7 de abril de 2022. Hace justo dos años, España y Marruecos presentaban públicamente una nueva etapa de relaciones fructíferas que se recogió en una hoja de ruta resumida en 16 puntos.
Algunos de ellos afectaban directamente a Ceuta, que atendió la famosa cumbre entre Pedro Sánchez y Mohamed VI como una cuestión determinante para muchos de sus intereses.
Se escribió mucho de todo aquello. En tres meses, nos contaron, había que nombrar a los integrantes del comité que se encargaría de “poner en práctica” la nueva “hoja de ruta” entre los dos países.
“Con espíritu de confianza, a través de la concertación y sin recurrir a actos unilaterales o hechos consumados” dijeron que abordarían la “plena normalización de la circulación de personas y de mercancías”, restableciéndose y normalizándose el paso por el Tarajal “de manera ordenada, incluyendo los dispositivos apropiados de control aduanero y de personas a nivel terrestre y marítimo”.
Dos años después quedan demasiadas aristas por limar.
La frontera sigue enfrascada en planes y proyectos, de la aduana comercial nada se sabe (al menos nuevo) y las relaciones políticamente buenas se quiebran siempre por el lado más débil. No llega a existir un plante, pero sí pequeños roces como los vistos hace semanas cuando Marruecos se negó a aceptar devoluciones de sus propios nacionales ejemplificando así su enfado.
La cooperación en el ámbito de la migración, contaban en esa hoja de ruta, “se relanzará y reforzará” con el objetivo de presentarla al mundo como “ejemplar en beneficio de un enfoque global y equilibrado del fenómeno”.
Los hechos han sido algo distintos al menos en lo relativo a las entradas por mar realizadas a través del paso de Beliones con Benzú en las que se ha evidenciado la falta de vigilancia.
Dos años después de todo aquello, de los anuncios y las visitas, poco ha cambiado.
Nada se sabe de la reapertura de la aduana de Melilla y de la nueva en Ceuta, a pesar de la escenificación de las pruebas de tránsito de mercancías.
Este asunto sigue sin concretarse y ni Madrid ni Rabat han dado detalles de en qué punto están las conversaciones.
Se ha escrito mucho más de lo cumplido y se sigue hablando en torno a los mismos problemas. ¿Es esa relación la esperada?
Marruecos y España viven un nivel de relaciones políticas mejor que el estilado con otros gobiernos, pero no es el que ‘vendieron’ que se alcanzaría.
Esto ha generado interpretaciones negativas entre la clase política y empresarial que aplaudió lo anunciado.
El Gobierno local, que siempre enarbola la bandera de la lealtad institucional, se mostró de acuerdo a las líneas anunciadas por Pedro Sánchez, considerando que a Ceuta le iba a venir bien esos logros de ejecución rápida anunciados.
Pero pasan los años y la Ciudad tiene que hacer frente a una situación para nada esperada al no haberse desarrollado esa aduana comercial y tener que contemplar cómo las voces empresariales se tornan críticas porque no se ha normalizado una línea de tránsito como la que se anunció.
El engendro de la frontera es difícil de entender. La entrada de mercancía está sometida a un régimen colocado en el punto de mira que ha levantado ampollas entre partidos políticos críticos y asociaciones. Su visión está bien alejada de la compartida en su día.
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