El ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, puso ayer fecha a la apertura “ordenada y gradual” de las aduanas comerciales de las ciudades autónomas. En lenguaje diplomático y sin mencionar a Ceuta y Melilla expresamente, su entrada en funcionamiento en fronteras “terrestres” no puede tener otra interpretación. Será, avanzó tras encontrarse en Nueva York con su homólogo marroquí, Nasser Bourita, “en enero”.
Concretados los plazos, todavía falta por conocer de qué forma se organizará el proceso escalonado de puesta en marcha de una infraestructura que Ceuta no ha tenido nunca en el Tarajal y cuya apertura será, sin duda, cuando se materialice, un hecho histórico.
Tal y como ha venido informando este periódico, la idea con la que trabaja el Gobierno central pasa por el establecimiento de una infraestructura de escala “regional” por la que pasen hacia Ceuta productos frescos y, muy posiblemente, materiales para el sector de la Construcción. La administración debería precisar cuanto antes qué mercancías podrán salir desde la ciudad hacia el país vecino para que el empresariado local pueda calibrar y desarrollar las oportunidades de negocio que atisbe en el horizonte.
La evolución de la implantación de los acuerdos alcanzados en abril entre España y Marruecos es una buena noticia para Ceuta, territorio al que afectan de forma particularmente directa cualquier contratiempo en las relaciones bilaterales.
La consolidación de un marco de cooperación basado en el respeto mutuo es un cimiento sólido sobre el que seguir avanzando en tratos de buena vecindad cada vez más estables y robustos que repercutan en beneficio del desarrollo próspero de ambos lados de la frontera y, sobre todo, de sus poblaciones.