Antonio Javier González Rueda. El pueblo y yo. Un ensayo personal y visual sobre la España rural de 1981 vista desde la antípoda
Torredonjimeno, Madara Editorial, 2020
La explícita convicción de que la tarea investigadora no sólo nace de la vida sino que, además, ha de servir para iluminarla es la clave que, a mi juicio, explica el sentido -los diversos sentidos- de este libro, ameno, incisivos y actual, en el que el autor, Antonio Javier González Rueda -Licenciado en Biblioteconomía, en Historia Contemporánea, Doctor en Arte y Humanidades, investigador científico, agudo crítico y escritor dotado de una exquisita sensibilidad- enfoca desde diferentes perspectivas convergentes un episodio interesante que pone de manifiesto su irrenunciable sentido humanista y su controlado entusiasmo creativo.
El pueblo y yo es una obra antológica en el doble significado de esta palabra: en primer lugar, porque reúne una serie variada de análisis críticos y de creaciones artísticas, y en segundo lugar por sus elevados valores literarios e históricos. Aunque el autor lo subtitula como “un ensayo personal y visual”, su lectura atenta nos muestra que, además del resultado de un minucioso proceso de búsqueda científica en archivos, bibliotecas y hemerotecas, es un riguroso reportaje periodístico apoyado en interesantes entrevistas. Importantes a mi juicio son sus aportaciones historiográficas a partir de la búsqueda y del examen de documentos inéditos y gracias también a las indagaciones sociológicas en las que identifica las claves de una peculiar manera de sentir y de vivir la vida de una población que, a pesar de sus escasas dimensiones y de su lejanía geográfica, sirve de referencia de un modelo de convivencia peculiar determinado por claves antropológicas.
En mi opinión no posee menor valor la fórmula autobiográfica que el escoge para relatar, de manera amena y apasionante, con un lenguaje literario preciso y expresivo, el interesante proceso de búsqueda de unos episodios sorprendentes y aleccionadores.
El punto de partida es un documental rodado en 1981 por dos directores australianos -John Tristam y James Wilson- en una localidad serrana del sur de España sobre la vida rural, y estrenado en Sydney en 1983, titulado El Pueblo. Fue utilizado como ilustración pedagógica para explicar el modelo de vida rural de un lugar situado en las antípodas de Australia. En 2019 se estrenó en España, en el pueblo en el que se había rodado.
La lucidez con la que el autor trata de comprender la realidad, la minuciosidad con la que analiza los detalles y, sobre todo, el rigor con el que enfoca las cuestiones más importantes aplicando unos principios, unos criterios y unas pautas extraídos de las Ciencias Humanas, de la Filosofía de “lo real y de lo cotidiano”, orientan y fundamentan el tratamiento de unos asuntos que constituyen los temas preferidos de sus reflexiones y de sus análisis. En mi opinión, esta obra -capaz de seguir manando significaciones para nuestros tiempos actuales y, quizás, para generaciones venideras- posee una permanente validez para que conozcamos una manera peculiar de interpretar, de edificar y de regir la realidad conforme al pensamiento, a la emoción y a la sensibilidad social. El rigor, la claridad y la belleza de este libro tan cuidadosamente editado con sus 167 imágenes a todo color, no sólo es un regalo para los sentidos y para la imaginación, sino que, además, es una valiosa herramienta que nos proporciona pautas originales para intervenir en la búsqueda de informaciones históricas, para repensar los procedimientos pedagógicos y para aplicar criterios seguros con el fin de mantener una triple fidelidad a los episodios ocurridos, a la situación actual y a los leguajes científico, pedagógico y literario. Una de las conclusiones a las que llega el autor se refleja en la siguiente confesión: “Por mi cabeza nunca había pasado algo que detectaron bien los australianos, nuestros pueblos son pueblos y permanecen -los que han conseguido frenar este fenómeno globalizador de las marcas- siendo pueblos por la combinación de un paisaje urbano homogéneo y tradicional con la ausencia de elementos publicitarios”.
La Historia -igual que la Química, la Literatura, la Física, la Estética, la Biología, la Economía o las demás Ciencias y Letras- valen sólo para mejorar el presente y el futuro: una obviedad muy olvidada en nuestros comportamientos.
"Capaz de seguir manando significaciones para nuestros tiempos actuales y, quizás, para generaciones venideras". Esos son los mejores libros históricos.