La situación en que se encuentra Ceuta exige de una respuesta inmediata por parte de la Administración. El silencio es el peor de los castigos y ese silencio es el que está causando daños irreversibles en muchas empresas de esta ciudad que están comenzando a tomar medidas drásticas. Las cuentas de resultados son negativas y las decisiones pasan por ejecutar despidos. El bloqueo de la frontera no afecta solo a tres o cuatro grandes empresarios, esa idea extendida es falsa y no supone más que una visión reduccionista que en nada ayuda a salir del pozo. Si ese gran empresario no vende, no podrá mantener a sus trabajadores y esos trabajadores no podrán gastar y ese gasto no llegará a los distintos sectores. Ya lo dice la CECE, la situación es “gravísima”. Lamenta la falta de empatía encontrada en la Delegación del Gobierno. Una institución que comenzó muy bien en su gestión fronteriza pero que en los últimos meses se ha tornado fantasma: no comparece ante los medios de comunicación, no informa abiertamente a la ciudadanía sobre lo que está pasando y autoriza órdenes incongruentes como es la de no permitir la entrada de marroquíes si no tienen visado. No se permite la entrada de vehículos y se cierra el ‘Tarajal II’ después de semanas de versiones diferentes. Y lo más grave: no ofrece respuestas sobre el futuro inmediato. ¿Acaso creen en la Plaza de los Reyes que todos los ceutíes son funcionarios?, ¿qué futuro espera a quienes ven cómo pasan los días y no pueden hacer caja?, ¿por qué un día no dejan entrar sin visado y en otra jornada adoptan órdenes contrarias?, ¿sabe Madrid qué tipo de decisiones se están ejecutando en el paso fronterizo? Estamos ante un problema grave para Ceuta y ante la sordera de la Delegación ni siquiera la Ciudad Autónoma sale a calmar los ánimos. Suenan campanas de paro general. Es la última medida a la que se aferran los que se sienten engañados y hundidos.