Ceuta es ejemplo de muchas cosas buenas, también de convivencia y normalidad. Porque precisamente en eso radica la magia, en que sea normal que miembros de distintas culturas puedan compartir actos en unión.
El iftar es algo más que romper el ayuno, es unión y respeto, es entender al próximo y convivir con él.
Distintos sectores de la sociedad ceutí se reunieron en esta cita encuadrada en el mes sagrado para los musulmanes, que sirvió además para tender puentes entre quienes integran esta ciudad.
Ya es tradición que cada año se organicen estos actos de manera institucional y que se hagan como un ejemplo de la máxima compenetración, espíritu de conocimiento y apertura social.
Ceuta se convierte en ejemplo de ello y lo hace además sin esfuerzos, sin tener que invertir demasiados recursos, sin que cueste, sin hipocresías. Todo lo contrario, dentro de la mayor de las normalidades se sientan a la misma mesa personas de diferentes religiones y culturas, personas que se respetan y que quieren dar ejemplo de espíritu de cooperación y convivencia.
El iftar es eso, es la máxima expresión de la querencia por convivir en una misma tierra sin odios ni recelos, dando ejemplo no solo al resto sino también a nosotros mismos.
Ceuta, como ciudad ejemplo de convivencia, no tiene que demostrar nada porque sin hacer ruido transforma lo que en otros lugares puede ser costoso en algo en una mera rutina.