Hoy al escribir me siento apenado y triste. Y, afectado como estoy por la fatídica e inesperada noticia del fallecimiento de uno de mis mejores amigos, y también admirador de Ceuta, Ángel Valadés Gómez, pues lamento hacerles partícipes, de alguna forma, de mi aflictivo dolor. Me lo acaba de comunicar por teléfono su apenada esposa Manuela, también muy amiga de la mía. Anoche se acostó viéndolo normal, si acaso algo cansado, y esta mañana a primera hora (escribo el día 20 de julio por la tarde), se ha encontrado con la tremenda sorpresa de encontrarse con tan luctuosa realidad. Y a un amigo tan y sincero y fiel como él era conmigo, es obligado por mi parte rendirle la misma admiración y lealtad que él me tenía. La pena es que tenga que ser este el último homenaje que pueda dedicarle.
Mi amistad con Ángel Valadés se remonta hacia el año 1990, cuando se creó en Mirandilla, mi pueblo, el Memorial a Juan Gómez, “Juanito”, en recuerdo a aquel célebre jugador del Real Madrid, de legendaria leyenda madridista, nacido en Fuengirola, que se daba las carreras más veloces disputando el balón a los contrarios. “Juanito” fue después entrenador del Mérida Club Deportivo, y en una visita que realizó a Mirandilla quedó tan prendado de mi pueblo y de su gente que, agradecido, prometió crear allí un torneo de toques de balón. Pero, lamentablemente, su ilusionada idea se vio luego truncada por el triste fallecimiento de “Juanito” en un accidente de tráfico sufrido cuando viajaba de Madrid a Mérida.
Entonces, mi amigo Ángel Valadés, encargado de presentar y radiar cada año el torneo, micrófono en ristre desde las 09,00 hasta las 20,00 horas ; el entonces Alcalde de Mirandilla, Eladio Mogollón Cuello de Oro; Miguel Donoso Valiente, un mirandillés que es tricampeón del mundo en 100 kilómetros campo a través; el cura del pueblo, Manuel Lagar, Francisco Andrades y otros parroquianos, hicieron suya la idea del malogrado “Juanito” y, para honrar su memoria, crearon y dieron vida al torneo internacional que “Juanito” prometió, habiendo venido celebrándolo durante unos diez años, con la participaciones de figuras relevantes de España e incluso del extranjero, en el que se batieron varios récords mundiales de toques de balón, que llegaron a alcanzar hasta 100.300 toques en 7 horas sin descansar y sin caer el balón de la bota del campeón al suelo.
Anteriormente, ni siquiera nos conocíamos Ángel Valadés y yo; pero, estando él presentando la celebración de dicho torneo, al referirse a Mirandilla informó al concurrido público que fue el pueblo fundado en el siglo XIII por colonos llegados desde “Miranda de Ebro”. Entonces, como en mi caso había investigado sobre la historia y escrito el libro “Mirandilla, sus tierras y sus gentes”, en el que tengo acreditado que sus fundadores eran originarios de “Miranda de Duero” (y no de Ebro), el año 1230, según mis últimas investigaciones, pues hice llegar una nota a Ángel Valadés, aclarándoselo.
Y, aun cuando con mi nota contradecía su información anterior, él tuvo la gentileza de rectificar públicamente la suya, incluso pidiendo disculpas, aceptando que estaba convencido de que, por mi investigación, era yo quien debía estar más en lo cierto, pidió al público que me hiciera más caso, rasgo de gran pundonor profesional y de caballerosidad, que tanto le honraba y le agradecí. Y como quiera que también manifestara su deseo de conocerme en algún receso, pues así fue; le regalé un ejemplar de mi libro, seguimos estando en contacto, nos seguimos viendo, y él y un pequeño grupo de Mirandilla y de otros lugares, pues terminamos por instituir una comida de amistad junto con nuestras respectivas esposas cada vez yo volvía a Extremadura, que casi siempre celebrábamos en el restaurante El Yate, de Mérida. Después, cada vez que leía algún artículo mío en defensa de Mirandilla, siempre se sintió también solidario con mi pueblo, él se adhería con otro suyo y hacía causa común conmigo. Y eso, siempre se lo agradeceré.
