La vida nos da lecciones a todos. Tarde o temprano lo hace. Quien hoy está arriba, mañana puede bajar a lo más profundo hasta llegar al extremo de verse sin siquiera un hogar. Eso que dicen de que todos tenemos derecho a una vivienda digna queda muy bonito sobre el papel, en la práctica nada es lo que parece. En las naves del Tarajal, en lo que se ha convertido en un albergue social, viven 16 ceutíes que sencillamente se han quedado sin nada. No tienen a dónde ir o, al menos, no tienen a dónde acudir para vivir dignamente. La vida les llevó a estar en la calle, a tener que dormir entre cartones o incluso a mendigar. Ahora, al menos, no solo tienen un techo sino que han encontrado cariño.
La Ciudad tiene previsto cerrar las naves para terminar la desescalada. Quiere que se llegue a mayo sin tener nada físico que recuerde a la crisis. Está bien que lo haga, pero siempre y cuando haya cumplido con sus deberes a tiempo. Y no, no lo ha hecho. El alcalde ha priorizado tanto sus inversiones que hoy, en pleno 2022, Ceuta sigue sin tener un albergue social. Pero en cambio tenemos muchas infraestructuras que de nada sirven, se han hecho cuantiosas inversiones para satisfacer las querencias de unos pocos pero se ha desatendido lo que realmente necesita esta ciudad: un lugar donde puedan dormir, ducharse y convivir las personas sin techo. Quizás Ceuta no tiene todavía un albergue social por el complejo de la derecha, que se cree que los que terminan en la calle son unos flojos o vende eso de que con su gestión nadie puede pasar hambre. Qué equivocados están.
Como hicieron tan mal las cosas, el albergue de Hadú, construido con fondos para tener una utilidad social, se tuvo que convertir en centro de menores evitando así una denuncia de la Fiscalía. Tampoco se ha hecho nada por gestionar la disposición de cuarteles vacíos, de bienes de la Iglesia sin vida o de inmuebles como el del viejo hospital. Preferimos que se pierdan, que se caigan, antes de darles el uso tan necesario.
El alcalde y su séquito no pueden siquiera plantearse el cierre de las naves que gestiona Cruz Roja sin antes buscar una solución que vaya más allá de esas promesas de Asuntos Sociales que casi nunca funcionan. Hay personas que en el Tarajal han encontrado cobijo, atención, cariño y apoyo. Esto no puede ser ‘ventilado’ de un plumazo sin una previsión, sin nada serio que ofrecer a quienes no solo necesitan dormir y comer. Porque hay algo más que un plato de comida y una manta: la empatía, un abrazo a tiempo o una sonrisa constituyen una terapia clave y HUMANA.