el consulado de Algeciras al no tener un pase para ello, ni tampoco volver a Marruecos porque, al carecer de visado, ya no podrían regresar a la ciudad.
Están atrapados en un callejón burocrático sin salida. En el país vecino unas 500 personas que antaño trabajaban en Ceuta tampoco pueden cruzar ni ser contratados después de que las autoridades marroquíes se negaran a dispensar más visados. Esto ha derivado ya en situaciones trágicas este 2024 como la muerte de Abdelhanin, vecino de Castillejos ahogado frente a Santa Catalina que cruzó a la ciudad para trabajar de pintor hallando en esta vía irregular la única forma de sortear la frontera. O la de Ismail, albañil que murió nada más alcanzar el Sarchal.
¿Quiénes son culpables de estas muertes? Sería una temeridad poner nombre y apellido a la causa, pero sí cabe hablar de condicionantes claros. Ni España ni Marruecos quieren resolver el problema humanitario que representan estas cientos de personas que quedaron atrapadas en este particular limbo. Ellos no quieren fugarse a la Península, tampoco han pedido asilo. Solo quieren poder trabajar y regularizar su situación, que se escuchen sus historias, sus problemas, su bloqueo. Que las autoridades les pongan rostro.
Por eso se han reunido con El Faro, para que la delegada del Gobierno, Cristina Pérez, sepa que existen. Sepa que no pueden renovar sus documentos porque la propia administración los ha condenado a ser invisibles.
Driss El Ouhabai apunta que se han enviado cartas al Ministerio del Interior marroquí y al Palacio real para que sepan, por la parte que les corresponde, lo que está ocurriendo. La asociación de vecinos del Príncipe, ese tándem formado por ‘Kamal’ y Dris, conoce cada caso y piden a Delegación que interceda por quienes no pueden renovar sus documentos.
“No pueden hacer ninguna gestión”, explica ‘Kamal’. Y eso significa no tener cobertura médica, no poder formalizar sus expedientes y documentos… Pero también ser estafados.
La UCRIF de la Policía Nacional ya ha destapado en varias operaciones la existencia de grupos dedicados a engañar a los que todo creen. Les dicen, vistiéndose de falsas gestorías, que les pueden arreglar sus documentos, que les pueden ayudar a renovar su pasaporte… Todo ello previo pago de buenas sumas de dinero, todos los ahorros conseguidos por quienes están desesperados. Después ha llegado la nada, la estafa, el saber que no tienen ni ahorros ni sus papeles arreglados y que la vida sigue siendo igual de oscura, con los mismos tormentos y presiones.
A Tamou se le escapa una sonrisa mientras cuenta su historia. Está agradecida porque alguien le escucha. Tiene 70 años y lleva viviendo en el Príncipe toda su vida. La conocen y en la asociación la escuchan.
Su marido murió, después cerró la frontera, en ese periodo caducó su pasaporte marroquí y ahora se queda atrapada en ese particular espacio invisible sin salida. Su arraigo está más que demostrado, toda su vida la ha pasado en Ceuta, siempre ha vivido en el barrio, pero su situación nunca fue regularizada a pesar de que su marido era caballa.
Mustafa, con sus pobladas barbas blancas y sus ojos emocionados, nació aquí. Siempre tuvo la famosa tarjeta estadística hasta que la perdió en Marruecos. Todos sus hermanos tienen la nacionalidad española menos él. Pasó mucho tiempo viviendo con su mujer y tres hijos en el vecino país y, por aquel entonces, este hijo de Regular no arregló su situación.
Hoy muestra su partida de nacimiento, la que marcó el inicio de vida en Ceuta. Con su pasaporte caducado no puede marchar a Marruecos y aquí se queda sin la posibilidad de regularizar una historia que quedó coja por culpa de la frontera.
Amina, de 57 años, ve a sus hijos a través del teléfono móvil. Lleva cinco años sin poder besarlos, abrazarlos, sentirlos. Y eso es lo peor para una madre. La pandemia rompió todo aquello abriendo una herida sin solución.
Toda su vida ha trabajado en casas de Ceuta para poder mantener a sus hijos. Tiene posibilidades de un contrato, ¿pero cómo? Si vuelve a Marruecos a renovar su pasaporte sabe que no podrá volver a entrar y que ya no podrá sacar adelante a su familia. El visado para Ceuta está vetado, no se pueden hacer nuevas contrataciones y, de hecho, las que existen permanecen siempre con una espada de Damocles amenazante encima de sus cabezas.
Buchra, de solo 32 años, quiere ver a su familia, pero sabe que si cruza esa frontera ya no entrará más. Con su pasaporte caducado lleva 5 años atrapada, bloqueada. Su familia vive en Castillejos, los tiene cerca y a su vez lejos. Desde Ceuta se puede ver el otro lado, se divisan las casas alejadas de esa frontera que ahora aspira a ser inteligente, pero que se ha convertido en un auténtico bloqueo para cientos de familias.
De Tetuán es Abdelilah, lleva más de 25 años trabajando en Ceuta. Con 4 hijos, de entre 25 y 15 años, tiene que aprender a vivir colgado de un teléfono para saber de ellos. Sin opción a contrato, ni pasaporte en regla, este oficial formado en cuantiosas obras, vive en el Príncipe con la confianza de que alguna vez alguien ponga fin a una situación difícil de entender.