Ángel Valadés tenía 79 años. Era de Don Benito, población con más de 40.000 habitantes, aunque vivía en un precioso chalet en la población de Don Álvaro, en lo alto de un cerro a orillas del río Guadiana. Por eso yo le decía que merecía el tratamiento de ser llamado tres veces “don”: por títulos académicos, por haber nacido en Don Benito, y por residir en Don Álvaro. Gustaba mucho de decir que el chalet era su “Monte Aventino” (“aquí gozo de días soleados y de paz con mi Manuelilla”, decía); y es que, incluso sentados en su salón principal, por sus amplias ventanas acristaladas, se divisaban unas vistas preciosas y unos hermosos paisajes a todo alrededor. Él y su esposa Manuela nos invitaron a comer a mi mujer y a mí la primera vez el 23 de mayo de 2014 en su “Monte Aventino”. Estaba el hombre aquel día muy contento y efusivo porque, además de ser su cumpleaños, su nieto mayor obtuvo su graduación del Bachillerato en el IES “Puerta Serna” de Don Benito. Y Manuela era algo así como su “alma mater”, mujer virtuosa donde las haya, toda una señora, con infinidad de excelentes cualidades personales que le adornan, siempre muy pendiente de Ángel Valadés y de que nada le faltara, dadas sus dificultades sobrevenidas para poder deambular por sí solo. El hombre, aquejado últimamente de varias dolencias, siempre decía que estaba con la “tercera prórroga, gracias a lo bueno que con él era su amigo Jesús/Dios”.
Era Ángel Valadés un gran comunicador, de verbo fácil y de convincente expresión. Era periodista y antes había estudiado Magisterio, aunque creo que nunca se dedicó a la enseñanza. Escribía extensos artículos de estilo costumbrista e informativos, tanto en periódicos nacionales y regionales, y tenía una memoria portentosa; su privilegiada mente era como una enciclopedia extremeña. Charlar con él era todo un lujo, se conocía toda Extremadura y sus gentes, popularmente conocido no sólo en los medios, sino también en círculos culturales, sociales e incluso políticos, aunque de esto último casi nunca hablábamos, dada mi condición apolítica. Tenía perfecto dominio de la Radio y de la Televisión, habiendo pasado por emisoras radiofónicas tales como la SER, COPE, ONDA CERO y varias Televisiones comarcales y locales.
Fue jefe del Gabinete de Prensa y hombre de confianza del Ministro extremeño Sánchez de León cuando fue Ministro de Sanidad y Asuntos Sociales, en el primer Gabinete de Adolfo Suárez, cuya buena amistad mantuvo hasta el último momento desde el despacho del primero como abogado de reconocido prestigio en Madrid. Realizó múltiples presentaciones de los más diversos actos culturales; dio más de cien pregones en las fiestas de pueblos y ciudades; transmitió más de 1.500 partidos de fútbol, participando en los campeonatos del Mundo de Alemania, Argentina, España y Méjico; publicó infinidad de crónicas, artículos, ensayos, entrevistas y reportajes. Aunque ya jubilado, pero no dejó de escribir en periódicos comarcales de las Vegas altas de Extremadura, de la comarca de La Serena y otros. Últimamente lo hacía bajo los títulos de “Picoteando”, “Memorias de un setentón” y “Gambetas” semanales.
Algunos lectores recordarán que ya en varias ocasiones lo he citado en mis artículos. Y es que él sentía gran admiración hacia Ceuta, en la que radió por primera vez un partido en 1950, siendo casi niño, y después vino en numerosas ocasiones a radiar partidos cuando el equipo dombenitense de su pueblo jugaba en el mismo Grupo que el Ceuta. La primera ve fue a Ceuta con un tío suyo, Manuel Hurtado Gómez, que era muy aficionado al fútbol. Tío y sobrino eran hinchas del Deportivo Don Benito, porque era el equipo de su tierra y había que ir donde fuera a apoyarlo y defenderlo. Y como el Don Benito y el Ceuta disputaban la liguilla para el ascenso a Segunda División en el campo ceutí del “Alfonso Murube”, junto con el Melilla, Betis, Iliturgi, Cacereño, etc, pues los dos se venían en coche hasta Algeciras y luego cogían el barco, que sería la célebre “Paloma”, que los traía hasta Ceuta a animar a su equipo.
