Las ocho en punto. Ese era el único momento del día en el que en tiempos difíciles y de confinamiento estricto salíamos a nuestros balcones y ventanas. Un aplauso que rompía el silencio de una Ceuta vacía y paralizada por el coronavirus. Un fenómeno sociológico que comenzó para reconocer el trabajo de los que estaban en primera línea de batalla, pero que tiene una explicación psicológica pues esos aplausos expresaban también la unidad de un país en contra de un mismo enemigo: el COVID-19.
Un minuto que nos recordaba que formamos parte de un grupo. “Surge sobre todo por la necesidad que tenemos de pertenecer a un grupo. A lo largo de nuestra vida formamos parte de diferentes grupos. Y justo en un momento en el que más apoyo necesitamos como es cuando empezó el confinamiento, el hecho de tener que salir al balcón todas las tardes y sacar una bandera nos hace pertenecer al grupo de ciudadanos de una ciudad”, explica la psicóloga Blanca Bueno Murillo.
Además, esta ineludible cita sirvió para dar sentido a nuestra vida en un periodo en que nos hacían quedarnos en casa. “El tener esa obligación y esa rutina da ese sentido a la vida e, incluso para muchas personas, el único momento en el que se relacionaban con otros era a las ocho de la tarde”, continuó.
Una expresión colectiva que era mucho más que eso y a la que todos nos agarrábamos como a un clavo ardiendo. Era la cita más importante del día. Un movimiento social sin precedentes que se fue consolidando y llegaron otros símbolos para expresar que todo iba a ir bien. Muchos pequeños colocaron también en sus balcones dibujos con el arcoíris y mensajes de agradecimiento y de ánimo para los trabajadores que estaban dando la cara por todos.
“Necesitábamos saber que esto iba a llegar a su fin y que el virus en algún momento se acabará y que todo volverá a la normalidad. El arcoíris simbolizaba que al final siempre sale el sol después de una tormenta y que esto era algo pasajero y daba esperanza”, relató la psicóloga.
También era nuestro momento de ocio durante el confinamiento. Muchos salían a sus balcones para celebrar que quedaba un día menos y charlar con los vecinos o bailar. Protección Civil animaba a los más pequeños en el día de su cumpleaños. Incluso, los vecinos salían a cantarle. Fueron balcones que se convirtieron en toda una fiesta.
El aplauso y todo el movimiento que se generó se fue apagando poco a poco con la desescalada. No es que la gente se haya cansado de aplaudir. Solo es que prefiere salir de casa y hacer cosas que les devuelvan a la cotidianidad. Ambas son compatibles, porque se puede aplaudir a las ocho y salir a la calle a las ocho y cinco o incluso se puede pasear y aplaudir al mismo tiempo, pero la realidad, guste o no, es distinta.
“Hubo mucha gente que ya estaba desesperanzada viendo que aunque los casos iban a menos esto seguía y también por el hartazgo con respecto a la situación política. La gente poco a poco fue diciendo no me apetece y como reivindicación, cuando en realidad surgió como apoyo a los sanitarios y no tenía nada que ver con la política. Y claro cuando empezó la desescalada con más razón desapareció por la necesidad que tenemos todos de volver a la normalidad”, explicó Blanca Bueno Murillo.
Quizás el progresivo pero imparable final del aplauso sea una señal lógica y positiva. Aunque también las primeras caceroladas contra el rey en un principio y contra el gobierno que le siguieron hicieron que se politizara y desvirtuara.
En total han sido 98 días de estado de alarma en España por una pandemia que ya ha causado más de 28.000 fallecidos y 250.000 contagiados en todo el país y 218 contagiados y 4 fallecidos en nuestra ciudad. Tres meses en los que se han dado multitud de estampas y símbolos que pasarán a la historia y que permanecerán en el recuerdo de todos acompañados de la melodía de la pandemia, ‘Resistiré’.