Si hay voluntad política se puede dar solución a quienes aquí viven, a quienes no es que lleven unos meses o pocos años recorriendo nuestras calles, sino que lo llevan haciendo toda una vida. Están aquí, tienen sus dramas y sus necesidades. Mirar a otro lado a sabiendas de lo que sucede es, quizá, la forma no solo más cobarde sino también indecente de no asumir las consecuencias.
Estos hombres y mujeres trabajan en Ceuta, han prestado servicio en casas, han cooperado en labores de pintura, en obras, en limpieza… Han ayudado a criar a niños. Ahora están atrapados, enredados en una tela invisible. Como lo está Souad, de 53 años, a la que la asociación ayuda en lo que puede. Esta mujer menuda, de voz suave, no puede regularizar su situación. Su pasaporte caducado es, como en las demás historias, su propia condena.
Mohamed nació en Ceuta. Sus padres se separaron siendo un niño y su abuela se encargó de criarlo en la barriada de Hadú. Tiene su pasaporte caducado y le hace falta un documento para poder culminar con un expediente de residencia que está bloqueado en la Oficina de Extranjería.
Es como si no fuera ni de aquí ni de allá. Este nieto de un sargento de Regulares, hijo de padre marroquí y madre española, vive en casa de un amigo en el centro. La oenegé Enfermos Sin Fronteras le ayuda con la medicación porque no tiene cobertura sanitaria.
Enfermo, sale adelante gracias a apoyos de gente buena, atrapado en un callejón sin salida marcado por una clara falta de humanidad. Mohamed es de Ceuta, su pasaporte caducado es lo único que le señala como marroquí, pero toda su vida ha permanecido en esta tierra donde tiene su arraigo y sus amigos.
Tamou lleva toda su vida residiendo en la barriada del Príncipe. Aquí hizo sus amistades. Se casó con un ceutí, enviudó y cuando cerró la frontera no pudo cruzar a Marruecos para renovar su pasaporte. Casada por el rito coránico, ella tenía su padrón, su cobertura sanitaria, hasta la muerte de su esposo.
Ahora se ha quedado en el limbo, lleva 28 años residiendo en un barrio al que está hecha. Sin su pasaporte no puede regularizar su situación. Su arraigo está más que demostrado, pero no tiene pasaporte. ¿Ir a Algeciras a arreglar los documentos? Eso le dicen, pero ¿cómo? Le haría falta un pase para cruzar y no se lo dan. Si vuelve a Marruecos sabe que no regresará a su barrio.
Mustafa nació en Ceuta, tenía su tarjeta estadística que perdió en Marruecos. En el país vecino se casó y permaneció durante muchos años con su primera mujer. Con la segunda, con la que tuvo 3 hijos, volvió a Ceuta.
Su caso es especial, todos sus hermanos tienen la nacionalidad menos él y no puede iniciar ningún trámite sin su pasaporte en regla. Muestra su partida de nacimiento de Ceuta. No puede ver a su familia, está atrapado.
Lleva 5 años sin ver a sus hijos, siempre ha trabajado en casas de Ceuta e incluso tiene posibilidades de que le hagan un contrato, pero su pasaporte está caducado. Su vida está marcada por la depresión de una madre alejada de sus hijos que no ve una salida a una situación de auténtico bloqueo. Es como si a nadie la importara su situación, su vida. Solo quiere trabajar.
Abdelilah vive en la barriada del Príncipe, lleva más de 25 años aquí, trabajando en cuantiosas obras. Su pasaporte marroquí está caducado y renovarlo supone volver al vecino país para no regresar más a Ceuta. Con 4 hijos, este tetuaní es oficial y ha participado en cuantiosas obras en nuestra ciudad.
No tiene su documentación en regla por lo que tampoco le pueden hacer un contrato. La situación está bloqueada en su caso, como en el de los demás protagonistas de este reportaje. Su vida la ha hecho en Ceuta.
Lleva todos estos años atrapada en Ceuta, al igual que todos los demás casos con el pasaporte caducado. Sus ojos desvelan el pesar de una joven que no puede ver a su familia a pesar de tenerlos cerca, en la vecina Castillejos.
Tan cerca, pero a su vez tan lejos. La frontera impidió cualquier movimiento con la pandemia, ahora se lo impiden los papeles. ¿Cómo volver para renovar su pasaporte si luego no le dejarán entrar? Quiere ver a su familia, pero no puede. No tiene contrato, no puede resolver una situación que pesa como una losa.
Souad tiene 53 años y en el local de la asociación de vecinos del Príncipe encuentra el cariño y respaldo de sus componentes. También se encuentra atrapada en esta extraña situación de no poder iniciar trámite alguno para regular su estado ya que, con el pasaporte caducado, no puede avanzar en ningún sentido.
Vive en el barrio y la asociación le ayuda en todo lo que puede. Son cientos los casos como el de Souad, todos son conocidos por esta entidad vecinal que sufre con cada historia como si fuera suya.
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