Me contó muchas veces que el “Alfonso Murube” era entonces un campo con muchos palcos reservados a los Jefes militares y con muchos Soldados con visera militar en las gradas, porque gozaban de un precio especial pero era condición indispensable que fueran vestidos de uniforme. Tiene muy buenos recuerdos de la Ceuta de aquellos años; aunque en una ocasión le fastidió bastante tener que esperar hasta tres días que el barco saliera desde Algeciras para Ceuta por causas de un temporal de levante de esos que aquí son capaces de remover hasta el campo de fútbol; de manera que el partido tuvo que aplazarse el domingo y jugarse el miércoles siguiente. Los temporales de levante y las navieras creo que debe ser casi lo único que del viaje a esta preciosa ciudad desagrade a los visitantes que los hayan sufrido, por la absoluta falta de información a que someten a los pasajeros, importándoles un bledo que la gente esté totalmente desinformada como también que desde las Instituciones gubernamentales y locales de vez en cuando se anuncie públicamente que se van a tomar cartas en el asunto, cuando es más que sabido que luego, en cuanto el temporal se calma, todo se queda en “aguas pasadas”.
Recordaba Ángel que en aquella época jugaba en el Ceuta un central llamado Valero que era alto y corpulento, con bigote, y que siendo ya veterano acabó jugando en el Cacereño; que también jugaba en el equipo ceutí un tal Oramas que era buenísimo, porque entonces los locales solían nutrir sus filas con jugadores de Primera y de Segunda División que venían aquí obligados a hacer la mili y, como militares que eran, disfrutaban de un régimen cuartelero especial que les interesaba a ellos y también le convenía al equipo porque jugaban gratis. Luego, ya siendo un mozalbete, cuenta que allá por el 1956 ó 1957, vio al Atlético de Ceuta fusionado con el Atlético de Tetuán, cambiando los colores del equipo, que de camisa blanca y pantalón azul oscuro pasó a vestir de rojo y blanco. Y en los años de 1960, cuando hizo la mili como Alférez de Complemento de Ingenieros en Melilla, presenció allí un partido Melilla-Ceuta en el campo “Álvarez Claro”, en cuya liguilla los melillenses se alzaron con el ascenso a Segunda División, manteniendo ambos equipos una fuerte rivalidad.
También de la época que permaneció en Madrid con el Ministro Sánchez de León, me contaba muchas veces que iban todos los días a cenar en el restaurante “La Trucha”, próximo a calle El Príncipe y al Teatro Español, que servían un exquisito plato de “verbenas de ahumados” (acedías). Y ese restaurante tenía entonces enmarcado en una de sus paredes el conocido poema del ceutí Luis López Anglada, que Ángel todavía recordaba y me recitaba: “Ceuta es pequeña y dulce/ está acostada en los brazos del mar/ como si fuera una niña dormida que tuviera/ la espuma de las olas por almohada...”.
Pues, querido Ángel, mirando hacia arriba y señalando hacia el cielo, ese sitio de privilegio en el que dicen que están sólo los buenos, que es donde te corresponde estar por derecho propio porque te lo tienes más que ganado, me despido por última vez de ti con el más fuerte de los abrazos. Aunque te hayas ido, yo te recordaré siempre mientras vida con el más grato recuerdo y la gran satisfacción de haber disfrutado de tu inquebrantable y leal amistad, que sabes mutuamente nos hemos profesado. Descanse en paz.
Y a sus hijos, su esposa Manuela y demás familiares queridos, les transmito mis más sentidas condolencias, deseándoles paz y resignación. Podéis sentiros todos más que orgulloso de haberlo tenido como padre, abuelo y esposo. Un fuerte abrazo,